miércoles, 1 de julio de 2020

El Padre ama a la gente sencilla

14º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo A
Zac 9,9-10  -  Rom 8,9-13  -  Mt 11,25-30

   Jesús mientras está orando… agradece al Padre, porque
sus preferidos son: los hambrientos, los sedientos, los enfermos,
los ignorantes, los pecadores, los despreciados de este mundo…
Todos ellos acogen la Buena Noticia del Reino, no así los fariseos.
   Luego, Jesús nos dice: Vengan a mí los que están agobiados…
Mi carga y mi yugo son ligeros… Aprendan de mí que soy humilde…

Jesús agradece al Padre
   Los sacerdotes, los escribas y los fariseos son sabios y entendidos,
ellos no necesitan aprender, porque tienen otros intereses.
-Los primeros: Han hecho del templo una cueva de ladrones (Mt 21).
-Los otros: Rezan para devorar los bienes de las viudas (Lc 21,47).
Enseñan pero no practican. Ponen pesadas cargas a la gente.
Todo lo hacen para exhibirse. Les gusta ocupar los primeros puestos.
Son guías ciegos. No practican lo más importante de la ley, a saber,
la justicia, la misericordia y la fidelidad (Mt 23).
Y algo más, desprecian a las personas que no han estudiado,
considerándolas unos malditos porque no conocen la ley (Jn 7,49).
Ayer y hoy, los que obran mal, odian la luz y no vienen a la luz,
para que sus maldades no sean descubiertas y condenadas (Jn 3,19s).
   El Maestro Jesús, mientras camina por ciudades y pueblos,
enseña desde lo que ve… desde lo que oye… parte de la realidad.
Para Él todo es una oportunidad para anunciar el Reino de Dios:
La semilla y la tierra… El trigo y la cizaña… El tesoro y la perla
Y en el Evangelio de hoy, anuncia a los pobres esta Buena Noticia:
Nadie conoce al Hijo, sino el Padre, y nadie conoce al Padre,
sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo quiera darlo a conocer.
   La gente sencilla e ignorante -despreciada por los funcionarios
del templo y por la sociedad- se abre a Dios con un corazón limpio,
porque Él -como escribe Santiago (2,5)- escoge a los pobres de este
mundo para hacerlos ricos en la fe, y herederos del Reino.

Vengan a mí los que están cansados y agobiados
   Jesús se compadece al ver que la gente sencilla vive oprimida,
y que no encuentra ningún alivio en las prácticas religiosas impuestas
por los sacerdotes, ni en la doctrina de los sabios y entendidos.
Por eso, Él que vino a liberarnos de toda opresión, nos sigue diciendo:
Vengan a mí, los que están cansados y agobiados, yo les aliviaré.
   Inspirados por el ejemplo y las enseñanzas del Maestro Jesús,
construyamos una Iglesia más preocupada por la felicidad
de la gente; una Iglesia más sencilla, fraterna y buena con todos;
una Iglesia samaritana, compasiva, amiga de los pecadores;
una Iglesia donde la mujer ocupe el lugar querido realmente
por Jesús; una Iglesia que enseñe a rezar y confiar en un Dios Padre,
Amigo y Salvador (J. A. Pagola: Volver a Jesús, 2014).

Mi yugo es llevadero y mi carga es ligera
   Cuando Jesús llama a sus primeros apóstoles, para que le sigan,
la exigencia fundamental es dejarlo todo. En otras palabras,
los que no están dispuestos a quedarse sin nada, no sirven
para ser discípulos ni para ser testigos del Evangelio (Mc 1,16-20).
   Después, al enviarlos para que anuncien el Reino, Jesús les dice:
Sanen a los leprosos, expulsen a los demonios. Den gratuitamente
lo que gratuitamente han recibido. No lleven en el cinturón oro,
ni plata, ni monedas de cobre; ni provisiones para el camino,
ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón… (Mt 10,7ss).
Sigamos a Jesús que nos dice: Mi yugo es suave y mi carga es ligera.

Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón
   El camino para conocer al Padre es Jesús, su Hijo amado, quien
-por amor- nace pobre en un establo, para darnos vida en plenitud.
Durante la invasión griega (s. IV a.C.), los judíos esperan la llegada
de un Mesías humilde, montado en un burrito (Zac 9,9).
Siglos después, el apóstol san Pablo escribe: Cristo se humilló 
y se hizo obediente hasta la muerte y muerte en la cruz (Flp 2,5ss).
   Sabiendo que las enseñanzas de los expertos en materia religiosa
son una carga insoportable para la gente sencilla y despreciada,
Jesús, el Hijo de Dios, el Profeta humilde de Nazaret, nos dice:
Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón
y encontrarán descanso para sus vidas
J. Castillo A.

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