ASUNCIÓN DE LA VIRGEN
MARÍA
Ap 11,19; 12,1-6.10
- 1Cor 15,20-26 - Lc
1,39-56
La Asunción de María nos colma de
esperanza en la Vida plena,
pues la resurrección
de Jesús, su Hijo, se cumple en ella, su madre:
Padre bueno, que has
elevado en cuerpo y alma a los cielos
a la Virgen María,
Madre de tu Hijo; concédenos, te rogamos,
que aspirando siempre
a las realidades divinas,
lleguemos a participar
con ella de su misma gloria en el cielo.
María se levanta, va de prisa y visita a su prima Isabel
Mientras los poderosos explotan y
acumulan riquezas,
-¿qué se puede esperar de Palestina, país dominado por los
romanos?,
-¿algún profeta puede surgir de familias pobres del campo?,
-¿de un pueblo desconocido como Nazaret puede salir algo
bueno?
Sin embargo, en la montaña de Judá, a
unos cien km. de Nazaret,
dos mujeres del pueblo se encuentran y se saludan; ellas
son:
Isabel, una
anciana, con una vida llena de
experiencia, y
María, una joven
esposa, que mira el futuro con esperanza.
Cuando Isabel oye el saludo de María
que fue a visitarla,
el niño que lleva en su seno salta de alegría, se llamará Juan.
María también lleva en su seno a Jesús (=Dios salva).
Isabel y María representan a las
mujeres de nuestro tiempo,
pues entre las personas pobres y creyentes (del campo y de
la ciudad),
germina, crece y se multiplica los valores del Reino de
Dios:
Algo nuevo está
naciendo, con los pobres va creciendo.
Hace muchos años, fui a visitar a una
señora anciana y enferma.
Mientras conversábamos, ella me dijo: Soy madre soltera.
El que le abrió la
puerta es mi hijo, solo él me atiende día y noche.
Sin embargo, por
consejos de otros, intenté varias veces abortarlo.
Ahora, antes de morir,
¿le puedo decir todo esto a mi hijo?
Guardamos silencio… Luego, juntos recitamos esta sencilla
oración:
Bendita eres entre las
mujeres… Bendito es el fruto de tu vientre…
Ruega por nosotros,
pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.
María proclama la liberación de su pueblo
Al comparar el Magnificat con el canto de Ana, madre de Samuel,
(1Sam 2,1-10); vemos que hay mucha semejanza, pues se trata:
de confiar en Dios, y no en los planes de muerte de los
poderosos.
Meditemos, a
continuación, en el Magnificat, himno de liberación,
que brota del corazón de María; meditando, al mismo tiempo,
en las enseñanzas y obras de su Hijo Jesús (según el texto
de Lucas.
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios,
mi salvador,
porque ha mirado la humillación
de su servidora.
*Jesús, movido por el
Espíritu Santo, se estremece de alegría y dice:
Te alabo, Padre, Señor
del cielo y de la tierra,
porque, has ocultado
estas cosas a los sabios y entendidos,
y se las diste a
conocer a la gente sencilla (Lc 10,21).
Desde ahora me felicitarán todas las
generaciones,
porque Dios ha hecho obras grandes por mí, su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
*Cuando Jesús terminó
de orar, uno de sus discípulos le dice:
Señor, enséñanos a
orar como Juan enseñó a sus seguidores.
Jesús les dice: Cuando
oren, digan:
Padre, santificado sea
tu nombre, venga tu reino;
danos hoy nuestro pan
de cada día (Lc 11,1ss).
Dios actúa con todo su poder:
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes, a los ricos los despide vacíos.
*Felices los que ahora
tienen hambre, porque serán saciados…
¡Ay de ustedes los que
ahora están satisfechos,
porque tendrán hambre!
(Lc 6,20ss).
Ayuda al pueblo de Israel, su siervo,
tratándolo con misericordia.
Como lo había prometido a nuestros antepasados,
a Abraham y a sus futuros descendientes.
*El Espíritu del Señor
está sobre mí, porque Él me ha consagrado:
para anunciar la Buena
Noticia a los pobres,
me ha enviado para dar
libertad a los presos, vista a los ciegos,
para despedir libres a
los oprimidos,
y para proclamar el año
de gracia del Señor (Lc 4,18s).
J. Castillo A.
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