7º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo A
Lev 19,1-2. 17-18 - 1Cor
3,16-23 - Mt 5,38-48
¿Ponemos en práctica las enseñanzas de
Jesús que nos dice:
no respondan con violencia…amen a sus
enemigos…sean perfectos…?
Al
cabo de veinte siglos da la impresión
que hemos avanzado muy
poco.
Si
no, ¿cómo se explica que en una sociedad con millones de
católicos,
tengamos:
hipocresía… corrupción… violencia… narcotráfico… ?
No
respondan con violencia al que les hace mal
Después de compartir el pan con cinco mil
personas (Jn 6,1-15),
la gente quiere proclamarlo rey, pero Jesús se
retira solo al monte,
porque
sabe que el Reino de Dios no se
construye desde el poder.
Tiempo
después, ante la ambición de ocupar los primeros puestos,
Jesús
dice a sus discípulos: Las autoridades someten a sus súbditos
y
los poderosos imponen su autoridad. Lamentablemente, ayer y hoy,
los
poderosos: -buscan sus intereses, -abusan del poder que tienen,
-deforman
la ley, -disfrazan la verdad,
-corrompen, roban, explotan…
Es
por eso que Jesús nos sigue diciendo: Entre ustedes no será así.
El que aspire a ser grande que se haga servidor de los demás…
como el Hijo del hombre que vino a servir y a dar su vida (Mt 20).
Cuando
Jesús es interrogado sobre sus discípulos y enseñanzas,
responde:
Yo he hablado públicamente… ¿Por qué me
preguntas?
Pregunta a los que me han oído, ellos
saben lo que les dije.
Fue entonces cuando un guardia le da una
bofetada diciéndole:
¿Así respondes al sumo sacerdote? Jesús
le dice: Si hablé mal,
dígame en qué; y si hablé bien, ¿por qué
me golpeas?
(Jn 18,19ss).
Así
es Jesús. No usa la violencia que genera
más violencia.
Él
nos propone un camino para que los agresores se conviertan.
La palabra que Jesús dirige a los pobres es de esperanza y de
júbilo.
En cambio, la palabra que dirige a los ricos es de preocupación,
de llamado a la conversión, al abandono
de los privilegios,
y de compasión activa por la
distribución de los bienes…
(Encuentro
sobre: “La No-violencia evangélica”, Bogotá, dic. 1977).
Amen
a sus enemigos y oren por sus perseguidores
Jesús desde su experiencia de ser Hijo
del Padre misericordioso,
nos
dice: Amen a sus enemigos y oren por sus perseguidores.
Amar
al enemigo, al delincuente, al perseguidor, al violento…
no significa aprobar sus injusticias, maldades,
calumnias, insultos…
Debemos
luchar contra toda injusticia, pero sin eliminar al enemigo;
porque,
si nos dejamos llevar por la violencia, nos deshumanizamos.
En
cambio, si actuamos como Dios con un amor que acoge a todos,
respetaremos la vida de nuestros
enemigos
para que ellos,
con
la fuerza del amor y de la oración: -cambien, -se conviertan,
-sean
amigos nuestros, -y juntos construyamos un mundo fraterno.
Jesús
muere perdonando… A un malhechor le promete el Reino…
Y
un capitán romano confiesa: Este hombre
es inocente (Lc 23,32ss).
San
Pablo nos dice: Si tu enemigo tiene
hambre, dale de comer,
si tiene sed, dale de beber… No te dejes
vencer por el mal,
al contrario, vence al mal haciendo el
bien.
(Rom 12,20s).
Obrando
así, seremos
hijos del Padre celestial que
hace salir el sol
sobre malos y buenos; y hace llover
sobre justos e injustos.
Sean
perfectos como es perfecto el Padre del cielo
Cuando Felipe le dice: Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta;
Jesús
le contesta: El que me ha visto, ha visto al Padre (Jn 14,8ss).
Ciertamente,
Jesús es el rostro humano de Dios…
(DA, 107); por eso,
viendo a Jesús…escuchando sus enseñanzas…siguiendo
su ejemplo…
nos
encaminamos hacia una meta: ser perfectos como el Padre,
ser
misericordiosos
como Él (Lc 6,36), ser santos como Él (1ª lectura).
Recordemos
que esto lo dice Jesús a una multitud y a sus discípulos.
Por
eso, más adelante, cuando un joven rico se acerca y le pregunta:
Maestro, ¿qué obra buena debo hacer para alcanzar la vida eterna?
Jesús
le dice: cumpla los mandamientos… Y
como los ha cumplido,
el
joven insiste preguntando: ¿Qué más me
falta? Jesús le responde:
Si
quieres ser perfecto, anda, vende tus
bienes y dáselo a los pobres,
así tendrás un tesoro en el cielo; luego
ven y sígueme.
Cuando el joven oyó esto se fue triste,
era muy rico
(Mt 19,16ss).
Relacionando
este pasaje con el juicio de las naciones (Mt 25,31ss),
aquel
día, serán bendecidos por el Padre y poseerán el Reino,
los
que dieron de comer a los hermanos de Jesús; ellos son perfectos,
pues la gloria de Dios consiste en que toda
persona tenga vida.
J. Castillo A.
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