viernes, 1 de mayo de 2020

Pastor y Puerta (3 de Mayo)




Hablar de Dios no es fácil. Tal vez por ello, desde el púlpito los predicadores tendemos a disertar sobre moral (mandamientos de la ley de Dios propios del Antiguo Testamento), costumbres, normas de comportamiento o avisos espirituales. ¡Qué distinto es el evangelio de Jesucristo! No pretende darnos normas sino enseñarnos quién es Dios. Para que le conozcamos echa mano de imágenes que podamos entender. En el Evangelio de san Juan son muy recurrentes las que se nos ofrecen a partir de los “ego eimi” (yo soy), palabra griega que nos recuerda el mismo nombre de Dios en el Antiguo Testamento, cuando Dios revela a Moisés su nombre en el monte Horeb: Yahvé Yo soy el que soy- (Ex 3,14). 

Pues bien, a partir de esa afirmación del “ser de Dios” Jesús se presenta en san Juan como “yo soy el Pan de vida, yo soy el Buen Pastor, yo soy la Vid, yo soy la Puerta, yo soy el Camino, yo soy la Verdad, yo soy la Resurrección y la vida”.

El cuarto domingo de Pascua es conocido como el Domingo del Buen Pastor; aunque en este ciclo el Evangelio habla más bien de Jesús desde la imagen de la Puerta unida a la de Pastor que abre, recoge, y protege al rebaño haciéndole entrar y salir del aprisco.


El simbolismo del pastor y el rebaño.

Yo soy el buen pastor” (Jn 10,14), dice Jesús enlazando con la tradición religiosa de su pueblo Israel. La imagen de Jesús y su Padre como buen pastor enlaza con la tradición bíblica, que se desarrolla en un mundo esencialmente agrícola y ganadero. En un mundo cada vez más industrial y tecnificado como el nuestro, tal vez nos va costando entender en profundidad los símbolos bíblicos relacionados con el mundo rural antiguo.

La figura del pastor, como la del sembrador, tuvieron una gran significación en los tiempos y ambientes en que se escribe la Biblia, como también la tuvo hasta hace poco entre nosotros. 

En el AT muchos de los que luego serán reconocidos como personajes que prefiguran al Mesías se relacionan con el oficio de pastor: el justo Abel (Gn 4,2), José (Gn 37,2), David (Sam 17,15; Ez 37,24). Y entre los profetas no solo hubo pastores (Am 7,14), sino que muchos profetas anuncian a Dios como el supremo Pastor de Israel: “Como pastor pastorea su rebaño: recoge en brazos los corderos, los lleva en el seno, y trata con cuidado a las paridas” (Is 40,11). Lo mismo reflejan los salmos: “El Señor es mi pastor, nada me falta, en verdes praderas me hace reposa, me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas” (Sal 23,1-3).

Observando el trabajo diario del pastor, los autores bíblicos extraen toda una teología, es decir, toda una visión de Dios desde los rasgos del pastor. 

También se denuncian en la biblia las prácticas de los malos pastores: “¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No es el rebaño lo que deben apacentar los pastores? Vosotros os bebéis su leche, os vestís con su lana, matáis las ovejas gordas, pero no apacentáis al rebaño. No habéis robustecido a las flacas, ni curado a las enfermas; no habéis reunido a las descarriadas, ni buscáis a las perdidas, sino que las habéis tratado con crueldad y violencia” (Ez 34,2-4; cf todo el cap. 34). 

El pastor “imagen de Dios” no se corresponde con la de un criador de ganado o un asalariado contratado a sueldo, sino con una persona que ha adquirido cierta sensibilidad por su oficio: las horas dedicadas al rebaño le lleva a conocer a todas y cada una de sus ovejas a las que les procura alimento, las trata con cariño y las defiende de los peligros que le acechan. 

Tras denunciar la irresponsabilidad de los pastores de Israel, Dios, por boca del profeta Ezequiel, dice: “Yo mismo buscaré a mis ovejas y las apacentaré,… las reuniré de todos los lugares por donde se habían dispersado en días de oscuros nubarrones” (Ez 34,11-12). “Yo mismo”, el mismo Dios, en Jesucristo se hace buen pastor cumpliendo su palabra. El evangelio de san Juan, que hemos proclamado, es un buen resumen de ello. (Jn 10,1-21).


Jesús, el Buen Pastor.

Uno de los primeros títulos aplicaos a Jesús es el de “Buen Pastor”. Lo encontramos en los evangelios; y ya en las catacumbas y en los mosaicos de las antiguas basílicas es frecuente la iconografía del "buen pastor", joven y fuerte, que carga una oveja sobre sus hombros, imagen que nos remite también a Cristo camino del Calvario cargando con la cruz de nuestras injusticias y librándonos así de muerte eterna. Pastor y cordero son usados en la Escritura para describir a Jesús, buen Pastor que al dar su vida por las ovejas es también Cordero inmolado. 

¿Qué rasgos de buen pastor encontramos en Jesús de Nazaret?

1. “El buen pastor da la vida por las ovejas” (Jn 10,11): No es buen pastor en el sentido bíblico el que se dedica a alimentar y cuidar las ovejas con ánimo de lucro; tampoco es buen Pastor el que va detrás de las ovejas azuzándolas, obligándolas a ir por donde él quiere que vayan. Más bien es el que va delante con el callado de la Cruz y con su testimonio, ganándose el respeto y admiración de sus ovejas por el cariño y la entrega de su vida con los que las conduce hacia fuentes tranquilas y repara sus fuerzas (Sal 23,2). 

Jesús es el buen Pastor, realidad que celebramos en la Eucaristía, donde Cristo vuelve a dar su vida por sus ovejas en el misterio de la Misa, donde repara nuestras fuerzas con el alimento de la vida eterna.

2. “Yo soy la puerta de las ovejas” (Jn 10,7). Muy unida a la definición de Jesús como Pastor, esta la de “Puerta de las ovejas”. Es una imagen con resonancias eclesiales. El buen Pastor da acceso al aprisco por la puerta, sin las mentiras, engaños y manipulaciones propias de los mercenarios y los malos pastores. Entrando por la Puerta que es Jesús se adquiere la verdadera libertad, porque “podrá entrar y salir y encontrará pastos” (Jn 10,9). En el aprisco del buen Pastor, en la Iglesia, a la que se tiene acceso por la puerta de la ciudad amurallada, las ovejas encuentran seguridad y salvación. 

3. “Yo soy el buen pastor que conozco a mis ovejas y las mías me conocen” (Jn 10,14). Propio del buen Pastor es “conocer”, estar abierto al ser y a la realidad de las ovejas. El verbo “conocer” tiene un hondo sentido bíblico: conocer es amar. Ya sabemos que sólo desde un amor muy sincero y respetuoso se puede llegar al conocimiento de otra persona. Como Puerta y Pastor Jesucristo está abierto a la escucha, al conocimiento de cada discípulo en particular. Por eso “llama por el nombre a las ovejas y las saca fuera”, y como puerta abierta deja que las ovejas entren su misma vida.

Decir “yo conozco a las mías y las mías me conocen” es decir “yo amo a las mías y las mías me aman”. Hay un conocimiento que va más allá de lo netamente intelectual; es el conocimiento del amor, que no se apoya en la química de las neuronas, sino en el movimiento del corazón que late por el Otro. 

Estamos ante el misterio del encuentro con Dios, que no se puede expresar con palabras: “que ni basta ciencia humana para lo saber entender, ni experiencia para lo saber decir; porque sólo el que por ello pasa sabrá sentir, mas no decir” (San Juan de la Cruz). Entre el Pastor y las ovejas se da una relación de intimidad cuyo fruto es la  paz y la serenidad. No como el ladrón o los falsos pastores que hacen estragos que crean desconcierto en la interioridad y en el redil. Por sus obras los conocereis (Mt 7,20).


4.”El buen pastor va delante de las ovejas, y las ovejas le siguen”. Un buen pastor no usa a sus ovejas como escudo, no huye cuando viene el lobo, sino que va delante de ellas. El falso pastor va detrás de las ovejas, ya sea bailando al ritmo de sus gustos para obtener sus votos, o azuzándolas con autoritarismos a fin de explotarlas y proteger sus intereses. Los que así obran no son buenos pastores sino mercenarios. 

Cristo buen Pastor va delante de los suyos en el camino del Calvario, dándolo todo por no traicionar la verdad; y también va delante de ellos a Galilea, donde en la fiesta de la resurrección participan de la fiesta de su victoria. 

5. “Tengo además otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer” (Jn 10,16a). El buen Pastor tiene una preocupación pastoral y sacramental: mimar a sus ovejas, intimar con ellas, apacentarlas debidamente; pero no menos cierta y apremiante es su preocupación evangelizadora: traer otras ovejas al redil, ya sea de entre las que se han salido de él (alejados) y de las que nunca han estado (lejanos). 

Esta figura del buen Pastor nos obliga a repasar nuestra eclesiología, nuestra imagen de Iglesia y de hermandad cristiana, centrada más de lo debido en una pastoral de mantenimiento y descuidada, o poco interesada por las ovejas que han perdido su sentido de pertenencia y ya no son del redil, que suelen ser la mayoría. Es cierto que debemos cultivar nuestras prácticas religiosas y nuestras tradiciones como comunidad parroquial; pero sin olvidar que la iglesia y en ella la parroquia no son fin en sí mismas. Su misión es trabajar con un fin: “que todos sean uno para que el mundo crea” (Jn 17,21). La meta: que haya un solo rebaño y un solo Pastor. 

El proselitismo, palabra maldita en nuestro tiempo, es inherente al evangelio. Para salvar la maldición hay que entender bien qué es ser proselitista; no se trata de imponer, sino de la necesidad de comunicar espontáneamente la riqueza (buena noticia) que se ha encontrado. 

6. “Escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor” (Jn 10,16b). Acabo estas notas sobre el buen Pastor con una optimista mirada escatológica, es decir, mirando hacia el futuro (escatología quiere decir “cosas últimas”). Con esperanza, porque aunque las dificultades de la evangelización no son pocas, el éxito está garantizado por la Palabra: “Habrá un solo rebaño”; así, en futuro perfecto. 

La meta de la unidad de todos con Dios al final de los tiempos tiene su realidad en el presente. Cada domingo, en la Eucaristía, adelantamos el domingo sin ocaso en el que la humanidad entrará en el descanso de la vida eterna. 

Es importante ir creando entre todos un sentido de unidad en el Uno, de pertenencia a un solo Cuerpo místico, a un solo rebaño unido por un mismo Espíritu, con el Padre, en Cristo. Cuando lo hacemos, estamos adelantando el cielo.


Una nota final.

Cuando en la Iglesia se habla de pastores, se habla de los Obispos y sacerdotes, ordenados para el servicio pastoral de los fieles. No vendría mal que supiéramos valorar su tarea. 

Ciertamente no son perfectos. Y Dios nos libre si lo fueran. Ellos saben que hay un único Pastor, Jesucristo. Para servirle han sido consagrados y enviados. 

Soy consciente de que la vocación al sacerdocio no está muy de moda. Los "pecados de la Iglesia" -y con esta expresión nos solemos referir sólo a los de sus pastores- parecen desanimar a muchos jóvenes para decidirse por un servicio total a la evangelización y el pastoreo del Pueblo de Dios. Si los elegidos por Dios para esta tarea hubieran de ser perfectos, ¿cuántos hallaría? Ninguno.

El obispo y el sacerdote saben de sus debilidades. Se saben pastores, pero antes se saben ovejas entre las ovejas. Desde ahí ejercen su servicio  a pesar de sus debilidades.

Este domingo se celebra, por atraso debido a la alarma sanitaria, el Día del Seminario. Una petición: Rogad a Cristo Buen Pastor que no deje de suscitar vocaciones a la vida pastoral en su Iglesia. 



Casto Acedo. Mayo 2020
paduamerida@gmail.com.

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