sábado, 2 de mayo de 2020

Apacentar, tarea de los pastores (Reflexión)


Hay una parábola recogida por san Mateo y san Lucas que podemos considerar muy próxima a los textos en los que san Juan habla del buen Pastor. Se trata de la oveja perdida. Dice así: Suponed que un hombre tiene cien ovejas: "si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en los montes y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, en verdad os digo que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado”. (Mt 18,12-13; cf Lc 15,4-6). Una parábola corta, rompedora como todas las parábolas del evangelio, pero que no podemos usar como argumento para entender "el todo del Pastor". 

Intentemos una variante: 
“Un pastor tenía cien ovejas, y se le perdió una. Dejando las noventa y nueve en el aprisco salió a buscarla por cañadas y montes, por bosques y desiertos, por veredas y caminos, incluso miró uno por uno los pozos del entorno por si hubiera caído en alguno de ellos. Pasaron días de búsqueda y al fin la encontró cercana a un precipicio, enredada entre unas zarzas; cuando volvió con ella, contento porque había cumplido su misión de buen pastor, se encontró con que de las noventa y nueve sólo quedaban unas diez en el redil, exhaustas, sedientas y hambrientas. ¿El resto?: unas habían muerto por inanición y otras, desesperadas y urgidas por la necesidad, superando el muro del aprisco, habían escapado en busca de mejor vida. La alegría del Pastor se transformó en tristeza, y a la oveja perdida, la verdad, no le alegró volver a un redil así;  se preguntó seriamente si no sería mejor volverse a marchar”.
¿Qué pretendo al hacer esta corrección de la parábola? Pues algo tan simple como echar mano del sentido común. Las parábolas suelen ser “exageradas” en sus planteamientos; ¿de veras creéis que es justo que el hijo pródigo goce de todos los beneficios en detrimento del que se queda en casa?, ¿sería viable un desarrollo económico que se basase en que el obrero que trabaja una hora cobre lo mismo que el que lo ha hecho durante todo el día? ¿no es un gesto de egoísmo que las doncellas listas sean las que se niegan a compartir su aceite con las necias?, … Olvidamos que las parábolas inciden en una idea de choque que ayude a replantearnos cuestiones, pero no podemos hacer de ellas una lectura literal.

Así pues, no es lógico que un pastor abandone a noventa y nueve ovejas para dedicarse a una privilegiada a costa de las otras. Esta parábola, como la del Hijo pródigo, no va más allá de llamar la atención sobre la importancia de la acogida de los más pobres y alejados -¡id por todo el mundo a buscar ovejas perdidas para que entren en el redil del Reino!- pero deja mucho que desear a la hora de explicar cómo debe  actuar el pastor con el resto de las ovejas, que se supone son la mayoría. 


La misión del pastor  

Los pastores (sacerdotes, catequistas, agentes de pastoral, etc.), todos los que tenemos una tarea “pastoral” en la Iglesia deberíamos de preguntarnos si somos “buenos pastores del rebaño”. 

Lo digo porque, a veces, estamos tan obsesionados por conseguir que los que  están fuera de la Iglesia entren que  olvidamos cuidar a los que ya están. Parece que lo que cuenta es el número de ovejas y no la calidad. Es verdad que Jesús se dedicó a las masas, y “se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor” (Mt 9,36), pero no acababa en ellas su misión. 

Poco a poco fue surgiendo en Él una logística pastoral,  y halló el modo de llegar a muchos más de una forma indirecta, pero no por ello menos eficaz. Para este fin decidió formar a algunos discípulos y discípulas para que  cuando Él marchara se ocupasen en ser pastores que apacienten a los que entrasen a formar  parte del rebaño del Reino.

El verbo afín a la palabra "pastor" es pastorear, que incluye llevar o acercar pasto a las ovejas, apacentar; este verbo define su tarea ordinaria, algo que a menudo olvidamos en la Iglesia. Confundimos evangelización (llamar al nacimiento espiritual) con atención pastoral (apacentar a los ya nacidos), ignorando que, aunque ambas tareas se implican mutuamente, hay entre ellas una diferencia importante. Evangelizar es llevar el evangelio del Reino a todos por la predicación-atracción de la palabra y el testimonio, luego, los tocados por el mensaje se adhieren a una comunidad cristiana donde seguir alimentando la fe.

"Apacienta mis ovejas", dijo Jesús a Pedro.  Para ello había formado un reducido grupo de discípulos. Y es aquí donde surge la “pastoral”. Jesús alimenta cuidadosamente el grupo más fiel de seguidores, les da formación y ánimo haciendo de ellos a su vez una comunidad que será agente de evangelización. Si Cristo atraía a las multitudes, también la Iglesia, bien alimentada con la Palabra y los Sacramentos, se hace atractiva para los que buscan saciar su hambre y su sed de Dios. Formar comunidades sólidas es el primer paso para una  evangelización seria.

Jesucristo, el Buen Pastor, nos ha demostrado la grandeza de su ...

 Unas preguntas

Todo lo dicho me lleva a hacer unas preguntas: 

¿Cuál es mi mayor preocupación: llevar gente a la Iglesia o hacer verdadera Iglesia de comunión? ¿Qué debería ser más importante hoy en nuestras parroquias?

¿Me he preguntado alguna vez por qué muchos no se acercan a la Iglesia, o porqué algunos se acercan y desaparecen al poco tiempo? ¿Será porque el pastor no es bueno?  ¿O habrá que buscar también las causas en el mal  estado de las relaciones entre las ovejas que forman el rebaño? El pastor puede perder el norte obsesionándose por acercar ovejas nuevas al redil, pero ¿para qué las quiere si cuando la trae o bien duran poco, escandalizadas por la poca seriedad del rebaño, o  mueren de inanición por la despreocupación del pastor? 

Echando una mirada a mi comunidad parroquial, ¿es un rebaño hermoso y cuidado, orgullo de los que lo forman y admiración de los que no pertenecen a él? ¿o está formado por “okupas”, es decir, ovejas que no deberían estar en el aprisco pero que se han instalado en él a perpetuidad? 

Esto de los okupas es para revisarlo.  Si las ovejas que suelen ocupar las dependencias parroquiales se caracterizan por ambicionar cargos, rehuir los últimos puestos,  establecer grados entre las ovejas, emitir juicios descarnados sobre los demás, hablar de todo menos de Dios y Jesucristo, etc., entonces son okupas, es decir: no están en su sitio. Les está haciendo falta el buen pasto, es decir, una formación cristiana genuina y exigente. Deberían ser llamados a la conversión por la Palabra y los Sacramentos, y si no están por la labor ser expulsados como mercaderes del templo. Es duro decirlo, pero ¿qué oveja nueva querrá entrar en un rebaño que no es reflejo del Espíritu del Buen Pastor? 

No se debe olvidar nunca que Jesús es “la puerta de las ovejas”. En él tenemos la entrada al redil. Además de pastor, Jesús es pasto y alimento (Pan de Vida). ¿Qué papel juega el Buen Pastor Jesús en la vida de mi comunidad? Es una pregunta para pastores y ovejas de la Iglesia. ¿Es Jesús el centro de todo en la vida de la parroquia, o es el “argumento” para que determinadas personas o cosas ocupen ilegítimamente el centro? La vida de la Iglesia no depende de nuestros títulos, planes y proyectos, sólo Él puede alimentar esa vida. “Señor, a quien iremos, solo tú tienes palabras de vida eterna”. 

Estamos muy confiados pensando que quienes necesitan conocer a Dios son sólo los que no están en el rebaño, y nos equivocamos. Muchos de los que forman parte de la comunidad desconocen al Buen Pastor. Intenta hablarles del Dios de Jesucristo más allá de las fórmulas litúrgicas y lo políticamente correcto; háblales de tu vida con Jesús como hablas de tus relaciones familiares o de amistad. Si ponen cara de póquer es que algo rechina. 

¿Se puede ser buen cristiano sin relación personal con Jesús? Porque a sus ovejas “las llama por su nombre” y “ellas conocen su voz”, es decir, hay una cercanía, una experiencia-diálogo intimo entre oveja y Pastor. Entrar por “la puerta del conocimiento de Jesús” es básico para no ser un okupa.

Jesucristo como puerta y pastor | Alfa y Omega

Concluyendo

Palabra de Dios, oración-sacramentos, caridad, son el pienso con que se alimenta el Pueblo de Dios. Ser buenos pastores  es procurar esto a las comunidades. La caridad cristiana tiene dos vertientes: "koinionía" (comunión interna entre el grupo de creyentes) y "diakonía" (servicio de caridad hacia los más pobres, creyentes o no). 

La "diakonía", Caritas de la Iglesia, es muy necesaria en la Iglesia sobre todo en un mundo donde el lenguaje de la "ayuda solidaria" es bien entendido por todos; y no está mal que se sirva a los más pobres. Pero esa "diakonía" sólo será implícitamente evangelizadora si se hace desde la "koinonía", o comunión fraterna. Y a esta solemos darle menos importancia que a la otra. 

Si no queremos hacer de la Iglesia una ONG entre muchas, lo cual supondría su desaparición como Iglesia de Jesucristo, habrá que dotarla del alimento espiritual cristiano, es decir: Palabra, Sacramento y Comunión interna. Está muy bien que la gente acuda a las parroquias a pedir  atención primaria y bolsas de comida; pero no olvidemos que la misión específica de la Iglesia es la de dar el pan espiritual que es Cristo. Y éste es tan importante, que el otro depende de Él. Sin Cristo no habrá paz, justicia y fraternidad. 

Es importante, por tanto, apacentar a la comunidad (koinonía), no sea que queriéndonos justificar con una  caridad cristiana un tanto impostada (diakonía, caritas meramente asistencial), nos quedemos sin Iglesia y sin servicio de atención a los pobres.

Si se vacían las Iglesias, ¿quien trabajará en Cáritas? No sólo de pan vive el hombre. ¿Creéis que la crisis que se derivará del covid-19 será solamente económica? ¿El amor y la acogida serán más necesarias que nunca? Jesús es la puerta que nos introduce en la "koinonía" (comunión de amor); sin la fuerza  que nace de la comunidad es imposible sostener una "diakonía" (servicio) genuinamente cristiana.

La experiencia de la pandemia va generando preguntas y anhelos en muchas personas. ¿Están nuestras parroquias preparadas para atender a las necesidades espirituales de quienes sientan la llamada a una vida nueva? Tras las grandes crisis es necesario un buen acompañamiento espiritual que ayude a levantarse a los afectados. ¿Están nuestras parroquias lo suficientemente llenas del Espíritu de Dios, tan fuertes en la fe, como para enderezar a los que se doblan, yendo más allá de la ayuda puntual de una bolsa de alimentos o el pago de una factura de electricidad? 

La Iglesia no dispone de recursos económicos suficientes para hacer frente a problemas económicos de gran calado. Esas soluciones corresponden a las fuerzas políticas y económicas del país; pero tenemos algo que estas autoridades no tienen: «No tengo plata ni oro -dijo Pedro al cojo que pedía en la puerta del templo- , pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda». (Hch 3,6). Esta es nuestra aportación, el nombre de Jesús como fuerza capaz de levantar el ánimo y ponerlo en marcha hacia un mundo más justo. 

Nunca es tarde para reestructurar la vida de nuestras parroquias. Y este tiempo de cambio y necesidad será una buena oportunidad para ello. Cristo es la inyección, la medicina que necesitamos. Se trataría de reforzar nuestras comunidades con la vitamina del Espíritu de Jesús, abrir la conciencia intelectual y espiritual de nuestra feligresía a la tradición cristiana más genuina: ser cuerpo de Cristo y poner su nombre en la mesa de los problemas. Reforcemos el Cuerpo de Cristo. Y no juguemos a salvar una oveja perdida cuando tenemos sedientas y hambrientas las noventa y nueve.

Casto Acedo. paduamerida@gmail.com. Mayo 2020

1 comentario:

  1. Me ha encantado la reflexión. Ahora que hay tiempo de leer y de reflexionar sobre lo que nos dicen los evangelios, leerte me está ayudando a superar los momentos de abatimiento, como el de hoy. Gracias por la reflexión y el nuevo enfoque.

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