Domingo XXXI, Tiempo Ordinario, ciclo B
Deut 6,2-6 - Heb
7,23-28 - Mc 12,28-34
Si quieres saber
lo que vale tu amor, mira a dónde te conduce.
No les hemos dicho: no amen, sino no se
aten a las cosas terrenales;
solo así amarán con toda libertad al
Creador de todas las cosas.
Si tú te hallas muy atado a alguna cosa
de este mundo,
es como si tuvieras goma en las alas, no
eres capaz de volar.
Al contrario, si te encuentras
desprendido de las cosas terrenales,
tus alas estarán libres de todo aquello
que te paraliza, y tú tomarás
vuelo con la ayuda de dos mandamientos:
el amor a Dios y el amor
a tu prójimo. ¿A dónde ir sino hacia
Dios? Tú te remontas volando,
porque
tú subes amando (San Agustín: Comentario
al Salmo 121,1).
Este
pueblo me honra con los labios
Camino a la tierra prometida, Dios hace
una alianza con su pueblo:
Yo
seré tu Dios y tú serás mi pueblo. Desde entonces, el pueblo
se
compromete cumplir con los mandamientos de Dios (Ex 20,1ss).
Sin
embargo, en la época de Jesús había más de seiscientos preceptos
que
se debían observar, dejando de lado el
mandamiento de Dios.
Por
ejemplo: -el descanso del sábado (Mc 2,23ss;
3,1-6),
-comer
con las manos impuras, es decir, sin lavárselas (Mc 7,1-5),
-dejar
el mandato de Dios para cumplir las tradiciones (Mc 7,6-13),
-no
comer la carne de animales impuros (Mc 7,14-23)… etc.
Ahora
bien, después de ingresar a la ciudad de Jerusalén, Jesús:
-denuncia
a los que han hecho del templo una cueva de ladrones,
-desenmascara
las intenciones homicidas de las autoridades religiosas,
-discute
con fariseos y herodianos sobre el tributo al César,
y
con los saduceos sobre la resurrección de los muertos (Mc 11 y 12).
En
este contexto, un maestro de la ley que ha escuchado aquellas
discusiones
y viendo que las respuestas de Jesús son perfectas,
se
acerca y le pregunta: ¿Cuál es el mandamiento más importante?
Jesús
le responde a partir de dos textos del A.T: Amarás al Señor,
tu
Dios
(Dt 6,5)…Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Lev 19,18).
Amarás
al Señor, tu Dios, con todo tu corazón
-Amamos a Dios,
amigo de la vida, pues Él al crearnos a su imagen,
nos
ha hecho hijos suyos para que todos nos amemos como hermanos.
-Amamos a Dios, porque Él nos amó primero (1Jn 4,10)
-Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su
Hijo único, para que
los que creen en Él no mueran, sino
tengan vida eterna
(Jn 3,16).
-Padre, la vida eterna consiste en que te
conozcan a ti, el único Dios
verdadero y a tu enviado Jesucristo… Que
todos sean uno, como
tú estás en mí y yo en ti; que también
ellos sean uno en nosotros,
para que el mundo crea que tú me
enviaste
(Jn 17).
-Conocemos lo que es el amor, en que
Jesucristo dio su vida por
nosotros. Por eso, también nosotros
debemos dar la vida por nuestros
hermanos. Si uno es rico y viendo a su
hermano necesitado le cierra
el corazón y no se compadece, ¿cómo
puede amar a Dios? Hijitos,
no amemos con la boca, sino con obras y de verdad (1Jn 3,16ss).
Amarás
a tu prójimo como a ti mismo
-Si uno dice que ama a Dios y odia a su hermano, es un
mentiroso.
¿Puede amar a Dios a quien no ve, y no
amar al hermano a quien ve?
El mandato que Jesucristo nos ha dado es
el siguiente:
quien ama a Dios que ame también a su
hermano
(1Jn 4,19-21).
-El amor es paciente y servicial, no es
envidioso ni busca aparentar,
no es orgulloso, ni actúa con bajeza, no
busca su interés, ni se irrita,
sino que deja atrás las ofensas y las
perdona, nunca se alegra
de la injusticia, y siempre se alegra de
la verdad. Todo lo aguanta,
todo lo cree, todo lo espera, todo lo
soporta
(1Cor 13).
-Acerca de la corrección fraterna,
reflexionemos sobre lo que dice
San
Bernardo (1090-1153) al Papa Eugenio III (1145-1153):
Vives junto al sepulcro de Pedro. Él
jamás se presentó vestido
de sedas, cargado de joyas, cubierto de
oro, montado sobre blanco
caballo, escoltado por soldados y
acompañado de aparatoso séquito.
Pero despojado de todo eso, tuvo
suficiente fe para creer que podría
cumplir el mandato del Salvador: ‘Si me
amas, apacienta mis ovejas’.
Es
como para pensar que tú no eres el sucesor de Pedro,
sino
del emperador Constantino… Heredero como
eres del Pastor,
no debes avergonzarte de anunciar el
Evangelio.
(De consideratione, cap. 6: Que predique
a los demás con su vida).
Amar a Dios y al prójimo vale más que todas las
ofrendas.
J. Castillo A.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu comentario puede ayudar a mejorar este blog