16º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo B
Jer 23,1-6 - Ef
2,13-18 - Mc 6,30-34
En el Evangelio de hoy, dos grupos se
reúnen con Jesús:
-Los doce apóstoles que acaban de volver
de la misión,
a
ellos Jesús les dice: Vengan ustedes
solos a descansar un poco.
-Unas cinco mil personas que andan como ovejas sin pastor.
Jesús
se compadece y se pone a enseñarles con calma.
Vengan
a descansar un poco
Después de enseñar y sanar enfermos en la
sinagoga de Cafarnaún,
sanar
a la suegra de Pedro, y sanar
a muchos enfermos
que han acudido,
la fama de Jesús se divulga rápidamente
por todas partes;
fue
entonces cuando Él se va solo a
orar, a un despoblado
(Mc 1,21-39).
Desde
esta experiencia, Jesús quiere que sus seguidores
busquen primero el Reinado de Dios y su
justicia,
dejando
de lado aspiraciones mundanas de poder, fama, títulos…
Por eso, cuando vuelven los apóstoles
después de predicar y sanar,
Jesús
los lleva a un lugar despoblado a descansar un poco;
a
reflexionar -en el silencio- que todo discípulo es un simple servidor.
Hoy,
muchos vivimos: ahogados en un activismo deshumanizador,
sometidos
a fríos cálculos económicos, obligados a vegetar sin rumbo.
Lo que
más me sorprende del hombre occidental,
es que pierden la salud para ganar
dinero,
después pierden el dinero para recuperar
la salud.
Y por pensar ansiosamente en el futuro no disfrutan el presente,
por lo que no viven ni el presente ni el
futuro.
Y viven como si no tuviesen que morir nunca,
y mueren como si nunca hubieran vivido (Dalai Lama,
24/ mar/2014).
Muy
diferente si buscamos tiempo para
meditar y encontrarnos:
-con
Dios, amigo de la vida, defensor de los
oprimidos.
-con
los demás, preferentemente con los pobres
cada vez más pobres;
-con
nosotros mismos, convertirnos, creer y
practicar el Evangelio; y
-con
nuestra madre tierra, que nos sustenta y
produce diversos frutos.
Andan
como ovejas sin pastor
Si caminamos, como Jesús, por pueblos y
ciudades de nuestro país,
vamos
a encontrar una inmensa multitud de niños, jóvenes y adultos;
que
sufren no solo pobreza sino miseria… sufren exclusión social…
son
tratados como objetos sobrantes… son como ovejas sin pastor…
Sin
embargo, todos ellos son personas con rostros muy concretos,
en los que deberíamos reconocer los
rasgos sufrientes de Cristo:
*Son
niños huérfanos de padres vivos (que
los han abandonado),
golpeados
por la pobreza, y explotados cuando encuentran trabajo…
*Son
jóvenes desorientados por no
encontrar un lugar en la sociedad,
frustrados
por falta de oportunidades de capacitación y ocupación…
*Son
campesinos e indígenas privados de
la tierra donde nacieron,
porque
sin su consentimiento, sus tierras
pertenecen a los poderosos…
*Son
obreros que no pueden organizarse ni
defender derechos,
que
sobreviven con un miserable sueldo mensual de 930 soles,
mientras
nuestros congresistas ganan mensualmente 30,000 soles…
*Son
desempleados y sub-empleados
sometidos a fríos cálculos
del
sistema económico neocolonialista, para que otros vivan mejor…
*Son
marginados y hacinados urbanos que
viven en la miseria,
frente
a la ostentación de riqueza de ciertos grupos privilegiados…
*Son
ancianos, cada día más numerosos,
marginados: de la sociedad,
y
del progreso que prescinde de las personas que no producen…
(Puebla, n.32-39. Santo
Domingo, n.178. Aparecida, n.65 y 402).
Ante estos desafíos, los cristianos y
personas de buena voluntad:
debemos
ver el mundo que nos rodea con los ojos de Jesús…
ver también con un corazón
compasivo… y -sobre todo- dar vida.
El
futuro de la humanidad no está únicamente en manos
de los grandes dirigentes, las grandes
potencias y las elites.
Está
fundamentalmente en manos de los pueblos,
en su capacidad de organizarse y también
en sus manos que riegan
con humildad y convicción este proceso
de cambio. Los acompaño.
Y cada uno, repitámonos desde el corazón:
ninguna familia sin vivienda, ningún campesino
sin tierra,
ningún trabajador sin derechos, ningún pueblo sin soberanía,
ninguna persona sin dignidad, ningún niño
sin infancia,
ningún joven sin posibilidades, ningún anciano sin venerable vejez.
Sigan con su lucha y, por favor,
cuiden mucho a la madre tierra.
(Papa
Francisco, en Santa Cruz, Bolivia, 9 de julio 2015).
J. Castillo A.
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