miércoles, 18 de julio de 2018

Al ver la multitud, Jesús se compadece

16º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo B
Jer 23,1-6  -  Ef 2,13-18  -  Mc 6,30-34

   En el Evangelio de hoy, dos grupos se reúnen con Jesús:
-Los doce apóstoles que acaban de volver de la misión,
a ellos Jesús les dice: Vengan ustedes solos a descansar un poco.
-Unas cinco mil personas que andan como ovejas sin pastor.
Jesús se compadece y se pone a enseñarles con calma.

Vengan a descansar un poco
   Después de enseñar y sanar enfermos en la sinagoga de Cafarnaún,
sanar a la suegra de Pedro, y sanar a muchos enfermos que han acudido,
la fama de Jesús se divulga rápidamente por todas partes;
fue entonces cuando Él se va solo a orar, a un despoblado (Mc 1,21-39).
Desde esta experiencia, Jesús quiere que sus seguidores
busquen primero el Reinado de Dios y su justicia,
dejando de lado aspiraciones mundanas de poder, fama, títulos…
   Por eso, cuando vuelven los apóstoles después de predicar y sanar,  
Jesús los lleva a un lugar despoblado a descansar un poco;
a reflexionar -en el silencio- que todo discípulo es un simple servidor.
   Hoy, muchos vivimos: ahogados en un activismo deshumanizador,
sometidos a fríos cálculos económicos, obligados a vegetar sin rumbo.
   Lo que más me sorprende del hombre occidental,
es que pierden la salud para ganar dinero,
después pierden el dinero para recuperar la salud.
   Y por pensar ansiosamente en el futuro no disfrutan el presente,
por lo que no viven ni el presente ni el futuro.
   Y viven como si no tuviesen que morir nunca,
y mueren como si nunca hubieran vivido (Dalai Lama, 24/ mar/2014).
   Muy diferente si buscamos tiempo para meditar y encontrarnos:
-con Dios, amigo de la vida, defensor de los oprimidos.
-con los demás, preferentemente con los pobres cada vez más pobres;
-con nosotros mismos, convertirnos, creer y practicar el Evangelio; y
-con nuestra madre tierra, que nos sustenta y produce diversos frutos.

Andan como ovejas sin pastor
   Si caminamos, como Jesús, por pueblos y ciudades de nuestro país,
vamos a encontrar una inmensa multitud de niños, jóvenes y adultos;
que sufren no solo pobreza sino miseria… sufren exclusión social…
son tratados como objetos sobrantes… son como ovejas sin pastor
   Sin embargo, todos ellos son personas con rostros muy concretos,
en los que deberíamos reconocer los rasgos sufrientes de Cristo:
*Son niños huérfanos de padres vivos (que los han abandonado),
golpeados por la pobreza, y explotados cuando encuentran trabajo…
*Son jóvenes desorientados por no encontrar un lugar en la sociedad,
frustrados por falta de oportunidades de capacitación y ocupación…
*Son campesinos e indígenas privados de la tierra donde nacieron,
porque sin su consentimiento, sus tierras pertenecen a los poderosos…
*Son obreros que no pueden organizarse ni defender derechos,
que sobreviven con un miserable sueldo mensual de 930 soles,
mientras nuestros congresistas ganan mensualmente 30,000 soles…
*Son desempleados y sub-empleados sometidos a fríos cálculos
del sistema económico neocolonialista, para que otros vivan mejor…
*Son marginados y hacinados urbanos que viven en la miseria,
frente a la ostentación de riqueza de ciertos grupos privilegiados…
*Son ancianos, cada día más numerosos, marginados: de la sociedad,
y del progreso que prescinde de las personas que no producen…
(Puebla, n.32-39.  Santo Domingo, n.178.  Aparecida, n.65 y 402).
   Ante estos desafíos, los cristianos y personas de buena voluntad:
debemos ver el mundo que nos rodea con los ojos de Jesús…
ver también con un corazón compasivo… y -sobre todo- dar vida.
   El futuro de la humanidad no está únicamente en manos
de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las elites.
Está fundamentalmente en manos de los pueblos,
en su capacidad de organizarse y también en sus manos que riegan
con humildad y convicción este proceso de cambio. Los acompaño.
   Y cada uno, repitámonos desde el corazón:
ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra,
ningún trabajador sin derechos, ningún pueblo sin soberanía,
ninguna persona sin dignidad, ningún niño sin infancia,
ningún joven sin posibilidades, ningún anciano sin venerable vejez.
   Sigan con su lucha y, por favor, cuiden mucho a la madre tierra.
(Papa Francisco, en Santa Cruz, Bolivia, 9 de julio 2015).
J. Castillo A.

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