15º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo B
Am 7,12-15 - Ef
1,3-14 -
Mc 6,7-13
La Iglesia
siente cada vez más fuerte
el impulso del Espíritu a ser pobre entre los pobres,
a recordar la necesidad de conformarse con el ideal de
pobreza
predicado
y practicado por Jesús (Juan Pablo II, 24 noviembre 1994).
Por eso, cuando
des un banquete invita a pobres, mancos,
cojos,
ciegos;
y tú serás feliz porque ellos no
pueden pagarte
(Lc 14,13s).
Hacen
falta cristianos ligeros de equipaje
Jesús no se desanima por el desprecio que
recibe en Nazaret.
Sigue
enseñando en los pueblos vecinos y, para esta misión,
envía
a sus discípulos con indicaciones precisas que valen para hoy:
Predicar
la conversión, desde la pobreza… y sanar a los enfermos…
El 16 de nov.1965, cuarenta obispos del
Concilio Vaticano II
firmaron:
El
pacto de las catacumbas. He aquí algunos compromisos:
-Procuraremos
vivir según el modo ordinario de
nuestra población
en lo que toca a casa, comida, medios de
locomoción…
-Renunciamos
para siempre a la apariencia y la
realidad
de la riqueza, especialmente, en el vestir
(ricas vestimentas,
colores llamativos) y en símbolos de metales
preciosos…
-Rechazamos
que… nos llamen con nombres y
títulos que expresen
grandeza y poder (Eminencia, Excelencia,
Monseñor)…
En
consecuencia: *Donde hay desigualdad, hace
falta una Iglesia
que sea Pueblo de Dios, germen de
vida, dignidad, justicia, paz.
*Donde
los ricos se imponen con violencia, hace
falta una Iglesia
que
camine
en medio del pueblo, con misericordia y
olor a oveja.
*Donde
hay gastos en adornos superfluos, hace
falta una Iglesia
pobre entre los pobres, servidora y
profética ante las injusticias.
*Donde
hay corrupción, hace falta una Iglesia
que tome distancia
del
sistema económico y político vigente, que
opte por las víctimas,
denunciando
a los responsables que explotan a las personas sencillas.
Nosotros, no podemos callar lo que hemos
visto y oído (Hch 4,20).
Quédense
en la casa donde entren
Jesús deja de lado el lujoso templo de Jerusalén y
las sinagogas,
y
da más importancia a la familia, al hogar, a la casa. Él nos dice:
Cuando
entren en una casa, quédense allí hasta que se marchen…
En
nuestros días, si los párrocos conociéramos a nuestros fieles,
no
sería necesario exigir a los novios tantos requisitos;
ni
abandonarlos a su suerte, después de la ceremonia religiosa.
¿Puede una madre olvidar y dejar de amar
al hijo de sus entrañas?
Pero, aunque ella se olvide, yo tu Dios
no te olvidaré (Is
49,14ss).
Que
nuestra pastoral familiar acompañe a
los esposos,
en los primeros años de la vida
matrimonial
(AL, 2016, n.217ss).
Sobre
la familia, el Papa Juan Pablo II -en Puebla- dijo lo siguiente:
Haced todos los esfuerzos para que haya una pastoral familiar.
Luego
insiste en dar prioridad a esta pastoral, pues la evangelización
-en el futuro- depende en gran parte de la Iglesia doméstica (1979).
Teniendo
en cuenta estas palabras, el Documento de Puebla afirma:
Urge un diligente cuidado pastoral para
evitar males provenientes de
-la falta de educación en el amor,
-la falta de preparación al matrimonio,
-el descuido de la evangelización de la familia, y
-de la formación de los esposos para la
paternidad responsable (578).
La
Pastoral Familiar es
evangelizadora, profética y liberadora…
Busca caminos para que las parejas y las familias puedan avanzar
en su vocación al amor y en su misión de
formar personas,
educar en la fe, contribuir al
desarrollo
(n.591ss).
Sobre la vida humana y el medio ambiente,
el Papa Francisco dice:
Entre
los pobres más abandonados
y maltratados,
está nuestra oprimida y devastada tierra (LS, n.2). Luego añade:
Contra la llamada cultura de la muerte,
la
familia constituye la
sede de la cultura de la vida…
En
la familia se cultivan los
hábitos de amor y cuidado de la vida,
por ejemplo, el uso correcto de las
cosas, el orden, la limpieza,
el respeto al ecosistema local y la
protección de todo lo creado…
En
la familia se aprende a
pedir permiso sin avasallar,
a decir gracias como expresión de una
sentida valoración
de las cosas que recibimos, a dominar la
agresividad
o la voracidad, y a pedir perdón cuando
hacemos algún daño.
Estos pequeños gestos ayudan a construir
una cultura de la vida.
J. Castillo A.
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