miércoles, 9 de diciembre de 2015

Qué debemos hacer

3º Domingo de Adviento (ciclo C)
Sof 3,14-18  -  Flp 4,4-7  -  Lc 3,10-18

   La gente, al escuchar a Juan y ver el testimonio de su vida sencilla,
reacciona positivamente y exclama: ¿Qué debemos hacer?
   Cierto día, un hombre rico llega corriendo, se arrodilla ante Jesús y
le pregunta: ¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna? (Mc 10).
   Los que oyen a Pedro y a los Once, conmovidos por el anuncio
de Jesús resucitado, dicen: ¿Hermanos, qué debemos hacer? (Hch 2).
   No basta decirdebemos hacer la voluntad de Dios Padre (Mt 7).

Compartir tu pan con el hambriento
   A la multitud que se acerca y le pregunta: ¿Qué debemos hacer?
Juan el Bautista, siguiendo lo dicho por el profeta Isaías (58,7),
responde: El que tenga dos abrigos, dé una al que no tiene,
y el que tenga para comer haga lo mismo.
   El hambre, la sed, la desnudez, la enfermedad… no se solucionan
con promesas vacías ni con proyectos paliativos que no van
a las causas de la injusticia, de la violencia, de la corrupción…
Hacen falta acciones concretas y gestos de verdadera solidaridad.
   Hoy en día, muchos devotos del Niño Jesús, en vez de solidarizarse
con las personas necesitadas, prefieren alquilar costosos disfraces…
divertirse al compás de orquestas y bandas… comer y beber…
Y así, mientras unos pasan hambre, otros están borrachos (1Cor 11).
¿Quiénes son los que se benefician con esos gastos superfluos?
   Ojalá tengamos la capacidad de oír el mensaje del profeta Isaías:      
Esto dice el Señor: Sus solemnidades y fiestas las detesto.
Cuando ustedes levantan las manos para orar, yo cierro los ojos;
por más que multipliquen sus oraciones, yo no las escucho.
¡Sus manos están manchadas de sangre! ¡Lávense, purifíquense!
¡Aparten de mi vista sus malas acciones! ¡Dejen de hacer el mal!
¡Aprendan a hacer el bien, esfuércense en hacer lo que es justo,
ayuden al oprimido, hagan justicia al huérfano,
defiendan los derechos de la viuda! (Is 1,14-17).

No cobren más de lo debido
   También algunos cobradores de impuestos o publicanos que van
a bautizarse, preguntan al profeta Juan: ¿Qué debemos hacer?
Estos cobradores son considerados pecadores, colaboran con Roma,
y explotan a los demás exigiendo sumas superiores a las establecidas.
A todos ellos, Juan les dice: No exijan más de lo que está ordenado.
   Tiempo después, un cobrador de impuestos, llamado Zaqueo,
acoge con alegría a Jesús y, desde ese momento, su vida cambia,
piensa en los pobres, se levanta y dice a Jesús resueltamente:
La mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres, y a quienes 
exigí algo injustamente, les devolveré cuatro veces más (Lc 19).
   Un mundo nuevo -más justo y fraterno- es posible, si en vez
de amontonar riquezas materiales como el rico necio (Lc 12,19);
nos solidaricemos con los necesitados compartiendo nuestros bienes,
para que no haya entre nosotros ningún necesitado (Hch 4,34).

No maltraten ni hagan denuncias falsas
   Unos soldados le preguntan: Y nosotros, ¿qué debemos hacer?
Juan les contesta: No maltraten a nadie, no hagan denuncias falsas.
   Al respecto es doloroso recordar casos increíbles como el siguiente:
Un 13 de diciembre de 1984, un grupo de malos y cobardes militares
ingresan a la comunidad campesina de Putis (Ayacucho-Perú).
Convocan con engaños a los campesinos, refugiados en los cerros
por miedo a las incursiones del grupo terrorista Sendero Luminoso.
Con el pretexto de construir un criadero de truchas, los militares
obligan, a unos 123 comuneros, a cavar una enorme fosa.
Quién se iba a imaginar que esa fosa iba a ser su propia tumba.
Mientras los campesinos cavan, los militares violan a las mujeres;
luego, asesinan a todos de seis en seis y los entierran en la fosa.
Ese día, hombres y mujeres; niños, jóvenes, adultos y ancianos,
fueron “llevados al matadero como corderos y ovejas” (Is 53,7).
(Cf. Revista SIGNOS, Lima, nº 6, septiembre 2009). 
   Ante estas injusticias que claman al cielo, nuestros obispos dicen: 
La Iglesia en el Perú y todos los peruanos debemos pedir perdón por
nuestros pecados de obra y omisión que permitieron y encubrieron
la violación de los más elementales derechos humanos. Pedir perdón
también por la corrupción pública o privada, el afán de  lucro,
las estructuras sociales injustas (Mensaje, 13 diciembre 2003).  
J. Castillo A.

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