miércoles, 21 de mayo de 2014

Yo estoy con ustedes

VI Domingo de Pascua (ciclo A)
Hch 8,5-8.14-17  -  1Pe 3,15-18  -  Jn 14,15-21

 
 Mientras Jesús se despide  de sus discípulos les dice: Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos. También les promete: Pediré al Padre que les dé otro Defensor, el Espíritu de la verdad. Y añade: No les dejaré huérfanos, volveré para estar con ustedes. Esto nos recuerda lo dicho por Isaías sobre el rostro materno de Dios:  ¿Puede una madre olvidar o dejar de amar al hijo de sus entrañas? Pues aunque ella se olvide, yo tu Dios no te olvidaré (Is 49).

Si me aman, cumplirán mis mandamientos
   Durante el tiempo que Jesús anunció el Reino de Dios en Palestina,
caminó por ciudades y pueblos acompañado de sus discípulos.
A todos ellos les amó con el mismo amor con que el Padre le ama.
Han pasado tres años… y entre ellos hay egoísmo, no saben amarse,
discuten y ambicionan ocupar los primeros puestos (Mc 10).
¿Qué será de ellos ahora que Jesús -traicionado por uno de ellos-
será encarcelado, torturado y morirá injustamente crucificado?
   Fue entonces cuando Jesús, insistiendo una y otra vez, les dice:
Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos… El que conoce
mis mandamientos y los cumple, ése es el que me ama.
Jamás debemos olvidar que su mandamiento nuevo es: amarnos
mutuamente como Él nos ama. Si de veras nos amamos unos a otros,
todos reconocerán que somos sus discípulos. No hay otro camino.
   Si amamos a Jesús, escuchemos y practiquemos sus enseñanzas,
preocupándonos -sobre todo- de los insignificantes y necesitados:
que no tienen pan para saciar su hambre… agua para calmar su sed…
techo donde vivir dignamente… vestidos que cubran su desnudez…
Desde todos ellos, el mismo Jesús nos sigue diciendo: si me aman
nos llama a convertirnos… nos invita a un amor comprometido…
Desde ellos, Jesús desenmascara nuestras costumbres religiosas…
rompe nuestra rutina, tranquilidad, egoísmo, indiferencia…
Los pobres nos evangelizan, ellos son los hermanos de Jesús.

El Defensor, el Espíritu de la verdad
   Refiriéndose a la verdad que nos hace libres, Jesús dice a los judíos:
El padre de ustedes es el diablo… Él es asesino desde el principio.
No se mantiene en la verdad, y nunca dice la verdad. Cuando dice
mentiras, habla su lenguaje, él es mentiroso y padre de la mentira.
Pero como yo digo la verdad, ustedes no me creen (Jn 8).
   Esta denuncia de Jesús se aplica, hoy, a ciertas autoridades quienes,
desde el poder, han institucionalizado: corrupción, robo, asesinato.
-Hoy… el poderoso se come al más débil (EG, n.53).
-La adoración del antiguo becerro de oro ha encontrado una versión
nueva y despiadada en la dictadura de la economía sin rostro (ib.55).
-Los excluidos ven crecer ese cáncer social que es la corrupción (60).
   Frente a estos problemas, volvamos nuestra mirada a Jesús.
Él jamás se deja engañar por el poder y bienestar del imperio romano,
tampoco se deja seducir por las ceremonias y las riquezas del templo,
ni por las enseñanzas religiosas de los fariseos y maestros de la ley.
Con palabras y obras, busca el Reino del Padre Dios y su justicia.
Por eso, en el discurso de despedida, anima a sus discípulos diciendo:
Pediré al Padre que les envíe otro Defensor, el Espíritu de la verdad,
que estará siempre con ustedes. Los del mundo no lo pueden recibir.

No les dejaré huérfanos
   Es muy triste ver, sobre todo en nuestras calles, niños huérfanos;
y, lo que es más doloroso, ver niños huérfanos de padres vivos.
Lo mismo sucede en la sociedad, donde hay autoridades que en lugar
de servir, amontonan dinero y, para ello, hacen callar o desaparecer...
   Qué diferente el ejemplo de personas sencillas que acogen al pobre:
*Allí está la inocencia de ese niño que al ver a un mendigo descalzo
y mal vestido, levanta sus gorditas manos y le dice: -¡Hola amigo!
Luego, se desprende de su madre y corre para abrazar al mendigo…
Al final, el mendigo le dice: -Señora, Ud. me dio un hermoso regalo.
Los que reciben el Reino de Dios como un niño, entrarán en él.
*También está el joven generoso que da sus cinco panes de cebada
y dos pescados, dando inicio a la multiplicación de los panes (Jn 6).
En lugar de despedir a los hambrientos, debemos darles de comer.
*No olvidemos el ejemplo del buen samaritano, que salva al herido
abandonado en el camino, no así los funcionarios del templo (Lc 10).
Lo que hacemos con los pobres, lo hacemos con Jesús.
J. Castillo A.

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