lunes, 30 de diciembre de 2019

Señor, te he buscado y te ha hallado

Epifanía del Señor: 5 de enero  del 2020
Is 60,1-6  -  Ef 3,2-6  -  Mt 2,1-12

   El Niño Jesús es mala noticia para unos y buena noticia para otros,
es rechazado por unos que están dentro de la comunidad cristiana,
y aceptado por otros que están fuera de nuestra comunidad.
*El rey Herodes quiere saber dónde está el Niño, pero para matarlo.
*Los sacerdotes y los maestros de la ley, saben que el Mesías
ha de nacer en Belén (Miq 5,1s), pero permanecen indiferentes.
*Sin embargo, unos sabios de Oriente buscan y hallan al Niño

En Jerusalén, Jesús es rechazado por las autoridades
   Cuando Herodes se entera que unos sabios de Oriente preguntan:
¿dónde está el Rey de los judíos que acaba de nacer?,
se pone nervioso, teme a ese Niño pobre que ha nacido en Belén,
y para acabar con Él, ordena matar a los niños menores de dos años.
Recordemos que Herodes está al servicio del imperio romano.
Para mantenerse en el poder, asesina no solo a sus enemigos,
sino también a sus propios familiares (cuñado, suegra, esposa e hijos).
   “Los Herodes” que viven hoy, de rodillas ante el capitalismo,
temen perder sus privilegios (poder político y poder económico).
Al respecto, el papa Francisco hace esta denuncia (en EG, n.53):
Hoy, todo entra dentro del juego de la competitividad
y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil.
Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población
se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida.
   Las autoridades religiosas de Jerusalén rechazan a Jesús, porque
han hecho de la Casa de oración… una cueva de ladrones (Mt 21,13).
   Los maestros de la ley y fariseos, expertos en la Escritura,
no hacen nada para seguir el ejemplo de los sabios de Oriente.
Refiriéndose a estos especialistas, años después, Jesús les dirá:
Ustedes estudian las Escrituras con mucho cuidado,
porque esperan encontrar en ellas la vida eterna…
pero ustedes no quieren venir a mí para tener esa vida (Jn 5,39ss).

En Belén, unos sabios extranjeros adoran a Jesús
   El texto de Mateo no dice que son tres reyes, ni de razas diferentes.
Todo eso es imaginación de la tradición cristiana (G. Gutiérrez).
   El mérito de aquellos sabios está en que guiados por una estrella,
lo dejan todo y buscan al que es Camino, Verdad y Vida (Jn 14, 6).
En ellos se cumple lo que dice el profeta Isaías (9,1):
Habitaban en una tierra de sombras y una luz brilló ante sus ojos.
   Después de haber estado en Jerusalén, los sabios llegan a Belén.
Entran en la casa. Ven al Niño con María, su madre. Se arrodillan.
Le adoran. Abren sus cofres y le ofrecen: oro, incienso y mirra.
Desde la época de los Santos Padres (siglo IV) se dice que ofrecen:
oro porque es Rey, incienso porque es Dios, mirra porque padecerá.
Sin embargo, lo que dice Santo Tomás de Aquino es más acertado:
Oro, porque son pobres… Incienso, por el mal olor del establo
Mirra, para la salud del Niño… (Lectura, n.201).
   Reflexionemos sobre las palabras de Tomás de Aquino (1225-1274).
*¿Por qué se permite a quienes buscan y adoran el becerro de oro,
destruir la tierra y explotar a los pobres con salarios miserables?
¿Hasta cuándo los pobres campesinos y nativos de la Sierra y Selva,
seguirán siendo expulsados de la tierra donde han nacido?
*Sobre el mal olor, escuchemos al Papa Francisco, obispo de Roma:
La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más
en un inmenso depósito de porquería. En muchos lugares del planeta,
los ancianos añoran los paisajes de otros tiempos, que ahora se ven
inundados de basura (residuos industriales y productos químicos…).
Muchas veces se toman medidas solo cuando se ha producido
efectos irreversibles para la salud de las personas (Laudato si, n.21).
*Siendo el hambre la causa principal de enfermedades y muertes:
¿Es justo que los fabricantes y traficantes de armas amontonen dinero,
causando enfermedad y muerte a millones de personas indefensas?
¿Qué nos impide seguir los pasos de Jesús, Profeta de la misericordia,
que durante su vida se preocupa y hace el bien a los que sufren?
¿Por qué damos preferencia a ciertas fiestas en honor del Niño Jesús,
dejando de lado (por no decir en el olvido) las enseñanzas de Cristo:
quiero que sean compasivos y no que ofrezcan sacrificios? (Mt 9,13). 
   Teniendo presente el ejemplo de aquellos sabios “extranjeros”,
ojalá nosotros -seguidores de Jesús- con el testimonio de nuestra vida,
podamos decir: Señor, te he buscado y te he encontrado.
J. Castillo A.

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