miércoles, 2 de septiembre de 2015

Jesús lo hace todo bien

Domingo XXIII, Tiempo Ordinario, ciclo B
Is 35,4-7  -  Stgo 2,1-5  -  Mc 7,31-37

   En cualquier pueblo o ciudad hay personas que son como estatuas:
tienen boca y no hablan, tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen,
tienen manos y no hacen nada, tienen pies y no caminan (Sal 115).
Viven indiferentes ante el grito y sufrimiento de los insignificantes.
   Jesús no actúa así. Por donde va, ya sea en Galilea o entre paganos,
todo lo hace bien, hace oír a los sordos y hablar a los mudos.

Jesús hace oír a los sordos
   Jesús se encuentra en la región de la Decápolis, territorio pagano.
Allí, un grupo de personas preocupadas por un sordo y tartamudo,
que vive marginado por la sociedad y la religión, se acercan a Jesús
y le suplican poner las manos sobre él. Al respecto, recordemos
que en aquella época, ciertas enfermedades eran consideradas como
un castigo de Dios por algún pecado cometido. Jesús no piensa así:
Lleva consigo al sordomudo, lo aparta de la gente, mete los dedos
en sus oídos y con la saliva le toca la lengua. Luego, mira al cielo,
suspira y dice al enfermo: ¡Ábrete! De inmediato, aquel hombre
recupera la capacidad de oír y hablar, y se reintegra a la sociedad.
   Este texto es un llamado para cambiar nuestra manera de vivir,
pues, hoy, muchos cristianos tenemos oídos pero somos sordos
ante los gritos de hermanos nuestros que sufren graves injusticias.
¿Qué hacemos cuando hay campesinos e indígenas que son privados
de sus tierras, contaminadas el agua que toman o el aire que respiran;
y todo esto para favorecer a empresas transnacionales?
   Con la ayuda del Señor, digamos con palabras y obras: He visto
la opresión de mi pueblo, he oído sus quejas contra los opresores,
me he fijado en sus sufrimientos, y he bajado para liberarlos (Ex 3).
Para ello, recordemos que el día de nuestro bautismo, el celebrante
-tocando con el dedo pulgar nuestros oídos y nuestra boca- dijo:
El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos,
te conceda, a su tiempo, escuchar su Palabra y proclamar la fe

Jesús hace hablar a los mudos
  En estos últimos años, con la complicidad de los gobiernos de turno,
se sigue entregando nuestros recursos naturales al capitalismo salvaje,
que en nombre del “desarrollo y progreso” destruye y mata.
   Ahora bien, si no hablamos de estos problemas, somos ignorantes.
Si no tenemos la capacidad de denunciar, somos cómplices, porque
nuestra vida y la vida de las futuras generaciones está en peligro. Por
eso: -si seguimos siendo sordos al grito de los pobres y de la tierra;
-si permanecemos indiferentes ante la muerte de miles de  migrantes
que huyen de la miseria causada precisamente por los países ricos;
-si preferimos vivir encerrados en nuestro egoísmo e indiferencia
para dar culto a los ídolos del poder y de la riqueza, etc.
no seremos capaces de  anunciar la Buena Noticia de vida plena,
que Jesús, el Profeta de la misericordia, nos ofrece.
   Pero, ¿por qué hay personas que no ven, no oyen, no hablan?
A veces, somos ciegos, sordos y mudos porque así nos han educado.
Sin embargo, a los grupos que tienen el poder político y económico,
les conviene que la gente sea incapaz de ver, de oír y de hablar.
Para esto: -monopolizan los diversos medios de comunicación,
-crean cortinas de humo para ocultar diversas formas de corrupción,
-multiplican proyectos paliativos para no ir a la raíz de las injusticias.
   Frente a estos desafíos que encontramos en nuestra sociedad,
hacen falta cristianos que oigan las enseñanzas de Jesús,
y las anuncien con el testimonio de vida verdaderamente cristiana:
*Los guardianes de mi pueblo están ciegos, no se dan cuenta de nada,
son perros mudos que no ladran, hambrientos que no se llenan (Is 56).
*Hermanos, ¿acaso no escogió Dios a los pobres de este mundo
para hacerlos ricos en la fe y herederos del Reino que prometió a los
que le aman? Ustedes, en cambio, desprecian al pobre (1ª lectura).
*Llaman a Pedro y Juan y les prohíben terminantemente hablar
y enseñar en nombre de Jesús. Pedro y Juan les respondieron:
-Nosotros, no podemos callar lo que hemos visto y oído (Hch 4,18ss).
*Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos
visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y han palpado
nuestras manos, es lo que les anunciamos: la Palabra de vida.
Esta vida se manifestó: la vimos, damos testimonio y les anunciamos
esta vida eterna que estaba junto al Padre (1Jn 1,1-2).   
J. Castillo A.

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