miércoles, 22 de julio de 2015

Dar desde nuestra pobreza

Domingo XVII, Tiempo Ordinario, ciclo B
2Re 4,42-44  -  Ef 4,1-6  -  Jn 6,1-15

   Jesús y sus discípulos pasan a la otra orilla del lago de Galilea.
Al ver a aquella multitud, Jesús piensa en el hambre que tienen; y
luego, gracias a la generosidad de un joven, bendice y reparte el pan.

Aquí hay un joven que tiene cinco panes de cebada
   Al preguntar Jesús: ¿dónde compraremos pan para darles de comer?
Felipe, pensando en el dinero, responde con realismo: Doscientas
monedas de plata no bastan para dar a cada uno un pedazo de pan.
   Dinero hay, sin embargo -como dijo el Papa Francisco en Bolivia-
la ambición desenfrenada de dinero es “el estiércol del diablo”
se convierte en ídolo, dirige las opciones de los seres humanos…
arruina la sociedad, condena al hombre, lo convierte en esclavo,
destruye la fraternidad interhumana, enfrenta pueblo contra pueblo
y, como vemos, incluso pone en riesgo esta nuestra casa común.
   Luego, pasando a la orilla de los más pobres, el Papa pregunta:
¿Qué puedo hacer yo artesano, vendedor ambulante, transportista,
trabajador excluido si ni siquiera tengo derechos laborales?
¿Qué puedo hacer yo, campesina, indígena, pescador que apenas
puedo resistir el avasallamiento de las grandes corporaciones?
¿Qué puedo hacer yo desde mi villa, mi chabola, mi población,
mi rancherío cuando soy diariamente discriminado y marginado?...
   Al responder, el Papa respalda a los Movimientos Populares
diciendo: Pueden hacer mucho. Ustedes, los más humildes,
los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho.
Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está,
en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse
y promover alternativas creativas (Santa Cruz, 9 julio 2015).
   Entre estas alternativas creativas, está la generosidad de aquel
joven que entrega todo lo que tiene: cinco panes de cebada
-el pan de los pobres- y dos peces. Lo mismo hace la pobre viuda,
desde su pobreza, da todo lo que tiene para vivir (Mc 12,41ss).

Jesús toma los panes, da gracias y los reparte
   Jesús nos muestra un camino sencillo que está al alcance de todos:
compartir el pan con los que tienen hambre, como hace aquel joven.
*Jesús manda que todos se sienten, había allí hierba abundante.
   Otro mundo es posible, si en vez de vestir y comer regiamente, los
ricos pudieran invitar a los pobres Lázaros y comer con ellos (Lc 16):
Me hace reposar en verdes pastos. Y prepara un banquete (Sal 23).
*Jesús ora, dando gracias al Padre del cielo, amigo de la vida.
   Agradecer a Dios que nos da, como un regalo, todo cuanto existe.
En vez de destruir la tierra, debemos cultivarla y cuidarla (Gen 2,15).
Justamente, en la Eucaristía, agradecemos a Dios por el pan y el vino
diciendo: Fruto de la tierra y del trabajo del hombre y de la mujer.
Que la tierra, nuestra casa, no sea un inmenso depósito de porquerías;
y no sigamos explotando a los trabajadores con salarios de hambre.
*Jesús, al repartir los panes y los peces, nos pide hacer lo mismo.
   Recordemos el ejemplo de las primeras comunidades cristianas:
No había entre ellos ningún necesitado, porque lo que poseían
campos o casas los vendían, y entregaban el dinero a los apóstoles
quienes repartían a cada uno según su necesidad (Hch 4,32-36).
   San Justino mártir (+165) pide que durante la Fracción del Pan:
Cada uno, según su voluntad, dé lo que puede, para socorrer:
-a los huérfanos, -a las viudas, -a los que por enfermedad o por
cualquier otra causa están necesitados, -a los encarcelados, -a los
forasteros de paso; en una palabra, -a cuantos padecen necesidad.
   Los injustos jamás comprenderán esos gestos de generosidad,
pues: La ofrenda a Dios hecha de cosas mal habidas, es impura.
A Dios no le agrada lo que ofrecen los malvados. El Altísimo
no acepta las ofrendas de los impíos. Robar algo a los pobres
y ofrecérselo a Dios es como matar un hijo ante los ojos de su padre.
La vida del pobre depende del poco pan que tiene, quien se lo quita,
es un asesino. Quitarle el sustento al prójimo es como matarlo,
no dar al obrero su salario es quitarle la vida (Eclo 34,18ss).   
   Cuando el joven rico se va triste, Jesús dice a sus discípulos:
Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja, que
para un rico entrar en el Reino de Dios (Mc 10,24ss). Ahora bien,
si un camello pasa por el ojo de una aguja ya no es un camello, y
si un rico entra en el Reino de Dios ya no es rico (Bruce Chilton).
J. Castillo A.
  

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