jueves, 23 de julio de 2015

Comerán y sobrará (Domingo 26 de Julio)

Comentario al texto evangélico: Jn 6,1-15
Durante cinco domingos vamos a seguir la lectura del capítulo 6 del Evangelio de  san Juan que se ocupa del milagro de la multiplicación y el discurso del pan de vida. 

 El pan es un símbolo que recoge como ninguno la realidad de las necesidades básicas del hombre: alimento, vestido, vivienda, cuidados médicos elementales, etc. Decir "no tengo pan" es como decir que estoy en la más absoluta indigencia. Así se hallaba ante Jesús la multitud que le buscaba y le seguía. Acudían a escucharle porque vivían en una necesidad perentoria de sentido para sus vidas; y estando en ello surge una necesidad más puntual de comida. Ante la necesidad global de sentido y la primaria de alimento, consciente de ello, Jesús lanza esta pregunta: “¿Con qué compraremos pan para que coman estos?”. ¿Cómo llenar la totalidad de su vida de sentido y como paliar su hambre de pan actual?
La respuesta de Jesús a la necesidad

A la pregunta de Jesús responde Felipe  echando cuentas: “Doscientos denarios de pan no bastan”, la situación no tiene salida, no hay fondos económicos suficientes. Andrés, más práctico, deja a un lado los cálculos y se va a la realidad posible, aunque sin mucha esperanza: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces”.

Hasta ahora sólo tenemos un problema: hambre de la muchedumbre; y unas especulaciones: unos cálculos, unas esperanzas muy pobres… Oscuridad. ¿Quién quitará la piedra del sepulcro para que entre la luz?.

Vista y analizada la situación Jesús va a dar un paso importante; va a poner en marcha el corazón de todos, propone una solución que exigirá el compromiso de sus interlocutores: “Decid a la gente que se siente en el suelo”. Los discípulos debieron quedar un poco desconcertados. ¿No sería mejor que cada uno vuelva a su casa a procurarse la comida? Sin embargo, se sientan; y eran muchos; el evangelio, tal vez exageradamente, dice que “sólo los hombres eran unos cinco mil”. Sea como sea, los discípulos creyeron., y  ya es un primer paso: creen en la palabra de Jesús. No obstante,  el milagro pide también un compromiso, un pequeño signo que muestre que se cree de verdad; en  este caso el signo vendrá de un muchacho que tiene cinco panes y dos peces. Podría negarse a compartirlos, incluso puede que no fueran suyos. Pero ante la necesidad no se arredra y los pone a disposición del maestro de Nazaret. Y Jesús, “tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados. Lo mismo todo lo que quisieron del pescado”. El simbolismo eucarístico es evidente: tomó, bendijo, repartió. Comió la multitud, y para asombro de todos  sobró. El evangelista termina anotando la sorpresa: “cuando se saciaron dijo a sus discípulos: recoged los pedazos que ha sobrado, que nada se desperdicie. Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes que sobraron a los que habían comido”. ¿Y cómo reaccionó la multitud ante el prodigio? Quisieron proclamarlo rey. Una tentación para Jesús. Pero no cae en ella, no se deja embaucar por los laureles del triunfo, “y se retiró otra vez a la montaña, él sólo”.


Unas enseñanzas para tiempos de crisis

1) Estar abiertos a las necesidades de los hombres. Algo recomendable especialmente a los clérigos, a los de toda la vida, y a los nuevos clérigos de la predicación mediática: contertulios y demás predicadores del espectáculo televisivo, amantes de la solidaridad indolora, muy dados, como Felipe y Andrés, a la información y la especulación, pero cobardes para la acción. Una cosa es predicar y otra repartir trigo. Cuando a la prédica no acompaña el testimonio mejor es callar. Jesús, “se da cuenta”, ve la realidad que tiene ante sí, y yendo más allá del discurso, pone remedio a los males. No pocas veces, dice el concilio Vaticano II, el ateísmo es consecuencia del antitestimonio de los que nos llamamos cristianos. Cerrar los ojos al mal y el sufrimiento de los hombres nos hace ateos y hace ateos. No es, pues, tiempo de quejarse de la increencia del mundo sino de ponerle remedio con una evangelización que tenga  como palanca la misericordia.

2) La crisis económica que estamos viviendo (mejor sufriendo) es, al decir de muchos,  una crisis espiritual, y como tal tiene sus raíces en la falta de fe, que no es virtud exclusivamente religiosa, sino también humana: confianza mutua, fe en las posibilidades del hombre para salir juntos de situaciones difíciles, etc. Nadie duda de que, amén de lo económico, también lo espiritual se resiente en nuestra sociedad: corrupción económica, narcisismo de las personas y de los pueblos (nacionalismos excluyentes), idolatría del dinero, solidaridad indolora que no está dispuesta a la compasión (en su sentido de "compadecer" o "sufrir con", etc.  “No podéis servir a Dios y al dinero”, “no sólo de pan vive el hombre”. La respuesta al hambre del prójimo nno se puede limitar a dar lo que me sobra y no me quita nada; la “caridad” en su sentido fundamental es amor de entrega en gratuidad total, y sin límites. Sin esto, no hay salida, por muchos recortes que apliquemos a la economía personal o nacional. Recortar no es amar, amar es dar, poner al servicio del prójimo lo mucho o poco que tengo. Recortando este principio no se llega a nada. ¡Ay si aquel muchacho se hubiera negado a poner sus panes y sus peces!

3) “Hay un muchacho que tiene cinco panes y dos peces”. Un niño, un joven. Tal vez si hubiera sido un adulto, o un viejo, se hubiera reservado su comida. ¿Por qué madurez y  la vejez nos hacen más desconfiados y egoístas? ¿No debería ser al revés? Aquel muchacho tuvo el valor de poner todo lo suyo en común. Y aquello funcionó. Si miramos su actitud en este tiempo de crisis descubrimos que la solución no está en guardar los ahorros en lugar seguro, sino en ponerlos al servicio del bien común. Mientras los grandes bancos y entidades financieras sigan especulando, mientras lo primero en la escala de valores sea el capital (bienes “pasivos”) y no las personas, no podemos esperar el “milagro económico”; este sólo es posible por la aportación generosa de cada persona e institución. Poner todos nuestros “activos” (dinero, inteligencia, valores humanos, justicia social) en común es la solución.

4) No hacer las cosas para ganar medallas, ni dejarse embaucar por las glorias fáciles. El pueblo, que no es tonto, vio el negocio de tener por gobernante a uno que da pan y circo y “quisieron proclamarlo rey”. ¡Menuda bicoca! Con éste ya lo tenemos todo arreglado; cada vez que tengamos hambre nos socorrerá con el espectáculo de  un milagro. ¡Ya pueden ir cerrando las panaderías del país! Pero Jesús “se retiró”, rechazó la tentación del poder; podría haber aprovechado su gesto para hacer campaña electoral y subir en consideración pública, pero no lo hizo. Tal vez nos dice con ello  que el auténtico rey debería ser el muchacho que puso los panes y peces sobre la mesa. El Reino de Dios está allí donde se comparte la vida.

5) Finalmente, anotemos que este signo es una catequesis eucarística. El gesto de Jesús al ofrecer el pan y los peces apunta a algo importante para todos: no desconectar la Eucaristía de la vida. La misa no es una celebración para situarnos una hora a la semana al margen de la vida, sino para poner la vida en el centro de nuestra atención. Una oración (fe) que no mueva a la acción (obras) no es propiamente cristiana. Jesús celebró la Cena Pascual, pero ese signo sólo adquirió sentido con su entrega. ¿No crees que hay mucha relación entre la misa y la vida? Compartir el rito y no compartir nuestros bienes y riquezas personales desvirtúa la esencia de la reunión dominical.

Como conclusión unas preguntas: ¿Qué buscas en Jesús? ¿Qué esperas de la religión? ¿Para qué acudes  cada domingo a misa? Seguramente necesitas, como aquella multitud, “escuchar” a Jesús; o tal vez has visto los signos que hace Jesús con los enfermos; has visto como algunos han sido curados de sus enfermedades o sus desesperanzas, y te han dicho que sanaron por mediación divina. Esto es interesante. Todos buscamos algo en nuestras relaciones. Pero ¿vienes sólo a recibir? Pobre de ti. ¿No has descubierto aún que, como dice la oración franciscana, “es dando como se recibe”? Aquella multitud recibió pan un día. Al día siguiente hubieron de buscarse el sustento. Jesús no les dejó instalarse en “la cultura de la subvención”; les enseñó que el futuro de los hombres y de los pueblos pasa por la justicia y la caridad, por poner en común unos bienes que son de todos. “¡Dadles vosotros de comer! Los grandes cambios, las grandes revoluciones, empiezan en el corazón del  hombre. Mientras tu  despensa esté llena, ¿será digno pedir pan a Dios? Sin  embargo, cuando obedezcas la Palabra del Señor que te dice: Dale tus panes a la gente para que coma, "comerán y sobrará".
Casto Acedo. Julio 2015. paduamerida@gmail.com.

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