19º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo C
Sab 18,6-9 - Heb
11,1-2. 8-19 - Lc 12,32-48
Para no preocuparnos demasiado por la
comida, la bebida, la ropa...
Jesús
nos dice: Busquen el Reino y recibirán también esas cosas.
No
se trata de amontonar bienes materiales sino de compartir,
pues la verdadera felicidad está en acoger a los
hermanos de Jesús:
Estoy a la puerta y llamo. Si alguien
oye mi voz y abre la puerta,
entraré en su casa, cenaré con él y él
conmigo
(Apc 3,20).
No
tengan miedo
Para dominar a la gente, los poderosos
imponen temor y terror.
Es
por eso que Jesús, mientras va formando a sus discípulos, les dice:
No
temas, pequeño
rebaño, porque el Padre decidió darles el Reino.
En
el Reino de Dios, lo pequeño es grande y la riqueza un obstáculo.
Mientras
unos sueñan con una Iglesia rica, de masas, sin memoria;
el
Evangelio de Jesús nos muestra el camino de una Iglesia servidora,
ligera
de equipaje, en salida, pobre entre los pobres, misericordiosa…
San
Juan Crisóstomo (349-407), obispo de Constantinopla,
defendió
-en sus homilías- a los pobres despreciados;
y,
al mismo tiempo, denunció el lujo y la avaricia de los ricos.
Por
esta opción evangélica, fue desterrado en dos oportunidades.
Antes
de partir a la antigua Comana (el Ponto) donde murió, dijo:
Díganme,
¿qué podemos temer?
¿La
muerte? -Para mí la
vida es Cristo, y la muerte una ganancia.
¿El
destierro? -Del Señor es
la tierra y cuanto la llena.
¿La
confiscación de los bienes? -Nada trajimos
al mundo,
de modo que nada podemos llevarnos de
él.
Yo me río de todo lo que es temible en este mundo y de sus bienes.
No
temo la muerte ni
envidio las riquezas.
No tengo deseos de vivir, si no es para
el bien espiritual de ustedes…
Cristo está conmigo, ¿qué puedo
temer?
Que vengan a asaltarme las olas del mar
y la ira de los poderosos,
todo eso no pesa más que tela de
araña...
Felices
los servidores que acogen y alimentan
Después de aquel llamado para confiar en
Dios y superar el miedo,
Jesús
sigue enseñando a sus seguidores, utilizando comparaciones.
*A quienes acumulan dinero, sin pensar
en los pobres, Jesús les dice:
Vendan lo que tienen y repártanlo a los
necesitados.
Actuando
de esta manera, se tiene un tesoro en el corazón de Dios,
donde
ni los ladrones ni la polilla lo pueden destruir.
Hace
falta liberarnos del poder del dinero, como lo hace Zaqueo:
Mira, Señor, la mitad de mis bienes se
la doy a los pobres;
y a quien he exigido algo injustamente,
le devolveré cuatro veces más.
Jesús le dijo: Hoy ha llegado la
salvación a esta casa
(Lc 19,1ss).
*Tener
ajustado el cinturón significa estar listos para actuar, trabajar,
promover,
hacer realidad entre nosotros el Reino de
Dios y su justicia.
Muy
lamentable la sumisión y pasividad de aquellos cristianos,
que
no mueven un dedo para dar vida a los que tienen hambre.
*El tener
las lámparas encendidas se relaciona con las buenas obras:
Procuren que la luz de ustedes brille
delante de la gente,
para que, viendo el bien que hacen,
alaben al Padre
(Mt 5,16).
*La frase: si el dueño de casa supiera a qué
hora vendrá el ladrón…
debe
ayudarnos a estar dispuestos a dar razón
de nuestra esperanza,
pero hacerlo con modestia, respeto y
buena conciencia
(1Pe 3,15s).
¿Estamos
atentos para acoger a Jesús que
viene en sus hermanos:
hambrientos, sedientos, forasteros,
desnudos, enfermos…?
(Mt 25).
*Hay malos servidores que en ausencia y
demora del dueño de casa,
aprovechan la situación para odiar y
maltratar a sus semejantes:
El que ama a su hermano vive en la luz y
no tropieza.
Pero el que odia a su hermano vive y
camina en las tinieblas,
y no sabe a dónde va, porque la
oscuridad ciega sus ojos (1Jn 2,10s).
Jesús llama felices, dichosos, bienaventurados…
a
los servidores que son fieles en acoger y servir a los necesitados,
sobre
todo cuando el dueño de casa llega a la hora menos pensada.
A
todos ellos el Señor les hará sentarse a la mesa y les servirá:
¿Quién es más importante, el que se
sienta a la mesa o el que sirve?
¿No lo es, acaso, el que se sienta a la
mesa?
Pero yo estoy en medio de ustedes como
quien sirve
(Lc 22,27).
Felices
aquellas personas de buena voluntad que desde su pobreza:
comparten
el pan, consuelan al que llora, fortalecen al que sufre.
J. Castillo A.
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