miércoles, 27 de julio de 2016

La avaricia es una idolatría



18º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo C
Ecl 1,2. 2,21-23  -  Col 3,1-5. 9-11  -  Lc 12,13-21

   Mientras Jesús sigue enseñando, un hombre le dice:
Maestro, dile a mi hermano que reparta la herencia conmigo.
   Jesús se niega a intervenir en asuntos familiares de herencia.
Pero, narra una parábola para ir a la raíz del problema: la avaricia;
que siempre ha sido fuente de injusticias…explotaciones…muertes…

Descansa, come, bebe, disfruta
   Jesús conoce los abusos que comenten los terratenientes en Galilea.
Su avaricia no tiene límites: despojan a los campesinos de sus tierras,
los explotan y, en vez de compartir con ellos los frutos de la tierra,
construyen nuevos y grandes graneros para amontonar sus cosechas.
Solo buscan un placer egoísta: descansar, comer, beber, disfrutar
La parábola del rico y el pobre Lázaro nos muestra el mismo problema:
el disfrute ilimitado de uno… frente a la miseria total del otro (Lc 16,19ss).
   Hoy, ante tanta corrupción en un país mayoritariamente cristiano,
bueno sería reflexionar en la siguiente denuncia del profeta Isaías:
Los guardianes de mi pueblo están ciegos, no se dan cuenta de nada.
Todos ellos son perros mudos, que no pueden ladrar.
Se pasan la vida echados y soñando, les encanta dormir.
Son perros hambrientos que nunca se llenan;
son pastores que no entienden nada, cada uno sigue su propio camino,
solo buscan sus propios intereses (Is 56,10s).
   Nuestros obispos en Medellín (cap.16) hicieron algunas denuncias.
Hay quejas, dijeron, de que la Iglesia es rica y aliada de los ricos
y, además, hay un exagerado secreto en el movimiento económico
Hace falta también rechazar las donaciones manchadas con sangre…
   Sobre la cooperación económica internacional, preguntémonos:
¿Por qué existe organismos burocráticos demasiados costosos?
¿Es justo usar a los pobres para mantener esas costosas burocracias?
¿Hay transparencia al informar -a los donantes y a la opinión pública-
sobre el destino de los fondos recibidos? (Benedicto XVI, CV, nº 47).

Necio, ¿para quién será lo que has amontonado?
   Jesús de Nazaret que vive pobremente entre los pobres,
no tiene reparos en denunciar -llamando necio- a aquel terrateniente;
y añade, ¿para quién será lo que has amontonado?
   En nuestros días, los que amontonan oro y plata,
no solo destruyen la madre tierra, nuestra casa común,
sino que pisotean los derechos más elementales de los trabajadores.
Son personas e instituciones con mucho poder político y económico.
Denunciarlos, ayer y hoy, tiene un costo: persecución… muerte…
Sin embargo, el pequeño rebaño de Jesús no debe permanecer mudo.
   A quienes dan primacía al individualismo, y no a lo comunitario…
que dan culto al “dios-dinero”, en lugar de servir al prójimo…
y prefieren el placer egoísta, en vez de dar vida a los necesitados…
el Profeta de Nazaret les hace estas serias denuncias:
*Ay de ustedes, los ricos, porque ya tienen su consuelo (Lc 6,24ss).
*Ustedes no pueden servir a Dios y al dinero (Lc 16,13).
*¡Qué difícil es para los ricos entrar en el Reino de Dios!
Es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja,
que a un rico entrar en el Reino de Dios (Lc 18,24s).
   Sin embargo, Jesús que vino a salvar lo perdido nos sigue diciendo:
El Reino de Dios está cerca, conviértanse y crean en el Evangelio.
Recordemos que tratándose del joven rico, Jesús dice a sus discípulos:
Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios (Lc 18,27).
   Amontonar riquezas materiales es una tentación generalizada,
incluso muchas personas pobres sueñan ser como los ricos.
Por eso, meditemos en este texto de la Carta de Santiago (5,1-6),
que viene a ser un excelente comentario del Evangelio de hoy:
¡Oigan esto, ustedes los ricos!
¡Lloren y griten por las desgracias que van a sufrir!
Sus riquezas están podridas. Sus ropas están apolilladas.
Su oro y su plata se han oxidado y eso atestigua contra ustedes.
Han amontonado riquezas en estos días, que son los últimos.
El salario que no pagaron a quienes trabajaron en sus campos,
clama contra ustedes y ha llegado a los oídos de Dios misericordioso.
Ustedes han llevado en la tierra una vida de lujo y placeres,
han engordado como ganado y se acerca el día de la matanza.
Han condenado y matado al inocente que no podía defenderse.
J. Castillo A.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu comentario puede ayudar a mejorar este blog