18º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo C
Ecl 1,2. 2,21-23 - Col
3,1-5. 9-11 - Lc 12,13-21
Mientras Jesús sigue enseñando, un hombre
le dice:
Maestro, dile a mi hermano que reparta
la herencia conmigo.
Jesús
se niega a intervenir en asuntos familiares de herencia.
Pero,
narra una parábola para ir a la raíz del problema: la avaricia;
que
siempre ha sido fuente de injusticias…explotaciones…muertes…
Descansa,
come, bebe, disfruta
Jesús conoce los abusos que comenten los
terratenientes en Galilea.
Su
avaricia no tiene límites: despojan
a los campesinos de sus tierras,
los
explotan y, en vez de compartir con ellos los frutos de la tierra,
construyen
nuevos y grandes graneros para amontonar sus cosechas.
Solo
buscan un placer egoísta: descansar,
comer, beber, disfrutar…
La
parábola del rico y
el pobre
Lázaro nos muestra el mismo problema:
el
disfrute ilimitado de uno… frente a la miseria total del otro (Lc 16,19ss).
Hoy,
ante tanta corrupción en un país mayoritariamente cristiano,
bueno
sería reflexionar en la siguiente denuncia
del profeta Isaías:
Los guardianes de mi pueblo están
ciegos, no se dan cuenta de nada.
Todos ellos son perros mudos, que no
pueden ladrar.
Se pasan la vida echados y soñando, les
encanta dormir.
Son
perros hambrientos que nunca se llenan;
son pastores que no entienden nada, cada uno
sigue su propio camino,
solo
buscan sus propios intereses (Is 56,10s).
Nuestros
obispos en Medellín (cap.16) hicieron algunas denuncias.
Hay
quejas, dijeron, de que la Iglesia es rica y aliada de los ricos…
y,
además, hay un exagerado secreto en el movimiento económico…
Hace
falta también rechazar las donaciones manchadas con sangre…
Sobre
la cooperación económica internacional,
preguntémonos:
¿Por
qué existe organismos burocráticos demasiados costosos?
¿Es
justo usar a los pobres para mantener esas costosas burocracias?
¿Hay
transparencia al informar -a los donantes y a la opinión pública-
sobre
el destino de los fondos recibidos? (Benedicto XVI, CV, nº 47).
Necio,
¿para quién será lo que has amontonado?
Jesús de Nazaret que vive
pobremente entre los pobres,
no
tiene reparos en denunciar -llamando necio- a aquel terrateniente;
y
añade, ¿para quién será lo que has amontonado?
En
nuestros días, los que amontonan oro y plata,
no
solo destruyen la madre tierra, nuestra casa común,
sino
que pisotean los derechos más elementales de los trabajadores.
Son
personas e instituciones con mucho poder político y económico.
Denunciarlos,
ayer y hoy, tiene un costo: persecución… muerte…
Sin
embargo, el pequeño rebaño de Jesús
no debe permanecer mudo.
A
quienes dan primacía al individualismo,
y no a lo comunitario…
que
dan culto al “dios-dinero”, en lugar
de servir al prójimo…
y
prefieren el placer egoísta, en vez
de dar vida a los necesitados…
el
Profeta de Nazaret les hace estas serias denuncias:
*Ay de ustedes, los ricos, porque ya tienen su consuelo (Lc 6,24ss).
*Ustedes no pueden servir a Dios y al dinero (Lc 16,13).
*¡Qué difícil es para los ricos entrar en el Reino de Dios!
Es más fácil a un camello pasar por el
ojo de una aguja,
que a un rico entrar en el Reino de Dios
(Lc
18,24s).
Sin embargo, Jesús que vino a salvar lo
perdido nos sigue diciendo:
El Reino de Dios está cerca, conviértanse y crean en el Evangelio.
Recordemos
que tratándose del joven rico, Jesús dice a sus discípulos:
Lo que es imposible para los hombres es
posible para Dios
(Lc 18,27).
Amontonar
riquezas materiales es una tentación generalizada,
incluso
muchas personas pobres sueñan ser como
los ricos.
Por
eso, meditemos en este texto de la Carta de Santiago (5,1-6),
que
viene a ser un excelente comentario del Evangelio de hoy:
¡Oigan esto, ustedes los ricos!
¡Lloren y griten por las desgracias que
van a sufrir!
Sus
riquezas están podridas.
Sus ropas están apolilladas.
Su oro y su plata se han oxidado y eso atestigua contra ustedes.
Han amontonado riquezas en estos días, que son los
últimos.
El salario que no pagaron a quienes
trabajaron en sus campos,
clama contra ustedes y ha llegado a los
oídos de Dios misericordioso.
Ustedes han llevado en la tierra una vida de lujo y placeres,
han engordado como ganado y se acerca el
día de la matanza.
Han condenado y matado al inocente que
no podía defenderse.
J. Castillo A.
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