miércoles, 13 de julio de 2016

Acoger y escuchar a Jesús



16º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo C
Gen 18,1-10  -  Col 1,24-28  -  Lc 10,38-42

   Cuando la indiferencia se va generalizando en nuestra sociedad,
hacen falta personas que acojan a los forasteros
como Marta: acoge en su casa a Jesús que va de viaje a Jerusalén.
   También, cuando vivimos prisioneros de un activismo agotador,
necesitamos detenernos y, en el silencio, dar sentido a nuestra vida.
Eso hace María, sentada a los pies de Jesús, escucha sus palabras.
   Ambos gestos -escuchar la Palabra y practicarla- son inseparables.

Marta acoge a Jesús en su casa
   Con el gesto de acogida, Marta -igual que el buen samaritano-
hace de Jesús su prójimo, le da hospitalidad, se preocupa de Él.
Y, como buena ama de casa, se deshace en muchas tareas. 
   En aquel tiempo, la situación de las mujeres era muy lamentable.
Vivían como esclavas de sus esposos. Ignoraban las Escrituras.
Constantemente eran sospechosas de impureza ritual
y, por eso mismo, marginadas por la religión y la sociedad.
Además de ser valoradas solo como instrumento de fecundidad,
estaban obligadas a realizar todas las tareas del hogar.
   Marta, desbordada por el trabajo, se acerca a Jesús y le dice:
Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola para atender?
Dile que me ayude.
¿Pedir ayuda para someter al prójimo a vivir deprisa y sin tiempo?
¿No será mejor hacer las cosas con más sencillez?
¿Para qué sirven las propagandas de los medios de comunicación?
   La respuesta de Jesús es sorprendente: No critica su acogida.
Tampoco pone en duda la importancia de las tareas que hace.
Pero Jesús no quiere ver personas esclavas… nerviosas… inquietas…
Por eso, repitiendo cariñosamente su nombre, le dice con simpatía:
Marta, Marta: andas inquieta y nerviosa con tantas cosas
   Necesitamos ordenar nuestra vida, como hace su hermana María:
relativizar lo secundario, elegir lo importante, buscar la paz interior.

María escucha las palabras de Jesús
   Jesús rompe los esquemas machistas de los escribas y fariseos,
que se oponen a que las mujeres puedan ser discípulas de un maestro.
Jesús no quiere ver a las mujeres solo absorbidas por el trabajo diario,
por eso acepta que María, sentada a sus pies, escuche sus palabras.
Este gesto es la posición de un discípulo con relación a su maestro,
así lo dice Pablo: He sido educado a los pies de Gamaliel (Hch 22,3).
   Examinemos el lugar que ocupa las enseñanzas y obras de Jesús
en nuestra vida personal y en la vida de nuestras comunidades.
No vaya suceder que damos más importancia a ceremonias rutinarias,
dejando de lado la voz del Padre que nos sigue diciendo:
Éste es mi hijo amado, escúchenlo (Lc 9,35).
   Examinemos también si formamos discípulos/as como hace Jesús,
que va caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo,
predicando la Buena Noticia del Reino de Dios.
Le acompañan los Doce apóstoles y también varias mujeres
que les ayudan con lo que tienen (Lc 8,1-3).

Escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica
   Para los cristianos, escuchar las palabras de Jesús es fundamental,
siempre y cuando las practiquemos, como dice el mismo Jesús:
Quien escucha mis palabras y las pone en práctica,
se parece a uno que construye su casa sobre roca.
En cambio, el que escucha mis palabras y no las pone en práctica,
se parece a uno que construye su casa sobre arena (Lc 6,46ss).
   Siendo miembros de una misma Iglesia unidos a Cristo (1Cor 12),
sigamos el ejemplo de las primeras comunidades cristianas (Hch 6):
Los doce apóstoles reunieron a todos los discípulos y les dijeron:
No está bien que nosotros dejemos de anunciar la Palabra de Dios,
para atender a las mesas (distribución de alimento a las viudas).
Hermanos, elijan entre ustedes a siete hombres de buena fama,
llenos del Espíritu Santo y de prudencia, para encargarles esa tarea.
Nosotros seguiremos orando y anunciando la Palabra de Dios.
   Por su parte, San Juan Crisóstomo (349-407) nos dice:
Al volver a tu casa prepara dos mesas: una la de los alimentos,
y la otra de la Sagrada Escritura para que tus hijos la escuchen…
Así harás de tu casa una Iglesia (Homilía sobre el Gen 6,2).  
J. Castillo A.

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