15º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo C
Dt 30,10-14 - Col
1,15-20 - Lc 10,25-37
Mientras un
doctor de la ley pregunta a Jesús para ponerlo a prueba,
el
Profeta de Nazaret insiste en la importancia de hacer…
En
efecto, no el que dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el Reino de Dios,
sino el que hace la voluntad del Padre celestial (Mt 7,21).
Sin embargo, Jesús aprovecha esta ocasión
para narrar una parábola,
donde
denuncia
la hipocresía de los funcionarios del templo;
y anuncia
un camino de solidaridad: Hacerse prójimo del necesitado.
Un hombre:
Cae en manos de unos ladrones, que lo
desnudan,
lo golpean, y se van dejándolo medio
muerto.
Aquel hombre -abandonado en el camino- es
un desconocido.
Dada
la gravedad de sus heridas, no puede valerse por sí mismo.
A
medida que pasa el tiempo siente que la vida se le escapa.
Solamente
la compasión y la misericordia de alguien podrá salvarlo.
Hoy,
¿quiénes roban… hieren… y abandonan a
sus víctimas?
¿Por
qué habiendo tantos millones de católicos en nuestro país,
sigue
creciendo el abismo entre ricos y pobres?
(DP, 1979, n.28).
¿Es
justo que un alto funcionario estatal gane en un día,
lo
que un pobre trabajador o una trabajadora gana durante un mes;
y
además con dificultades para organizarse
y defender sus derechos?
¿Hasta
cuándo los países pobres exportarán minerales ensangrentados
porque
se destruye la tierra… y se explota a niños, jóvenes y adultos?
Y
los países
ricos, ¿se sienten responsables de los inmigrantes?
Ante
estos y otros problemas, escuchemos a nuestros obispos:
América Latina… se encuentra en una
situación de injusticia
que puede llamarse violencia
institucionalizada…
No
hay que abusar de la paciencia de un pueblo
que soporta durante años una condición
que difícilmente aceptarían quienes
tienen una mayor conciencia
de los derechos humanos (Doc. de
Medellín, 2º La paz, n. 16).
Los funcionarios del templo:
Pasan por el mismo camino, lo ven, dan un rodeo y se van.
En Lampedusa (sur de Italia) ante el
sufrimiento de los inmigrantes,
desde una barca convertida en altar, el papa
Francisco dijo:
Hoy nadie en el mundo se siente
responsable de esto:
-Hemos perdido el sentido de la
responsabilidad fraterna.
-Hemos
caído en la actitud hipócrita del sacerdote y del levita,
de los que habla Jesús en la parábola
del Buen Samaritano…
En este mundo de la globalización
hemos
caído en la globalización de la indiferencia.
Nos hemos habituado al sufrimiento del
otro: -No nos concierne…
-No nos importa… -No es asunto nuestro… (Homilía, 8
julio 2013).
¿Cómo
podemos decir que amamos a Dios a quien no vemos,
y
no auxiliamos al necesitado a quien estamos viendo? (1Jn 4,20s).
Y
como dijo el papa Francisco en su catequesis del 30 junio 2016:
Hay
gente que vive: sin notar las necesidades
de otros,
sin ver tantas necesidades, espirituales
y materiales,
es gente que pasa sin vivir, es gente
que no sirve a los otros.
Y recuerden bien: quien no vive para servir, no sirve para vivir.
Pero un samaritano:
Lo ve, siente compasión, se acerca,
cura sus heridas, lo lleva a una posada
y lo cuida.
Aquellos doctores cumplidores de la ley
tienen las llaves del saber,
pero,
no entran ni dejan entrar a los que
quieren hacerlo (Lc 11,52).
Los
funcionarios del templo son esclavos de ritos y ceremonias,
y
han hecho del templo un refugio de
ladrones (Lc 19,46).
El
samaritano,
odiado por los judíos por ser hereje, idólatra, impuro;
actúa
con el corazón en la mano porque está libre de esas ataduras.
Para
Jesús, el camino que nos lleva a Dios no pasa por el templo…
sino
por el corazón compasivo de quien “se
aproxima” para dar vida.
Y
justamente, el samaritano “se hace
prójimo”… “se con-padece”…
se
mete en la piel de aquella persona herida y abandonada,
y,
luego, actúa de una manera eficaz devolviéndole vida y esperanza.
Finalmente,
Jesús le dice al doctor de la ley: Anda y has tú mismo.
Para
muchos de nosotros creyentes, no debe ser agradable
que
Jesús nos ponga como ejemplo a un samaritano despreciado.
J. Castillo A.
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