miércoles, 6 de julio de 2016

Anda y haz tú lo mismo



15º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo C
Dt 30,10-14  -  Col 1,15-20  -  Lc 10,25-37

   Mientras un doctor de la ley pregunta a Jesús para ponerlo a prueba,
el Profeta de Nazaret insiste en la importancia de hacer
En efecto, no el que dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el Reino de Dios,
sino el que hace la voluntad del Padre celestial (Mt 7,21).
   Sin embargo, Jesús aprovecha esta ocasión para narrar una parábola,
donde denuncia la hipocresía de los funcionarios del templo;
y anuncia un camino de solidaridad: Hacerse prójimo del necesitado.

Un hombre:
Cae en manos de unos ladrones, que lo desnudan,
lo golpean, y se van dejándolo medio muerto.
   Aquel hombre -abandonado en el camino- es un desconocido.
Dada la gravedad de sus heridas, no puede valerse por sí mismo.
A medida que pasa el tiempo siente que la vida se le escapa.
Solamente la compasión y la misericordia de alguien podrá salvarlo.
   Hoy, ¿quiénes robanhieren… y abandonan a sus víctimas?
¿Por qué habiendo tantos millones de católicos en nuestro país,
sigue creciendo el abismo entre ricos y pobres? (DP, 1979, n.28).
¿Es justo que un alto funcionario estatal gane en un día,
lo que un pobre trabajador o una trabajadora gana durante un mes;
y además con dificultades para organizarse y defender sus derechos?
¿Hasta cuándo los países pobres exportarán minerales ensangrentados
porque se destruye la tierra… y se explota a niños, jóvenes y adultos?
Y los países ricos, ¿se sienten responsables de los inmigrantes?
   Ante estos y otros problemas, escuchemos a nuestros obispos:
América Latina… se encuentra en una situación de injusticia
que puede llamarse violencia institucionalizada…
No hay que abusar de la paciencia de un pueblo
que soporta durante años una condición
que difícilmente aceptarían quienes tienen una mayor conciencia
de los derechos humanos (Doc. de Medellín, 2º La paz, n. 16).

Los funcionarios del templo:
Pasan por el  mismo camino, lo ven, dan un rodeo y se van.
   En Lampedusa (sur de Italia) ante el sufrimiento de los inmigrantes,
desde una barca convertida en altar, el papa Francisco dijo:
Hoy nadie en el mundo se siente responsable de esto:
-Hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraterna.
-Hemos caído en la actitud hipócrita del sacerdote y del levita,
de los que habla Jesús en la parábola del Buen Samaritano…
En este mundo de la globalización
hemos caído en la globalización de la indiferencia.
Nos hemos habituado al sufrimiento del otro: -No nos concierne…
-No nos importa… -No es asunto nuestro… (Homilía, 8 julio 2013).
   ¿Cómo podemos decir que amamos a Dios a quien no vemos,
y no auxiliamos al necesitado a quien estamos viendo? (1Jn 4,20s).
   Y como dijo el papa Francisco en su catequesis del 30 junio 2016:
Hay gente que vive: sin notar las necesidades de otros, 
sin ver tantas necesidades, espirituales y materiales,
es gente que pasa sin vivir, es gente que no sirve a los otros.
Y recuerden bien: quien no vive para servir, no sirve para vivir.

Pero un samaritano:
Lo ve, siente compasión, se acerca,
cura sus heridas, lo lleva a una posada y lo cuida.
   Aquellos doctores cumplidores de la ley tienen las llaves del saber,
pero, no entran ni dejan entrar a los que quieren hacerlo (Lc 11,52).
Los funcionarios del templo son esclavos de ritos y ceremonias,
y han hecho del templo un refugio de ladrones (Lc 19,46).
El samaritano, odiado por los judíos por ser hereje, idólatra, impuro;
actúa con el corazón en la mano porque está libre de esas ataduras.
   Para Jesús, el camino que nos lleva a Dios no pasa por el templo…
sino por el corazón compasivo de quien “se aproxima” para dar vida.
Y justamente, el samaritano “se hace prójimo”… “se con-padece”…
se mete en la piel de aquella persona herida y abandonada,
y, luego, actúa de una manera eficaz devolviéndole vida y esperanza.
   Finalmente, Jesús le dice al doctor de la ley: Anda y has tú mismo.
Para muchos de nosotros creyentes, no debe ser agradable
que Jesús nos ponga como ejemplo a un samaritano despreciado.
J. Castillo A.

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