jueves, 4 de junio de 2020

Santísima Trinidad (7 de Junio)


Orar, reflexionar o predicar acerca del Misterio de la Santísima Trinidad es difícil. Pero hay que intentarlo. En poner nuestra mirada, mente y corazón en el Dios Trino nos jugamos mucho, por no decir el todo del futuro de nuestra iglesia.  En este Misterio podemos contemplar quién es nuestro Dios, frente a la tendencia contemporánea a afirmar que "el Dios de todas las religiones es el mismo e igual para todos". Es cierto que si hay un sólo Dios es el único buscado por todas las personas siguiendo cada una sus tradiciones. Pero nosotros creemos en el Dios de Jesucristo. Esta es nuestra tradición, la que nos transmitieron los Apóstoles. La fe cristiana, si la miramos en el contexto del mercado de las religiones tiene unas connotaciones que nos confirman que a nosotros quien nos enamora es El Dios de Jesucristo: Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. 
Os propongo esta reflexión con calado teológico sobre la Santísima Trinidad. No me resisto a entrecomillar términos que son fundamentales para quien estudia teología cristiana. Sé que la mayoría de los que con más o menos constancia seguís las publicaciones de este blog tenéis suficiente formación para extraer mucho más de lo que digo aquí. Y ya va siendo hora de que salgamos del a-b-c del catecismo para alimentarnos de enseñanzas  más solidas.

Otras reflexión interesante  la tenéis en la  Homilía de mayo 2016. Y hallaréis otras rastreando el blog.

No es fácil hablar de Dios.

Siempre es difícil hablar de Dios. Ante misterio tan grande, dicen algunos teólogos, solo nos queda el silencio. La llamada "teología apofática" nos advierte que para decir algo de Dios conviene más recurrir a las negaciones que las afirmaciones. ¿Qué quiere decir esto? Pues que si de Dios afirmo, por ejemplo, que "es Padre", o "misericordioso", o "creador", etc., con más certeza puedo decir que "no es Padre", "no es misericordioso", "no es creador", o "no es redentor"... Las ideas que desde mi experiencia expreso con esos atributos siempre serán limitadas. Porque Dios es mucho más que un padre, por muy alto que sea nuestro concepto de paternidad; y lo mismo podríamos decir de nuestro concepto de misericordia, de creación o de redención (el amor de Dios es siempre inaudito). Por eso, ante su Presencia, tal vez lo mejor sea el silencio reverente.

Entonces, ¿no decimos nada? Tal vez en el ámbito de la oración contemplativa -y hoy celebramos el día Pro-orantibus- sea la mejor opción, pero para dar razón de nuestra esperanza (1 Pe 3,15) a quienes viven ajenos a ella necesitamos de la palabra. El mismo Dios se hace Palabra en Jesucristo, acercándonos el misterio de su ser en un lenguaje que, con sus limitaciones y posibles equívocos podemos entender. Ese lenguaje nos habla de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Fácil de entender que Dios se revela como padre, como hijo y como espíritu. Pero el dogma que hoy meditamos no es tan simple para solucionarlo con un simple "como"; porque no decimos que "Dios se da conocer como" Padre, Hijo y Espíritu (modalismo), sino "que es" Padre, Hijo y Espíritu. Tres personas distintas, pero un solo Dios; tres personas en una sola naturaleza divina.

No fuerces tu mente, porque no te cabe. Si repasas el credo ¿qué encuentras?: Creo en Dios Padre… Creo en Jesucristo, Dios y hombre verdadero… Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida. La fe cristiana habla de tres personas y un solo Dios. Se trata por tanto, de un misterio de comunión de tal nivel que, ya he dicho, se escapa a las especulaciones de la mente. Supera todo saber y conocer. Lo único coherente que se puede decir del Dios de Jesucristo es que es Misterio, Misterio Trinitario. 
¿Qué es un dogma? 

Hoy no celebramos un dogma de fe. 
Resulta curioso que los dogmas de fe sean considerados por los intelectuales laicistas como una coacción e intromisión en la libertad de pensamiento, cuando en realidad lo único que pretenden es precisamente mantener abierta la mente a una mayor amplitud de miras. 

Si se repasan las definiciones dogmáticas referidas al ser trinitario de Dios o a la doble naturaleza de Jesucristo, se puede observar que en el fondo lo que se define no son particularidades que cerrarían discusiones, y por tanto agotarían el discurso; las definiciones dogmáticas suelen ser lo contrario: cuando alguien parece haber encontrado la respuesta racional y lógica el dogma advierte de que acabas de destruir el Misterio. 

Encasillar el ser de Dios en conceptos fácilmente comprensibles ha sido la tentación constante del hereje. Ejemplo clásico es Arrio, que negando la completa naturaleza divina de Jesucristo encontró una clave con que evangelizar al mundo griego, pero a costa de negar lo incomprensible del misterio, o lo que es lo mismo, la virtud teologal de la fe, que siempre va más allá.  Decir que en Dios hay tres personas y en Jesucristo dos naturalezas es decir que tanto la Trinidad como la persona del Hijo son Misterio, realidad siempre abierta a nuevas conquistas, libertad indomable, futuro sin límites tanto para la razón como para la existencia.

Decir de Dios que es Misterio no es concluir que es algo oscuro, temible, inaccesible, hermético, frustrante. El Misterio de Dios es dogma de fe “ciega”, pero no por falta de luz sino por exceso. La luz de Dios, paradójicamente, ilumina nuestra mente y nuestro corazón para ver la realidad de la vida con mayor amplitud; aunque esa misma luz impide “ver a Dios cara a cara” y aprehenderle con las pupilas de la razón. "Nadie puede  ver a Dios y seguir viviendo"  (Ex 33,20). Con el apofatismo propio de la teología cristiana oriental podemos decir que de Dios siempre es más lo que desconocemos que lo que conocemos. Y es precisamente este "Dios escondido" (Is 45,15), este Misterio inagotable de conocimiento, vida y amor es lo que el dogma de fe quiere definir.

No confunda, por tanto, dogma (verdad de fe que te abre a nuevas perspectivas) con dogmatismo (vicio que consiste en hacer del dogma un punto de llegada y no de partida).


Dios se revela en la historia 

¿Qué podemos saber de Dios? ¿Hasta dónde nos está permitido hablar del Misterio? El Dios de Jesucristo, se revela a nosotros en los acontecimientos, obrando en la historia personal concreta de las personas y de los pueblos. De ahí que podamos decir de Dios que es poderoso, misericordioso, bueno, justo, amoroso… Sabemos de esos atributos de Dios porque los hemos experimentado en nuestra vida personal y comunitaria.

¿Qué es la Sagrada Escritura sino el libro donde se cuentan las experiencias del paso de Dios por la historia de los hombres (Pascua)? En ese cruce de lo divino y lo humano se va mostrando Dios en su actuar; y, recurriendo al “dime lo que haces y te diré quién eres”, rastreando las obras de Dios, ensayamos explicar su ser. 

Dios habla ya en la creación del mundo; su Palabra va dibujando en las criaturas su ser. Por eso podemos conocer a Dios contemplando las obras de la creación (cf Rm 1,20). A pesar de la infidelidad de las personas (Adán y Eva que representan a todos,  y el Pueblo de Israel) Dios no se cierra al conocimiento de su Ser sino que se sigue revelando en la historia como Dios de misericordia. 

El cenit de la revelación de su ser lo recogen los Evangelios: ahí se nos manifiesta Dios mismo tomando carne en el Hijo, muriendo, amando hasta el extremo a la humanidad pecadora. Redimiéndola por pura gracia. Y no acaba ahí su obra. Finalmente, el Padre envía por el Hijo al Espíritu Santo, que continúa en la historia de la Iglesia la misión de darse a conocer dando vida y santificando a la humanidad. Padre, Hijo y Espíritu Santo se revelan en la experiencia histórica como un solo Dios. 

La Iglesia, para preservar este Misterio de Dios Uno en tres Personas, ha formulado una confesión común de fe, un credo que con las limitaciones propias de todo lenguaje acerca de Dios, dice que en Dios hay tres personas distintas y un solo Dios. 


Algo práctico a partir del Misterio 
de la Santísima Trinidad 

¿Qué consecuencias prácticas sacamos de esta “teología”? ¿O se trata solo de un juego de palabras abstractas? Extraigamos algunas enseñanzas que nos sirvan para profundizar en nuestra fe personal y eclesial. 

1. Dios es Misterio. Una verdad que nos dice que Dios está incluso por encima de cualquier verdad. No se accede a Él por el conocimiento claro y preciso de la filosofía sino por la “oscuridad de la fe”, es decir, por el silencio de la mente, que con Job ha de decir; “he hablado insensatamente de maravillas que me superan y que ignoro"  (Job 42,3).  Por tanto, no limitemos el ser de Dios a nuestras pobres ideas acerca de Él, y tengamos cuidado, porque tendemos siempre ha hacernos un Dios a nuestra medida, un Dios insensato. Por eso, cuando te parezca que de Dios lo tienes todo  claro y bien aprendido, sospecha e interioriza: Dios es Misterio. 

2. Dios es pluralidad en Unidad. No decimos que Dios sea tres dioses en uno, sino tres personas distintas y un solo Ser. Hay Unidad porque hay pluralidad. Las personas se definen por su relación: hay un Padre porque hay un Hijo, y viceversa; y hay un Espíritu de amor que no circularía sin un desde dónde y un hacia donde entre las personas. Es la relación lo que hace a las personas ser personas. Hermosa enseñanza. Porque si tú y yo hemos sido creados a imagen de Dios, nuestro ser personal sólo puede crecer en la relación con Dios y con los hermanos. Dios no es un ser solitario encerrado en sí mismo, es relación, es amor. 

3. Dios es Comunidad. La autocomunicación libre y soberana de Dios a los hombres es misterio de comunión. El diálogo de amor que Dios ofrece es comunión, porque Él mismo es comunión de personas. Dios es comunidad. ¿Pueden tres amarse de tal modo que sean al mismo tiempo uno? El libro del Génesis dice que el amor puede hacer de dos -hombre y mujer- uno solo (cf Gn 2,24; Mt 19,5), misterio que san Pablo referirá a Iglesia como diversidad de miembros que forman la unidad de un sólo  Cuerpo de Cristo (cf Ef 5,2). Es misterio del amor. Desaparecer en el otro o en los otros y así entrar a formar parte del Otro. 

Si lo piensas se te escapa el misterio, pero si cierras los ojos y desde tu corazón aspiras el aire del Espíritu y dejas que entren en tu vida los hermanos, puedes comprobar las verdades de fe. ¡Inténtalo. No pienses, Inspira y siéntete Uno entre muchos en Dios!. Concédete unos minutos. Cuando salgas del silencio no lograrás articular un discurso convincente de lo que has vivido. Y es que las palabras se quedan cortas; sólo en la experiencia concreta es  digno de fe este misterio de amor. 

4. Dios es comunión.  En la trinidad se da un estar y moverse de cada una de las personas en las otras (perijóresis). El Hijo y el Espíritu están en el Padre, el Padre y el Espíritu en el Hijo y el Padre y el Hijo en el Espíritu. ¡Vaya juego de palabras! Están en perfecta comunión y no se anulan sino que su estar y comunicarse murtua y eternamente potencia la identidad propia de cada persona. Un mensaje para quienes piensan que los lazos de unión eternos anulan la personalidad o la libertad. Vivir en Otro y para otros no es renunciar a ti mismo, es encontrarte, porque ¿para qué existes sino  para amar a Dios y al prójimo? 

5. Dios es misión: Hay quien ve contradicción entre oración y acción, vida contemplativa y vida activa. ¿Se puede ser a la vez profeta y místico, muy espiritual y muy comprometido con la causa del Reino? La respuesta no está en la alternativa de ser una cosa u otra, porque si falta alguna de ellas no se está en el camino correcto. Dios, desde su misma comunión es misión (missio). La Escritura atestigua el envío del Hijo por el Padre (Gal 4,4;) y el envío del Espíritu por el Padre (Gal 4,6) y por el Hijo (Lc 24,49) para la salvación de todos. Un envío que pertenece al ser de Dios. La vocación misionera del cristiano, imagen de Dios,  tiene como fin hacer presente al Hijo y al Espíritu en la historia y en el mundo. Ser misionero es esencial a quien entra en la órbita de la Santísima Trinidad.

Creo que bastan estos ejemplos para que podamos sacar algo práctico de la contemplación de este Misterio que hoy nos  ocupa: 
*apertura del corazón y de la mente al infinito, 
*trabajar por la unidad de todos en el Uno, 
*procurar la vida familiar y de comunidad respetando la identidad y libertad de cada miembro, no anulando sino animando con empatía amorosa,
*darle importancia a la comunión con Dios (vivir en Cristo) como cada persona de la Trinidad vive en comunión con las otras, hallando ahí la plenitud de mi vida,   
*y darle también importancia  a mi vocación misionera, no guardando para mí tanto amor como recibo. 



Como dijo santo Domingo de Guzmán: "Contemplare, et contemplata alii tradere". Primero, contempla, luego transmite a otros lo contemplado. En el día Pro orantibus unámonos a todos los monjes y monjas que han consagrado su vida a la oración. Lo más granado de  la tradición cristiana. 

¡Cuánto amor brota de los monasterios de vida contemplativa! ¡Gracias a todos por la energía que transmitís al mundo con vuestra oración! 


¡Gloria al Padre, al Hijo 
y al Espíritu Santo!


Casto Acedo. paduamerida@gmail.com. Junio 2020


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