Cuerpo y Sangre de Cristo, ciclo A
Dt 8,2-3. 14-16 - 1Cor
10,16-17 - Jn 6,51-58
¿Practicamos la Palabra que oímos en la celebración
Eucarística?
¿Valoramos los frutos de la tierra… y del trabajo humano?
¿Por qué hay millones de personas que no
tienen el pan de cada día?
¿De qué sirve darnos la paz, si después seguimos siendo egoístas?
¿Al comulgar (común-unión) nos solidarizamos con los que sufren?
Yo
soy el pan vivo bajado del cielo
Viendo a aquella multitud de hombres y
mujeres que le siguen,
lo primero que Jesús pide a sus
discípulos es compartir el pan.
En
esa oportunidad, un joven da cinco panes
de cebada y dos peces,
su
ejemplo sirve para que todos hagan lo mismo (Jn 6,1-15). Después,
Jesús
dice: Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Quien coma de este
pan
vivirá. El pan que yo doy para la vida del mundo es mi carne.
Y
nos enseña a orar diciendo: Danos hoy nuestro pan de cada día.
Sobre
la multiplicación de los panes (Mc 6,34-44) Juan Pablo II dijo:
*Veo
que hay aquí un hambre de Dios… Este
hambre constituye
una verdadera riqueza, riqueza de
los pobres que no se debe perder…
*Hay
aquí un hambre de pan… Por el
bien del Perú no puede faltar,
se debe hacer todo para que no falte
este pan de cada día, porque
es un derecho expresado en la oración…
Sea esta mi última palabra
para la misión de la Iglesia y bien del
Perú
(Lima 5 febrero 1985).
Sigamos el ejemplo de Jesús, ayudando generosamente y dando vida
a sus hermanos más necesitadas que tienen hambre y sed (Mt 25).
Si queremos encontrar a Cristo, es
necesario que toquemos su cuerpo
en el cuerpo llagado de los pobres, como
confirmación
de la comunión sacramental recibida en
la Eucaristía.
El
Cuerpo de Cristo, partido en la sagrada liturgia,
se deja encontrar por la caridad
compartida en los rostros
y en las personas de los hermanos y
hermanas más débiles…
No
honres al Cristo eucarístico con ornamentos de seda,
si
después lo abandonas desnudo (Mensaje: Iª JMP, 13 junio 2017).
Pan
y vino: frutos de la tierra
El cambio climático, el armamentismo, la
contaminación química,
la
destrucción de la Amazonía, la desaparición de plantas y animales,
son una amenaza para: nuestra casa común
y seres humanos.
¿Ponemos
en práctica la siguiente oración del ofertorio:
Bendito seas, Señor, por este pan y por
este vino, frutos de la tierra?
Al
respecto, examinémonos meditando en la parábola del sembrador,
quien
al sembrar: -una parte cayó junto al
camino…
-otra parte cayó entre las piedras donde
no había mucha tierra…
-otra parte cayó entre espinos que la
ahogaron…
-y
el resto cayó en tierra buena y dio abundante fruto (Mc 4,1ss).
Muchas
cosas pueden y deben cambiar en nuestra sociedad,
si
nos comprometemos para que el pan y el vino, frutos de la tierra,
-que
en la Eucarística se convierten en el Cuerpo y Sangre de Cristo-
sean
fuente de vida para la presente y las futuras generaciones.
Así
lo dice Jesús: Quien come mi carne y bebe mi sangre
tiene
vida eterna y yo le resucitaré el último día… Mi carne es
comida
verdadera, y mi sangre es bebida verdadera. El que come
mi
carne y bebe mi sangre habita en mí, y yo en él (cf. Gal 2,10).
Pan
y vino: frutos del trabajo del hombre y de la mujer
Siguiendo con la oración del ofertorio,
decimos:
Bendito seas, Señor, por este pan y
vino, frutos del trabajo humano.
Sobre
la explotación de los pobres, meditemos en el siguiente texto:
Los sacrificios de cosas adquiridas
injustamente son impuros.
A Dios no le agrada las ofrendas de los
malvados.
Robar algo a los pobres y ofrecérselo a
Dios
es como matar un hijo delante de su
padre.
La
vida del pobre depende del poco pan que
tiene.
No
dar al obrero su salario es quitarle la vida (Eclo 34,18ss).
También
el Papa Francisco denuncia el actual modelo de desarrollo:
Teniendo presente que el ser humano es
una criatura de este mundo,
que
tiene derecho a vivir, a ser feliz, a tener una dignidad especial;
debemos considerar los efectos de la
actual destrucción ambiental,
y de la cultura de exclusión en la vida
de las personas
(LS 43).
En
la parábola de los trabajadores (Mt 20,1ss), el carpintero Jesús
defiende
el derecho de los obreros a tener: un trabajo digno y recibir
un
salario justo, de eso depende la vida de sus familiares.
J. Castillo A.
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