miércoles, 29 de agosto de 2012

Conversión del corazón


Domingo XXII, Tiempo Ordinario (ciclo B)

*Cumplan los mandamientos del Señor, tu Dios (Deut 4,1-8)
*No basta oír la Palabra de Dios, hay que practicarla (Stgo 1,17-27)
*¿Por qué tus discípulos comen sin lavarse las manos? (Mc 7,1-23)

La segunda lectura de hoy nos recuerda que la verdadera religión consiste en ayudar a los huérfanos y a las viudas. Y, sobre el ayuno que Dios quiere, el profeta Isaías dice: dejar libres a los oprimidos, compartir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que veas desnudo (Is 58). Se trata de prácticas religiosas que brotan de un corazón nuevo, fruto de una verdadera justicia.

Comer sin lavarse las manos
Mientras Jesús anuncia la Buena Noticia del Reino de Dios, desde Jerusalén -capital del poder económico, político y religioso- han llegado a Galilea varios fariseos y letrados (maestros de la ley). Estos intérpretes oficiales de la Ley solo buscan desautorizar a Jesús. Al ver que algunos de los discípulos comen con las manos impuras (es decir, sin lavárselas), se escandalizan y preguntan a Jesús: ¿Por qué tus discípulos no siguen la tradición de los mayores? Se preocupan por un rito externo, sin embargo no respetan la vida. Más tarde, ellos mismos, los sumos sacerdotes y autoridades romanas serán culpables de las torturas y de la muerte de Jesús en una cruz. Por éste y otros motivos, ellos tienen las manos machadas de sangre: ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas! (Mt 23,37;  27,24).
Durante el conflicto armado interno que sufrimos entre 1980 y 2000, hubo asesinatos de personas y poblaciones, ejecuciones arbitrarias, desapariciones, torturas, tratos inhumanos, violaciones sexuales (…). ¿Hasta cuándo, los que tienen las manos manchadas de sangre, gozarán de impunidad? ¿Se conocerá la verdad y habrá justicia? ¿Y qué diremos de las autoridades que incumplen sus promesas? ¿Se puede acallar ciertas manifestaciones con represión y muertes?

¡Ay de ustedes, fariseos y letrados hipócritas!
Jesús desenmascara la hipocresía de aquel grupo de ‘visitadores’ y, apoyándose en la verdadera tradición, cita el siguiente texto del profeta Isaías: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan es inútil, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos (Is 29,13).
Muchos de nosotros con frecuencia: *Decimos con la boca una cosa, y después hacemos lo contrario. *Pedimos los tres sacramentos de la iniciación cristiana: Bautismo, Confirmación y Eucaristía -fundamentos de toda vida cristiana- no para convertirnos, sino para quedar bien delante de la gente. *Pronunciamos el Credo, pero solo creemos lo que nos conviene. Por eso, sigamos meditando en las siguientes palabras de Jesús: No el que dice: ¡Señor, Señor! entrará en el Reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre celestial (Mt 7,21).
Luego, Jesús hace este breve comentario: Ustedes descuidan el mandamiento de Dios y se aferran a la tradición de los hombres. Y pone el siguiente ejemplo: Si un hijo destina para el culto divino una propiedad o cierta cantidad de dinero, ya no está obligado a cumplir con el cuarto mandamiento: Honra a tu padre y a tu madre... Con esta manera de proceder se deja de lado la voluntad de Dios, para seguir la tradición que solo beneficia a los sacerdotes del templo.

Conversión del corazón
*Estando en casa, Jesús se dirige a sus discípulos y les dice: Lo que sale del hombre es lo que contamina al hombre, porque del corazón del hombre salen los malos pensamientos:
-Fornicaciones. Se hace de la persona humana un ‘objeto’ de placer.
-Robos. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero,
  si pierde la vida? ¿Qué precio pagará por su vida? (Mc 8,36s)
-Asesinatos. Mata a su prójimo quien le quita el sustento (Eclo 34).
-Adulterios. Infidelidad a la persona a quien se le prometió amor total.
-Avaricias. Dios le dijo: Necio, esta misma noche perderás la vida,
  y lo que tienes amontonado, ¿para quién será? (Lc 12,13-21).
-Maldades. Alegrarse y gozar haciendo daño a los demás.
-Fraude. Actuar con engaño (‘viveza’) para lograr sus deseos ocultos.
-Libertinaje. El único criterio de acción es el capricho personal.
-Envidia. ¿Por qué miras con malos ojos que yo sea bueno? (Mt 20,15).
-Blasfemia. Alguien considera que no tiene nada que agradecer a Dios.
-Orgullo. Las personas soberbias, autosuficientes y arrogantes miran
  con desprecio a los demás y se consideran ‘el ombligo del mundo’.
-Insensatez. Se trata de personas sin rumbo en la vida, sin proyecto.
Todas estas maldades salen del corazón y manchan al hombre.
J. Castillo A.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu comentario puede ayudar a mejorar este blog