martes, 16 de febrero de 2021

Miércoles de Ceniza (17 de Febrero)



Este año nos hemos quedado sin Carnaval. Y no me apena mucho. Tal vez porque lo que se ha celebrado en los últimos años no es el Carnaval crítico con la Cuaresma, el contrapunto a ayunos y abstinencias, sino el Carnaval domesticado por el consumismo, incapaz de entender que si algún sentido tienen estas celebraciones es el del contraste. Cuando todo el año es carnaval se pierde el punto de ilusión de esta fiesta. Aunque, no nos engañemos, lo mismo ocurre con la Semana Santa de turismo y procesiones, que no deja de ser un carnaval  canónicamente aceptado por la Iglesia. Y no me refiero a la buena voluntad de algunos hermanos cofrades que sí saben lo que hacen, sino al ambiente profano y de derroche, nada austero, que suele acompañar el triduo pascual.

Sea como sea, es muy recurrente comenzar la cuaresma hablando del carnaval y sus máscaras, todo un símbolo de nuestra afición a la hipocresía, al disfraz. Hay quien entiende el carnaval como la oportunidad para disfrazarse, pero si es auténtico el carnaval es todo lo contrario, es el espacio en que nos quitamos el disfraz al que  obligan los convencionalismos sociales y religiosos y nos mostramos tal como somos. En esto Carnaval y Cuaresma confluyen, porque los dos tiempos invitan a desnudarse, el primero para  ver y conocer claramente los deseos ocultos del corazón de cara a un profundo cambio de vida (conversión), el segundo para dar rienda suelta durante unos días a los deseos  más inconfesables para luego volver al armario de la frustración.

Nosotros, en Miércoles de Ceniza,  hablamos de la Cuaresma, de esos cuarenta días que suceden al Carnaval. Un tiempo para trabajar tu vida espiritual, para quitarte la máscara, mirarte al espejo en desnudez, cara a cara ante ti mismo o ante ti misma, y ante Dios. La cuaresma te entrena en el noble arte de la sinceridad para con Dios y para contigo.


Mortificación

En Cuaresma se habla mucho de "mortificación", es decir, de "dar muerte" a todo lo que no es vida, a todo lo que no es Dios. Al final descubres que el mal no está en las cosas sino en el apego que les tienes, y has de dar muerte en ti a todos esos apegos. La Cuaresma te llama a desapegarte del deseo de medrar a costa de otra gente, de tus narcisistas aspiraciones sociales, de tu engreída inteligencia, tu amado dinero, tus gloriosos éxitos, tus interesadas amistades, ... Te llama la cuaresma a soltar todo lo que impide a tu corazón volar libre hasta Dios. Pero ¡atención!, repito, que más que dar muerte a las cosas has de dar muerte al apego, a la afición desmedida a ellas; la maldad no está en las cosas o cualidades que posees sino en el "apego del corazón" que pone la vida en las criaturas olvidándose de Dios. 

En Cuaresma aprende que eres mortal. El "no moriràs" (Gn 3,4) predicado por la serpiente en el Edén es una utopía. Cuando el hombre pretende ser Dios, extralimitándose de su ser criatura, no sólo pierde la dignidad sino que choca además con una realidad inapelable: la muerte; cuando ésta llega pone en evidencia la verdad de que "eres polvo y al polvo volverás" (Gn 3,19). ¿No te parece que asumir estas palabras  es clave para una cuaresma y vida  liberadoras?

La realidad de la muerte nos abre los ojos a la vida, porque ante ella vemos quienes somos y para qué existimos. Nuestra cultura capitalista tiene un miedo horroroso a la muerte. Basta ver la ocultación de los cadáveres de las víctimas de la pandemia, la negación de un nombre propio a las personas que han fallecido por covid reduciéndolas a  números, a una estadísticas. Parece como si la muerte no estuviera pasando por nuestras ciudades, nuestros barrios, nuestra vecindad, nuestra casa... Al sistema capitalista-consumista no le interesa que sepamos que tarde o temprano moriremos. ¿Quién estaría dispuesto a trabajar y trabajar horas y horas si supiera que podría morir mañana?, ¿quién suscribiría una hipoteca a 50 años obligándose a trabajar como esclavo de un banco?, ¿quién acumularía propiedades si se diera cuenta de que la muerte te despoja de todo? ... El sistema económico neoliberal-capitalista se asienta en la creencia de que las personas son inmortales; la muerte arruina sus planes. 

La Cuaresma, hemos dicho,  invita a la mortificación, es decir, a  la paradoja de "dar muerte a los ídolos de muerte" y abrazar al Dios de la vida. La Iglesia te propone en Cuaresma una serie de prácticas espirituales muy útiles para conectarte a la fuente de la Vida Eterna. Se trata de la oración, el ayuno y la abstinencia. Oración para adquirir humildad, sabiéndote pequeño ante la grandeza de Dios; ayuno para despojarte de la idea de que todo es cuestión de tener y no mirarte en lo que eres, "un desdichado, miserable, pobre, ciego y desnudo" (Ap 3,17);  y limosna para ponerte en el lugar del prójimo y compadecer con él. Se trata de tres prácticas que reflotarán esa empresa divina que es tu vida cristiana.


Oración, ayuno, limosna

La Cuaresma invita a intensificar la ORACIÓN, ya sea la oración vocal, la meditación de los textos bíblicos o la contemplación en silencio. Sea como sea, intensifica estos días tus ratos de encuentro con Dios. Porque sabes que le necesitas, que la carga es pesada y no puedes con ella sin su ayuda. Cualquier mortificación que hagas sin la mística de la oración no tendrá sentido. La oración la practicó Jesús en los cuarenta días que estuvo en el desierto siendo tentado por el diablo, y en la cuaresma de tu vida ¿no vas a necesitar del recurso a la oración para salir de tus muertes?

En cuaresma es bueno que seas generoso en tu lectura de la Palabra de Dios, en tu oración, ya sea personal o comunitaria, y en tu participación en los sacramentos: Eucaristía dominical y ¿por qué no? diaria, y Penitencia; no olvides que el espíritu del mal y la injusticia no puedes echarlo fuera de ti más que con las armas de la oración y el ayuno (Mc 9,29).

El AYUNO y la abstinencia son prácticas que suponen privarse ocasionalmente de tomar alimentos, ya sean todos o algunos en especial, y así despertar a la realidad de que tu vida, tan soberbia a veces, depende de algo tan sencillo como el pan. Ahora bien, tu ayuno para ser correcto no puede limitarse a la privación de comida. El ayuno que Dios quiere es el ayuno de injusticias, la purificación del espíritu más que del estómago (cf Is 58,5-10).

¿Quiere esto decir que debemos abandonar el signo externo y centrarnos en el interno? ¡No! Ambos signos se complementan. El ayuno externo ayuda a profundizar en el interno, obliga a tomar conciencia de la necesidad de privarse de alguna que otra comodidad a fin de experimentar la propia fragilidad y a ser sensibles al sufrimiento de quien no tiene lo necesario. Pero hemos de evitar la paradoja de “ayunar sin ayunar”, es decir, abstenernos de comer alimentos sin renunciar al propio "ego".

Aunque no es lo más importante no pierdas la práctica del ayuno físico, porque el olvido de la práctica exterior puede también arrastrarte al abandono de la exigencia interior. De todas formas, nunca tomes el ayuno como una competición “a ver quien resiste más”, ni como una huelga de hambre (1), ni mucho menos como una oportunidad para ponerte a dieta; el ayuno es un gesto de oración que se orienta a la “conversión personal”. No evalúes tus ayunos ni ninguna otra de tus prácticas cuaresmales por el cumplimiento de una ley sino por los progresos de tu espíritu: más valoración de tí mismo como Hijo de Dios y un aumento de tu amor a Dios y de tu compasión hacia los pobres.

Y en este progreso espiritual de apertura a la necesidad del pobre entra en juego la LIMOSNA,  un acto de misericordia y bondad hacia el necesitado. Si Jesús es socorro de los pobres, el discípulo debe serlo también. Pero advierte que dar limosna no es algo tan ridículo como el desprendimiento de unas monedas. La limosna paternalista está fuera de lugar, y suele ser causa de soberbia para el donante. Has de "ser limosna", es decir, hacerte tú mismo pobre con los pobres, despojarte de tu mirada de pena y conmiseración hacia ellos,  buscar con ellos las causas de su pobreza, y actuar sobre ellas. La limosna ha de hacerla desde la justicia, dando no por compasión sino como respuesta a un derecho que el prójimo tiene.

Así pues, tres claves para vivir la Cuaresma: Practicar la oración, el ayuno y la limosna. Y has de hacerlo en secreto, "que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha" (Mt 6,3). La Caridad no debe ser un espectáculo, un medio para ganar fama, sino un acto de humildad. Se trata de orar sin pavonearte de tu vida de piedad, renunciar a (ayunar de) todo aquello a lo que está apegado tu corazón, y desprenderte de tus bienes sin esperar nada a cambio, sirviendo a los más pobres, comprometerte en la vida pública al servicio del bien común por pura gratuidad;  esta es la auténtica limosna, la que Dios quiere.

* * *



El Miércoles de Ceniza empieza la Cuaresma. Tiempo de hacer un alto en la vida. Tiempo de análisis. Tiempo de reflexión. Tiempo de evaluación. Tiempo de conversión. Dios está de tu parte; ¿dónde estas tu? Escucha a san Pablo: “Te invito a no echar en saco roto la gracia de Dios. Porque él dice: ´En el tiempo de la gracia te escucho, en el día de la salvación te ayudo´. Pues mira: ahora es el tiempo de la gracia; ahora es el día de la salvación” .(2 Cor 6,1-2)

No faltes al rito de imposición de la ceniza.
¡Buena y provechosa Cuaresma !

(1) Nota: Transcribo por curiosidad y para aclarar, las diferencias entre el ayuno y la huelga de hambre:

-La huelga es más radical, a veces un absoluto que llega hasta el sacrificio de la vida. El ayuno siempre es moderado y nunca debe perjudicar la salud.
-La huelga es un grito de protesta. El ayuno es oración.
-La huelga es una denuncia de la injusticia. El ayuno es anuncio de otra realidad.
-La huelga ha de ser conocida. El ayuno no debe notarse.
-La huelga es un arma de lucha social. El ayuno es un medio de lucha contra ti mismo y tus pasiones.
-La huelga quiere cambiar la sociedad. El ayuno quiere cambiar el corazón.
-La huelga suele tener resultados espectaculares. El ayuno no tiene repercusiones en lo político-social.

Pero la huelga y el ayuno brotan siempre, si son limpios, de una raíz común, que es el amor.

(Tomado de El otro, la nueva teofanía, Cuaresma y Pascua, 1995; editado por Caritas, pg 37).

Casto Acedo. Marzo 2021. paduamerida@gmail.com 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu comentario puede ayudar a mejorar este blog