jueves, 11 de febrero de 2021

Si quieres, puedes... (Domingo 14 de Febrero)


San Marcos es reiterativo al narrar los milagros de Jesús. El evangelista debió ser muy sensible al sufrimiento y le debió llamar poderosamente la atención la exquisita sensibilidad de Jesús para con las personas que sufren.

Tal vez por eso coloca no en su primer capítulo la realización de varios milagros con los que Jesús no se limita a decir la llegada del Reino, sino que lo actúa. Se cumple así lo que ya anunciara el profeta Isaías para los tiempos mesiánicos: “Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres reciben la Buena Noticia” (Mt 11,5; Is 35).

Jesús, atento a la marginación
 
En el evangelio de este domingo Jesús sana a un leproso, alguien condenado de por vida a la marginación (Mc 1,21-28). Tal como dictaba la ley de Moisés a los leprosos había que echarlos fuera de los límites de la aldea. Pero Jesús parece no compartir el legalismo y da un paso hacia adelante no ciñéndose a los preceptos. Más allá de la lepra ve a una persona marginada, rechazada, condenada a ser un cadáver viviente; y apuesta por ella: extiende la mano y le toca. ¡Qué ejemplo el de Jesús!

La lepra en la Palestina del siglo I era una pesadilla social; y religiosa según la ley judía. El leproso era considerado enfermo a causa de sus pecados y además, al ser portador de una enfermedad contagiosa, era un proscrito por el peligro que suponía para la salud de la comunidad. Por eso era condenado al distanciamiento social. Tocarle no sólo era un acto de irresponsabilidad porque te podrías contagiar, también incurrías en impureza (pecado) si lo hacías. Al leproso se le obligaba a vivir más allá de las fronteras de la población y a andar “harapiento y despeinado, con la barba tapada y gritando: ¡Impuro, Impuro!” (Lv 13,44-45).

Jesús percibe el sufrimiento y la dolorosa exclusión del leproso; lo contempla no desde la ley sino desde su ser persona, hijo de Dios, y digno de consideración. Se acerca y toca la enfermedad, contraviniendo así las más elementales normas de higiene y pureza legal. Con su actitud está afirmando que el leproso sigue siendo una persona digna, y muestra a todos que por encima de las leyes hay que poner la practica la misericordia como eje fundamental para conducirse en una vida según Dios.

La Iglesia, comunidad de discípulos de Jesús, no sin deficiencias, ha seguido los pasos compasivos de Jesús con la atención a viudas y huérfanos, la erección de hospitales, la habilitación de centros de acogida a peregrinos, la construcción de hogares para mayores; estableciendo escuelas y universidades, fundando cofradías y hermandades, etc. En todas estas obras se comprometieron y siguen comprometidas hoy personas cristianas compasivas que son los ojos del ciego, los pies y las manos del tetrapléjico, la voz de los "sin voz",... todas esas instituciones y personas que aman y cuidan de los pobres en nombre de Jesucristo, que proclaman solemnemente la dignidad de todo hombre,  son milagros con los que Dios va obrando y haciendo ver que su Reino está cerca (Lc 11,20).

Los campos de la marginación siguen siendo amplios hoy: hay minorías religiosas, culturales o raciales que sufren la afrenta de la persecución; rechazo y hostilidad hacia el inmigrante, negación de  la vida del no nacido, olvido del anciano y del enfermo terminal, ya sea por puro capricho o por el estigma de la carga social que suponen; también existe la marginación económica de millones de hombres que a causa del mal reparto de los bienes de la tierra se ven obligados a vivir bajo mínimos; niños sin hogar en las grandes ciudades, indígenas recluidos en reservas a la espera de su extinción; exclusión del diferente, ya sea por minusvalía física o por incapacidad psíquica, por razón de la raza, la religión o el género... etc.


Manos unidas contra el hambre

Como respuesta a la llamada a paliar la injusticia y el hambre en el mundo, surgió en España, en al año 1958, Manos Unidas, organización no gubernamental de la Iglesia Católica para la promoción y desarrollo de los países del tercer mundo. Su finalidad es la lucha contra el hambre, la ruina, el desalojo, la pobreza, el subdesarrollo y las causas que lo provocan. Y un detalle que pasa desapercibido: nació de manos de mujeres de Acción Católica. Alguien me hizo notar hace poco que si me fijo en las instituciones caritativas de la Iglesia que funcionan bien tome nota de que suelen estar en manos de mujeres. Mujeres luchadoras, perseverantes, valientes. Y tal vez no le falta razón a quien destaca el papel de las mujeres como referentes actuales de la promoción de la justicia social. Un detalle a tener en cuenta.

Este Domingo 14 de Febrero celebramos la 62ª Campaña contra el hambre. El primer impulso de aquellas mujeres salidas de una posguerra de hambre y miseria sigue en marcha. Manos Unidas sigue siendo un signo de la presencia siempre actual de Jesucristo en el mundo, una prueba evidente de que el Reino de Dios ha llegado.

Hoy, como Iglesia, se nos pide una respuesta generosa al problema del hambre y la marginación. Igual que a Jesús se acercó el leproso suplicándole compasión para su situación, son muchos los pueblos que también se acercan a nuestro mundo rico suplicando ser salvados. Como cristianos no podemos eludir la respuesta, y en línea con el modo de acción de Jesús se nos pide concretar: ¿Qué puedo hacer?

* Tal vez lo primero que tengo que hacer es tomar conciencia de que "somos uno". Muchos de los problemas del hombre y de la humanidad desaparecerían si asumiéramos que "el otro soy yo", porque yo no puedo existir sin ellos ni ellos sin mí. Así al amar al hermano me estoy amando a mí mismo, y amándome a mí (cultivando mis virtudes) estoy amando al hermano. Es bueno dar cosas al pobre, pero es más necesario ser y saberme pobre con el pobre. ¿Por qué me cuesta tanto entender que cuidar la naturaleza y preocuparme por el bienestar de todos es el camino para cuidarme y preocuparme por mi? Mientras siga considerando al prójimo como "otro" y no como "uno conmigo" -"que todos sean uno como Tú y yo somos uno", dice Jesús (Jn 17,21)- difícilmente acabará la marginación-separación-exclusión  de unos y (por) otros.

* También es bueno hacer una reflexión y un estudio serios acerca de los derechos humanos (que son derechos de Dios) y de aquellos lugares y circunstancias en los que no se respetan. Derecho a comer, al agua, a un techo, a sanidad, a educación, a libre circulación ... Es difícil y sospechoso ser solidario de lo desconocido. Conocer las situaciones de injusticia y marginación, preguntarme por sus causas, buscar la raíz del problema, que no es otro que la ignorancia de la fraternidad universal, ha de ser para mi, y para toda persona sensibilizada con el mensaje de Jesús, un deber ineludible.

* También es importante ponerme a escucha de la voz de los colectivos marginados que gritan como a Jesús el leproso: "si quieres, puedes, tú puedes ayudarme". Es una voz que puedo escuchar fuera y al mismo tiempo dentro de mi, en mi conciencia, porque "nada del hombre me es ajeno". Esta voz me puede llegar a través de la Palabra, como en el evangelio de hoy; también por el silencio o por el paseo contemplativo (de ojos abiertos) por barrios marginales donde poder ver y escuchar la voz de los pobres en un mundo demasiado ocupado en sus negocios. También me puede llegar la llamada de Dios por el testimonio de personas samaritanas que me interpelan.

* Erradicar el hambre de pan y justicia del mundo es una tarea a largo plazo. Para ello también es de vital importancia una reforma en la educación de los niños y jóvenes (los hijos): ¿para qué educamos? ¿Para el individualismo o para la fraternidad? ¿A qué criterios recurrimos a la hora de ayudar a elegir estudios y profesión a los más jóvenes? En lo que esté en mi mano he de educar y orientar profesionalmente con sentido universal, para el servicio generoso a la humanidad. Sobran médicos, arquitectos, técnicos, etc. en nuestro primer mundo, pero ¿estarían dispuestos a servir a los más pobres? Una orientación vocacional que priorice el servicio a los pobres sobre el enriquecimiento personal es esencial en la lucha por los derechos sociales.

* Y en esta jornada de Campaña contra el hambre se me pide entrar en la dinámica de la comunicación de bienes de forma concreta, con una aportación económica puntual en el día de hoy; pero mejor aún con mi decisión y compromiso de ayuda regular a alguna institución caritativa. Poner mi  ser, tener y saber al servicio del Reino. Limitarme a dar un donativo puntual, sin tener en cuenta lo dicho anteriormente, no es gran cosa. Pan para hoy y hambre para mañana.

* * *

El mundo de la marginación grita al primer mundo: “Si quieres puedes limpiarme”. Si quieres. Es cuestión de voluntad personal, política y económica. Pienso este año de covid en los países pobres del planeta. Nosotros nos quejamos de nuestra sanidad imperfecta y de la tardanza en las vacunas. Pero ¿pensamos en los cientos de miles de personas que están falleciendo sin tener siquiera acceso a atención sanitaria; ni siquiera a un simple paracetamol? Y de camas hospitalarias nada. 

Ojalá la pandemia nos ayude a darnos cuenta de las restricciones económicas a las que millones de personas están sometidas habitualmente en el mundo. Mientras los países ricos compran vacunas para almacenar, a los pobres no se sabe ni cuándo ni cómo le llegarán.

Ante esta realidad, ¿vamos a dejar que nuestra insolidaridad mate de hambre y enfermedad a tantos hermanos? Se me pide hoy y cada día el esfuerzo, la buena voluntad, de tender la mano a los pobres, de tocarlos y mostrarles así el rostro de Cristo misericordioso, Señor de los milagros.

Escucha la voz de Jesucristo que te habla en el leproso: "Tú tienes poder y bienes para ayudarme, si quieres puedes sanarme". Ojalá mi actitud sea la de Jesús: "¡Quiero. Queda limpio!". Es cuestión de voluntad, de querer. ¿Por qué no? "Basta que tenga fe" (Mc 5,36). Recuerda que el primer milagro de todos es el de la fe capaz de cambiar la voluntad, el corazón.

Casto Acedo. paduamerida@gmail.com. Febrero 2021

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