V Domingo de Pascua (ciclo B)
Hch 9,26-31 - 1Jn
3,18-24 - Jn 15,1-8
Como buen campesino, Jesús de Nazaret
anuncia el Reino de Dios,
utilizando
comparaciones sencillas: el sembrador que
va a sembrar...
el trigo y la mala hierba… la semilla de
mostaza… la higuera…
En
el Evangelio de hoy nos dice: que Él
es la vid verdadera, que sus
discípulos son las ramas,
y que la gloria de Dios Padre -el
viñador-
consiste
en que los discípulos estén unidos a su Hijo para dar frutos;
caso
contrario se secan, son arrancados y arrojados al fuego.
Sin
mí ustedes no pueden hacer nada
En el AT, la vid es un símbolo del pueblo elegido que fue liberado
de
la esclavitud de Egipto por el mismo Dios, el Viñador; y conducido
a
una tierra fértil donde: echó raíces
hasta llenar el país, extendió sus
sus sarmientos hasta el mar y sus brotes
hasta el Río Grande
(Sal 80).
Sin
embargo, con el correr del tiempo, aquella viña del Señor,
su
plantación preferida, dejó de dar frutos:
Dios esperaba que diera
uvas y dio frutos agrios, esperaba
justicia y encontró muerte (Is 5).
Al
llegar la plenitud de los tiempos, Jesús
lleva sobre sus hombros
la
viña destruida… y cumple con la voluntad de Dios misericordioso:
defender los derechos de los pobres,
huérfanos, viudas, forasteros.
Esta
misión le trae problemas de parte de los
dirigentes religiosos,
quienes,
para quedarse con la viña del Señor y explotar al pueblo,
apedrean
a los profetas… y asesinan al Hijo amado
de Dios.
Además,
esos dirigentes -alejados de Dios- les gusta ser saludados
en
las plazas y ocupar los primeros asientos; y, con pretexto de largas
oraciones,
devoran los bienes de las viudas (Mc 12).
Sin
embargo, Jesús espera la conversión
de todos: Un hombre tenía
una higuera en su viña. Fue a buscar
fruto, pero lo no encontró. Dijo
pues al viñador: -Hace tres años que
vengo en busca de fruto y nunca
encuentro nada. Córtala, pues ocupa
terreno inútilmente. El viñador
le dice: -Señor, déjala todavía este año, cavaré alrededor y echaré
abono, a ver si da fruto. Si no, el año
que viene la cortarás
(Lc 13).
Permanecer
unidos a Jesús para dar fruto
Cuando la prepotencia de los poderosos
ponen el ‘dios dinero’
por
encima de la vida del ser humano y
de nuestra madre tierra, las
consecuencias
están a la vista: autoridades insensibles… represión…
criminalización
de las protestas… detenidos… heridos… muertes…
¿Hasta
cuándo los actuales ‘encomenderos’ -nacionales y extranjeros-
usurparán
nuestras riquezas naturales de la Costa, Sierra y Selva?
Ya
en el siglo XVI, Pedro de Quiroga, clérigo, hizo esta denuncia:
Todo ha sido rapiña y codicia cuanto
habéis tratado con nosotros…
¡Oh cristianos y qué heredad habéis
dañado! No tenéis razón cierta si
decís que la planta era mala o que no
estaba la tierra dispuesta, sino
que la plantasteis mal y la cultivasteis
peor
(‘Coloquios de verdad’).
Ciertamente,
otro mundo es posible -desde el
Evangelio de Jesús-
si
cada cristiano permanecemos unidos a Él, para dar fruto abundante.
Cuántas
cosas cambiarían, en nuestras familias y en nuestra sociedad,
si
ponemos en práctica, con la gracia de Dios, el ejemplo de Jesús
que
no vino a ser servido, sino a servir y
dar su vida (Mc 10,42ss).
La
gloria de Dios consiste en que tengamos vida
La preocupación más grande de Jesús, no
son los ritos y ceremonias
que
se realizan en el templo de Jerusalén; tampoco la observancia
de
leyes y costumbres impuestas por los fariseos y maestros de la ley.
A
Jesús le preocupa la vida de niños, jóvenes y adultos. Él nos sigue
diciendo:
Yo
vine para que tengan vida en abundancia (Jn 10,10).
Por
eso, el mismo Jesús nos pide: dar de comer a los hambrientos…
dar
de beber a los sedientos… acoger a los forasteros… vestir a los
desnudos…
sanar a los enfermos… liberar a los encarcelados (Mt 25).
¿Nosotros
hacemos su voluntad? He oído que cuando
se reúnen
en asamblea, hay divisiones entre
ustedes… Cuando se reúnen, ya no
comen la Cena del Señor; porque cada uno
se adelanta a comer
su propia cena, y mientras uno pasa
hambre, el otro está borracho.
¿No tienen ustedes casas para comer y
beber? ¿Por qué desprecian
la asamblea de Dios, avergonzando a los
que nada tienen?
(1Cor 11).
En
este mes, los devotos de la ‘Cruz de
Mayo’, debemos dar vida:
Dejen de hacer el mal, aprendan a hacer
el bien, busquen la justicia,
ayuden al oprimido, defiendan al
huérfano, protejan a la viuda (Is 1).
Estas
obras agradan a Dios y son su verdadera gloria.
J. Castillo A.
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