miércoles, 15 de abril de 2015

Las manos y los pies de Jesús

III Domingo de Pascua (ciclo B)
Hch 3,13-19  -  1Jn 2,1-5  -  Lc 24,35-48

   Los discípulos de Jesús viven aterrorizados, pues el mismo castigo
que llevó a Jesús a ser crucificado, pesa sobre ellos si son detenidos.
   Además, están abatidos y preocupados pues por salvar sus vidas,
todos ellos abandonaron a Jesús en el huerto de Getsemaní. 
   Sin embargo, Jesús se presenta en medio de ellos para reconciliarlos
con un mensaje: de paz… de alimento… de conversión y perdón

La paz esté con ustedes
   Jesús que ha sufrido en profundidad torturas y muerte en una cruz,
al resucitar, puede hablar de la paz que reconcilia, sana, da vida.
Jesús resucitado -víctima reconciliada y reconciliadora- se presenta
en medio de sus discípulos para anunciarles: La paz esté con ustedes.
Sin embargo, ellos tienen miedo, dudan, creen ver un fantasma.
Pero Jesús que busca reconciliar a sus discípulos apenados, añade:
Miren mis manos… Miren mis pies… Soy yo mismo...
Es el mismo Jesús de Nazaret que fue crucificado pero ha resucitado,
ahora tiene un cuerpo incorruptible, pero es la misma persona.
Sus discípulos, poco a poco, quedan admirados, se alegran y creen.
   Jesús, Profeta itinerante, caminó: -anunciando Buena Noticia
a los pobres, -liberando a los oprimidos, -sanando a los enfermos,
-alimentando a los hambrientos, -perdonando a los pecadores…
Este mismo Jesús, ahora resucitado, quiere que todos sus discípulos
no se queden paralizados por el egoísmo, la indiferencia, la rutina.
   Hoy, ante el incremento de la violencia -ya sea social o familiar-
Jesús quiere que seamos mensajeros de la paz, y nos sigue diciendo:
Cuando entren en una casa, digan primero: Paz a esta casa (Lc 10).
   A las personas y grupos de poder político y económico: -que buscan
amontonar oro y cobre, -que despojan a los campesinos e indígenas
de sus tierras, -que destruyen el medio ambiente… Jesús les dice:
Ojalá en este día comprendas los caminos de la paz (Lc 19,41ss).
¿Hasta cuándo seremos pobres, gracias a las riquezas que tenemos?

¿Tienen aquí algo para comer?
   Jesús, después de mostrarles sus manos y pies, pide a sus discípulos
algo para comer. Ellos le ofrecen un trozo de pescado asado.
Para Jesús la comida es signo de: vida… acogida… reconciliación…
*Ante cinco mil personas que le siguen, Jesús pide a sus discípulos
compartir el pan de cada día: Denles ustedes de comer  (Lc 9,10ss).
*El Profeta Jesús acoge a publicanos y pecadores, y come con ellos:
-No vine a llamar a justos sino a pecadores, dice a los fariseos (Lc 5).
-Acoge a pecadores y come con ellos, critican sus enemigos (Lc 15).
-Ha ido a hospedarse en casa de un pecador, murmuran todos (Lc 19).
*En las comidas con los fariseos, Jesús anuncia compasión y perdón,
denuncia sus hipocresías, pide acoger y comer con los pobres:
-En la casa del fariseo Simón, Jesús perdona a una pecadora (Lc 7).
-El interior de ustedes fariseos está lleno de robos y malicias (Lc 11).
-Cuando ofrezcas una comida invita a pobres, cojos y ciegos (Lc 14).
*Las comidas con sus discípulos hablan de muerte y resurrección:
 -Jesús se sienta a la mesa con sus discípulos y les dice: Cuánto
  he deseado comer esta Pascua con ustedes antes de padecer (Lc 22).
-Los de Emaús reconocen a Jesús resucitado al partir el pan (Lc 24).
-Jesús resucitado les dice: ¿Tienen aquí algo para comer? (Lc 24).
¿Imitamos a Jesús que acoge a todos…  y a todos  invita a su mesa?

Anunciar la conversión y el perdón de los pecados
   A continuación, Jesús pide a sus discípulos, ya reconciliados:
-ser testigos de su resurrección de entre los muertos, y
-anunciar la conversión y el perdón de los pecados.
   Hoy en día, cuando tantos pueblos son privados de tierra y agua,
cuando tantos trabajadores escupen sangre para que otros vivan mejor,
cuando tantas personas buscan en la basura algo que tenga valor…
los testigos de Jesús, muerto y resucitado, debemos comprometernos
para que todos ellos tengan vida, sean sujetos de su propia liberación,
y no simples objetos de caridad y de proyectos sociales paliativos.
   Debemos también, unidos a las víctimas reconciliadas, trabajar para
que el opresor reconozca el mal que ha hecho y, con la ayuda de Dios,
se convierta, pida perdón, repare todo el mal que ha ocasionado. Pues,
si alguien dice que conoce a Dios y no cumple sus mandamientos,
es un mentiroso y la Verdad no está en él (segunda lectura).      
J. Castillo A.

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