miércoles, 8 de abril de 2015

Jesús les muestra sus heridas

II Domingo de Pascua (ciclo B)
Hch 4,32-35  -  1Jn 5,1-6  -  Jn 20,19-31

   Teniendo presente la muerte cruel que Jesús padeció aquel viernes,
es difícil aceptar que hubiera resucitado de entre los muertos.
Por eso, los discípulos no creen a las mujeres que fueron al sepulcro,
piensan que es pura fantasía y no le hacen caso (Lc 24,11).
   Todo cambia cuando Jesús resucitado se aparece a sus discípulos,
anunciándoles un mensaje de paz… y mostrándoles sus heridas…

Los discípulos se alegran al ver al Señor
   Los discípulos de Jesús que viven en una sociedad donde hay
violencia, están en una casa con las puertas cerradas por miedo.
Entre ellos hay un Ausente: Jesús, su mensaje, sus obras, su ejemplo.
   Hoy, lamentablemente, hay comunidades cristianas que viven
con las puertas cerradas, instaladas en la comodidad, el estancamiento
y en la tibieza, al margen del sufrimiento de los pobres (DA, n.362).
   O como lo dice el Papa Francisco: Iglesia enferma por el encierro
y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades… Más que el
temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos:
-en las estructuras que nos dan una falsa contención, -en las normas
que nos vuelven jueces implacables, -en las costumbres donde nos
sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta
y Jesús nos repite sin cansarse: ¡Denles ustedes de comer! (EG, 49).
   Así como los discípulos se llenan de alegría al ver al Señor… hoy,
necesitamos ver a Jesús que está presente: cuando donde dos o tres
nos reunimos en su nombre (Mt 18). Solo así, Él nos libera del miedo,
nos da la paz, nos contagia su alegría, nos infunde su Espíritu para
perdonar, nos envía a anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios.
   Entonces sí, como dice la primera lectura, los creyentes: tendremos
una sola alma y un solo corazón… con fortaleza daremos testimonio
de la resurrección del Señor Jesús… no habrá entre nosotros ningún
necesitado, porque compartimos con ellos nuestros bienes… Esta
presencia de Jesús es el camino para transformar nuestra sociedad.

No seas incrédulo, sino creyente
   La verdadera presencia de Jesús se descubre en la comunidad:
Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo (Mt 28).
Tomás, al alejarse de la comunidad, no tiene la experiencia de sus
compañeros que están llenos de alegría porque han visto al Señor.
   Ocho días después Jesús se presenta de nuevo en medio de ellos,
y les anuncia una vez más: La paz esté con ustedes.
Jesús no quiere que nadie quede excluido de la alegría Pascual,
por eso invita a Tomás a ver y tocar sus heridas, signos de su muerte
y de su amor por nosotros. Esas heridas son fuente de reconciliación.
Jesús que fue torturado, puede enseñar sus heridas y hablar de ellas,
porque ya no son signos de dolor y de recuerdos desgarradores,
sino que se han convertido -por su resurrección- en heridas que sanan.
Ante las dudas de Tomás, Jesús le acoge y le ayuda, porque todavía
no goza de la paz y alegría que viene de la fe en el Resucitado;
es por eso que le dice: No seas incrédulo, sino hombre de fe.
   Tomás al comprobar que el mismo Jesús resucitado está delante él,
reconciliándole con amabilidad, exclama: ¡Señor mío y Dios mío!
Para todo proceso de reconciliación, incluso para liberar a los mismos
opresores, los mejores agentes son las víctimas reconciliadas.
Reconciliar no es olvidar una experiencia dolorosa, sino asumirla
con la finalidad de proyectarse hacia el futuro de manera diferente.
  
Felices los que crean sin haber visto
   Después de lavar los pies a sus discípulos, Jesús les dice: Felices
ustedes si lo ponen en práctica (Jn 13). La experiencia de Tomás
nos mereció esta promesa: ¡Felices los que creen sin haber visto!
   Reflexionemos en las siete bienaventuranzas del Apocalipsis,
que son una síntesis de esperanza y optimismo de todo el libro:
*Felices los que leen y escuchan este mensaje profético… (Apoc 1,3).
*Felices los que, en adelante, mueren fieles al Señor… (14,13).
*Felices los que están despiertos y conservan sus vestidos… (16,15).
*Felices los invitados al banquete de la boda del Cordero… (19,9).
*Felices y santos los que participan de la primera resurrección (20,6).
*Felices los que practican estas palabras proféticas… (22,7).
*Felices los que lavan sus ropas para participar del árbol de la vida
(ellos lavaron sus ropas en la sangre del Cordero) (22,14; 7,14).
J. Castillo A. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu comentario puede ayudar a mejorar este blog