jueves, 11 de abril de 2013

Quien quiera peces, .... (3º Pascua C)

Cuántos sermones dominicales, pláticas religiosas y actos de piedad! ¡Cuántas “catequesis de” -primera comunión, confirmación, adultos, pre-bautismales, prematrimoniales,…-! ¡Cuántos sacramentos administrados!, y ya ves: toda la noche bregando y no hemos pescado nada (cf Lc 5,5). Seguimos bautizando, repartiendo por costumbre el pan de la Vida, casando en nuestras iglesias, confirmando a muchos jóvenes, pero la pesca de auténticos seguidores de Jesús es escasa. Pocos son los que, tras el bautismo, la Primera Comunión, la Confirmación o el cursillo prematrimonial, se embarcan en un programa de vida genuinamente cristiano; pocos se insertan como miembros activos de la comunidad parroquial. 
 
¿Malos tiempos de pesca? Un buen pescador no se resigna a la mala suerte; se pregunta por qué su trabajo ha sido tan infructuoso. Sopesa el estado del mar las condiciones ambientales, el equipo de pesca. También el apóstol debe mirar el mar en que se mueve, las condiciones ambientales en que vive, los métodos usados, etc. Para una buena pesca: ¿basta con una buena edición de los santos evangelios, con un bien trabajado directorio de pastoral, con las últimas publicaciones de técnicas y dinámicas de grupo, y con un ingenioso decálogo del buen misionero y catequista? ¿No se necesita algo más? Me atrevo a decir que sí. No sólo es importante el “qué” queremos transmitir y el “cómo” transmitirlo. Más importante es "quién" nos invita a evangelizar y a "quién" tenemos que anunciar; en ambos casos la respuesta es Jesús. Antes de predicar hemos de preguntarnos seriamente si estamos dispuestos a ser fieles discípulos de aquel al que predicamos como Maestro de maestros. 
 
Tres lecciones del Maestro
 
Antes de elegirlo como jefe del grupo Jesús da a Pedro, y de paso a toda su Iglesia,  tres lecciones: 
 
*1) que sin Él no se puede nada. Y para que no lo olvide, tras una noche de trabajo infructuoso, pone ante sus ojos una pesca “milagrosa”, la que se obtiene con las redes de la fe: “´Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis´.  La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces” (Jn 21,6). Y Juan dijo: “Es el Señor” (Jn 21,7). 

 *2) La segunda lección es la de la “confesión”, en el doble sentido de la palabra: confesión de los propios pecados ("tres veces te negué, Señor") y confesión de la fe y del amor a Jesús: "Tú lo conoces todo, tu sabes que te quiero" (Jn 21,16).

 *3) Finalmente, la disponibilidad. Pedro se pone a los pies de Jesús, y Jesús le profetiza: “Te lo aseguro: cuando eras joven tú mismo te ceñías e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará a dónde no quieras” (Jn 21,18). Augura a Pedro un crecimiento espiritual típico caracterizado por dejar progresivamente paso en su vida a la voluntad de Dios como referente primero. Su vida se configurará cada vez más a Cristo, hasta sufrir el martirio por Él: “Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios” (Jn 21,19).  

 
Un apóstol no habla en nombre propio, sino en nombre de quien le envía. San Antonio de Padua, inspirado en el texto que comentamos, nos enseña en sus sermones cuál debe ser la actitud del buen misionero: “En tu Palabra, no en la mía, echaré las redes. Mientras las eché en mi palabra no pesqué nada. ¡Lástima! Cuántas veces las eché en mi palabra, me lo atribuí a mí mismo, no a Ti; me prediqué a mí y no a Ti; prediqué mis palabras, no las tuyas. Por eso no pesqué nada; y si algo atrapé no fueron peces, sino ranas locuaces que me alabasen, lo cual es nada”. ¿No es esta una acertada radiografía de parte de nuestros fracasos?
 
Invitación al apostolado
 
En la raíz de muchas  de tus desilusiones pastorales está el hecho de querer evangelizar sin evangelizarte a ti mismo. ¿No dedicas un tiempo excesivo a proyectos pastorales y muy poco a ponerte a los pies el Señor escuchándole en la calle? ¿Puedes ser apóstol sin poner a Cristo resucitado en la base de tu vida? Quien no escucha la palabra -quien no es evangelizado-  ¿cómo puede evangelizar? ¿Se puede ser buen pastor sin intimidad con Cristo y contacto directo con las ovejas? Tal como deja ver el papa Francisco: no es buen pastor el que no huele a oveja. Tampoco el que no ha asimilado que sólo hay un Buen Pastor en sentido preciso: Jesucristo.
 
Hubo un momento en que Pedro tuvo miedo al seguimiento; no estaba dispuesto a seguir a su maestro hasta el final. Recordad cómo quiso andar sobre las aguas y finalmente hubo de reclamar la ayuda del Señor por su miedo y poca fe (cf Lc 14,22-34), o cómo tentó al mismo Señor pretendiendo alejarle de la cruz (cf Mc 8,33), o la triple negación después de haber jurado fidelidad hasta la muerte (cf Mc 14,31; Mt 26,35). Jesús, implícitamente, le dice hoy a Pedro: has fracasado, me has negado, no te has dejado guiar por mí, no has seguido mi Palabra sino la tuya; bienintencionada, pero tuya. “¡No te negaré jamás!”, me dijiste. Y tres veces me negaste. Hoy me has escuchado, y por eso has echado las redes; te has arrojado al agua, te has mojado, has renovado por tres veces tu amor por mí y te has dejado ceñir por el Espíritu, que te llevará a donde no quieres. Hoy la pesca ha sido abundante. ¿Por qué? Porque hoy has puesto mi Palabra antes que la tuya.
 
Tres veces negó Pedro al Señor antes de la Pascua, y tres veces hubo de confesar tras la resurrección que lo único importante para él era su Señor. Se engañan a sí mismos quienes crean que se puede ser maestro sin ser  discípulo, que se puede anunciar la Pascua -Cristo- sin que previamente la Pascua pase por ellos. ¿Cómo pretendes colocar al Señor en el centro del mundo si tú mismo lo tienes puesto en la periferia de tu vida? ¡Hipócrita! (cf Mt 7,3-5).   Los evangelios nos presentan al primer Papa como un hombre en constante proceso de fe hasta ceder a Cristo el control de su propia vida; será Dios quien marcará sus pasos que le guiarán hasta la prueba del martirio; ¿ha renunciado por ello a su libertad? No. Porque Dios sabe lo que más te conviene para ser libre.
 
Sabiendo esto, no tengas tú miedo a que Cristo se apropie de tu vida.  El evangelizador genuino sabe darle a su existencia el giro que le dio Pedro.  Buen pescador de hombres será quien escucha la voz de Dios y deja que le ciña y le lleve a donde no quiere ir; quien echa la red en obediencia a Jesucristo. Trabajando al ritmo de la Palabra de Cristo la Pesca será abundante. Como apuntilla san Antonio: “en tu palabra echaré la red. Echa la red en la palabra de Jesucristo quien nada se atribuye a sí mismo, sino todo a Él; quien vive en conformidad con lo que predica; si así lo hiciere, la captura de peces será copiosa”. Para ser un buen apóstol hay que escuchar en serio su llamada ("¡sígueme!", Jn 21,19) y dejando atrás lo viejo, embarcarse en la novedad de ser discípulo. Ya lo dice el refrán: “Quien quiera peces que se moje el culo (con perdón)”.
 
Casto Acedo Gómez. paduamerida@gmail.com. Abril 2013. 60323

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