martes, 20 de abril de 2021

El Buen Pastor (25 de Abril, 4º de Pascua).

El cuarto domingo de Pascua es conocido desde los tiempos del Papa Pablo VI, como el domingo del Buen Pastor. También se celebra en este día la Jornada de oración por las vocaciones. Finalmente, decir que en este domingo va adquiriendo carta de ciudadanía el "día de la parroquia", el lugar donde se concretiza la realidad, el aquí y ahora ineludible, del pastoreo eclesial. Recomiendo para completar esta entrada la lectura, o relectura en su caso, de la reflexión que incluí el pasado año bajo el título de "Apacentar, tarea de pastores" (Clickar).


La Biblia nos habla de Jesús como buen pastor. Ya en las catacumbas y en los mosaicos de las antiguas basílicas es frecuente la iconografía de Jesús como un pastor joven y fuerte, que carga una oveja sobre sus hombros, imagen que nos remite a la parábola de la oveja perdida (Lc 15,1-7) y al mismo Jesús  camino del Calvario cargando con la cruz de nuestros pecados y  librándonos así de las garras de la muerte. 

Jesús es Pastor y Cordero; ambos términos son usados en la Escritura para describir a Jesús, buen Pastor que al dar su vida por las ovejas es al mismo tiempo Cordero inmolado. Se cumple en Él aquello de que sólo quien es un buen discípulo puede ser un buen maestro.

La aplicación del símbolo-imagen del buen pastor a Cristo se va preparando en el Antiguo Testamento. Ya desde el Génesis muchos de los que luego serán reconocidos como personajes prefigurativos del Mesías se relacionan con el oficio de pastor: el justo Abel (Gn 4,2), José (Gn 37,2), David (Sam 17,15; Ez 37,24).

Y entre los profetas no solo hubo pastores (Am 7,14), sino que también están los que hablan de Dios como el supremo Pastor de Israel: “Como pastor pastorea su rebaño: recoge en brazos los corderitos, en el seno los lleva, y trata con cuidado a las paridas” (Is 40,11); la misma imagen se  refleja en los salmos; sobre todo en el conocido precisamente como Salmo del buen pastor (cf Sal 23).

En un mundo  técnico e industrial, donde lo rural apenas tiene incidencia, no resulta fácil entrar en la profundidad de los símbolos bíblicos relacionados con la antigua cultura agraria y ganadera. La figura del pastor, como la del sembrador, estuvo cargada de fuerza en los tiempos y los ambientes en que se escribe la Biblia. 

En la cultura en que se escribe la Biblia el pastor no era solamente un criador de ganado, sino una persona con cierta sensibilidad adquirida por su oficio; las horas dedicadas al rebaño le lleva a cultivar cualidades como la abnegación, la observación y la paciencia; esta dedicación absoluta al rebaño le lleva a conocer a todas y cada una de sus ovejas a las que procura alimento, trata con cariño y defiende de los peligros que le acechan. La relación del pastor con sus ovejas llega a ser casi personal, de tal modo que incluso pone un nombre propio a cada oveja. 

Observando el día a día del pastor los autores bíblicos extraen toda una teología, es decir, toda una visión de Dios desde los rasgos de quien se dedica a ese oficio. El evangelio de san Juan recoge un buen resumen de las características del pastor bueno aplicado a Jesús (Jn 10,1-21). Señalamos algunos rasgos:

1. “El buen pastor da la vida por las ovejas”: No es buen pastor en sentido bíblico el que se dedica a alimentar y cuidar las ovejas con ánimo de lucro; tampoco es buen Pastor el que va detrás de las ovejas azuzándolas, obligándolas a ir por donde él quiere que vayan. Más bien es el que camina entre las ovejas, ganándose el respeto y admiración de éstas; buen pastor es quien con cariño las conduce hacia fuentes tranquilas y repara sus fuerzas (Sal 23,2); o va delante de ellas con el callado de la Cruz, signo mayor del buen Pastor que ha dado la vida por sus ovejas, y bajo cuya protección se saben a salvo. Jesús es el buen Pastor que da la vida, realidad que celebramos en la Eucaristía, donde Cristo vuelve a dar su vida por nosotros  y repara nuestras fuerzas.


2. “Yo soy el buen pastor que conozco a las mías y las mías me conocen”. Propio del buen Pastor es “conocer”, estar abierto al ser de las ovejas. El verbo “conocer” tiene un hondo sentido bíblico: conocer es amar. Ya sabemos que sólo desde un amor muy sincero y respetuoso se puede llegar al conocimiento de otra persona. Decir “yo conozco a las mías y las mías me conocen” es decir “yo amo a las mías y las mías me aman”.

Hay un conocimiento que va más allá de lo netamente intelectual; es el conocimiento por el amor, una manera de conocer que no se apoya en la química de las neuronas, sino en un movimiento del corazón que late por alguien. Estamos ante el misterio del encuentro con Dios, : “que ni basta ciencia humana para lo saber entender, ni experiencia para lo saber decir; porque sólo el que por ello pasa sabrá sentir, mas no decir” (San Juan de la Cruz).

Conocer a Dios, dejarse conocer por Él, todo un programa de espiritualidad. Dios te conoce (ama), pero ¿conoces (amas) tú a Dios? ¿Respondes al Señor con la misma generosidad que él muestra al “conocerte”? ¿Lo buscas con el mismo empeño e interés con que Él te busca? Es este un buen día para contemplar el amor con que el Pastor me cuida y me ama, para dejarme cautivar por su mirada y entrar en el número de los seducidos por la belleza de su Cruz.

3. “Tengo además otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer”. El buen Pastor tiene una preocupación evangelizadora y sacramental (mimar a sus ovejas, apacentarlas debidamente), pero no menos honda es su preocupación misionera (traer otras ovejas al redil, buscándolas de entre las que se han ido de él y entre las que nunca han estado).

La figura del buen Pastor obliga a repasar nuestra eclesiología centrada más de lo debido en una pastoral de mantenimiento y descuidada, o poco interesada, por las ovejas que no son del redil, que suelen ser la mayoría. Es cierto que debemos cultivar nuestra fe y la cohesión interna de nuestras comunidades como misión primera y necesaria, pero la comunidad, ni es fin en sí misma ni tiene sentido sin su proyección evangelizadora: “que todos sean uno para que el mundo crea” (Jn 17,21).

 La Iglesia ha de actuar su misión evangelizadora si no quiere morir ahogada en su propia incoherencia; porque el buen proselitismo (aquel que no puede guardar para sí sólo el gozo de Dios)  es inherente  al evangelio. La llamada apremiante de nuestro tiempo a  hacer cristianos auténticos tiene mucho que ver con la necesidad de pastores que alimenten a las ovejas con el pasto del conocimiento de Dios. 

Tiene, pues, perfecta cabida en este domingo la jornada especial de oración por las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, y el día de la parroquia, que poco a poco se va institucionalizando en este domingo.  Parroquia, sacerdotes y consagrados que se nutren con los sacramentos y  evangelizan acercando a Dios a los hombres .
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4. Escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor”. Termino estas reflexiones con una optimista mirada escatológica; se trata de una llamada a vivir en esperanza el futuro que nos aguarda; las dificultades de la evangelización no son pocas, pero el éxito está garantizado por la Palabra: “Habrá un solo rebaño y un solo pastor”; así, en futuro perfecto. Y desde esa visión de futuro, fiados en la promesa, nos embarcamos en la misión.

“El Señor es mi Pastor” (Salmo 23). En esta experiencia de Dios-Pastor (Jesucristo) que nos ama, nos cuida y nos alimenta, se forja nuestra fe. “Aunque pase por valle tenebroso, ningún mal temeré, porque tú vas conmigo; tu vara y tu cayado me sosiegan”. (Sal 23,4). La Misa es sacramento del buen Pastor, en ella Cristo nos conduce a la mesa de la Palabra y de la Eucaristía y nos anima a trabajar de su lado para que haya un solo rebaño y un solo Pastor. Escucha la voz de Jesús que te dice: “No temas, pequeño rebaño, porque vuestro padre ha querido daros el reino” (Lc 12,32), no temas, porque el Señor resucitado te protege, te sosiega. Y estando yo contigo, dice Jesús, ¿quién estará contra ti?, ¿quién te podrá hace daño? (cf Rm 8,31). Yo estoy contigo. No temas. 

Casto Acedo GómezAbril 2021paduamerida@gmail.com.

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