sábado, 3 de abril de 2021

Luz, Palabra, Agua, Pan (Vigilia Pascual)

La celebración de la Pascua es toda una explosión de Vida. Los signos e la liturgia hablan por sí mimos. Por eso sobran las palabras. Cada parte de la celebración lleva en sí misma la fuerza de Dios. Me limito, pues a señalar algo sobre los símbolos centrales que en la celebración que nos invitarán esta noche (la pandemia nos obligará a adelantar la hora) a entrar con Jesús en la Vida. 


1.      El rito de la luz  abre nuestros ojos a una nueva realidad, a la visión de un mundo distinto en el que  los hijos de las tinieblas no tienen la última palabra.  Dios ha ido preparando desde el principio la llegada del Salvador; incluso el hecho del pecado es visto como algo providencial, no tanto por su esencia, que es siempre mala, sino porque su aparición provocará la misericordia de Dios: “Sin el pecado de Adán, Cristo no nos habría rescatado; ¡oh feliz culpa, que mereció tan gran redentor” (Pregón Pascual). La victoria de Cristo sobre la muerte se transforma en el eje que explica y justifica todo. Cristo es la luz, y todo queda iluminado.


2.      La liturgia de la Palabra narra la historia de la Salvación hasta llegar al momento culminante en que Cristo, con su resurrección recapitula todo en Él.  La historia sagrada no es una concatenación de hechos acaecidos al azar; Dios ha estado desde el comienzo alentando la vida del hombre  y sus avatares. Recordar las acciones de Dios, repasar como protege y alienta a su pueblo en las distintas etapas de su historia (creación, patriarcas, exodo, reyes, prfoetas), es  una proclamación de fe para hoy, porque “¡este es el día en que actuó el Señor”; El día de la Pascua es el de la acción de Dios; Cristo pasa hoy para todos. "Si alguno me abre, entraré y cenaré con él".


3.      La liturgia bautismal nos remite al camino personal y eclesial de la fe.  Por el agua del bautismo fuimos introducidos en los misterios de Cristo. Por el bautismo ingresamos en la Iglesia. Participando hoy en las celebraciones pascuales actualizamos de modo especial el propio bautismo; hoy nos despojamos del hombre viejo (renuncias) y vestirnos la novedad de Cristo (profesión de fe). La celebración de Cristo resucitado supone un  impulso del Espíritu hacia adelante; este Espíritu  nos hace caminar erguidos, nos devuelve el orgullo de ser Hijos de Dios Padre y hermanos de Jesucristo. El Reino de Dios sigue su marcha con cada uno de nosotros.


4.      Finalmente, la Eucaristía, memorial de la muerte y resurrección del Señor, nos introduce en el banquete de los elegidos. Dios nos hace participes de su misma vida; sus ser se allega a nosotros, y nosotros nos injertamos en Él.  Al comer el pan eucarístico  nos transformamos en lo que recibimos. Somos lo que comemos; si nuestro alimento es Cristo, y éste resucitado, participar de su mesa es participar de su misma resurrección como adelanto, hasta que un día lleguemos a Dios, claridad eterna, luz sin medida, pan que sacia eternamente. Luego, cada domingo del año haremos nuestra esta Pascua de manera especial, anunciando la muerte y resurrección del Señor hasta que vuelva.

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Para todos los que seguís este blog de San Antonio de Padua, de Mérida (España)
¡¡¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCION!!!
 
Casto Acedopaduamerida@gmail.comAbril 2021

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