miércoles, 9 de septiembre de 2020

Perdonar como Dios nos perdona

24º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo A
Eclo 27,30--28,9  -  Rom 14,7-9  -  Mt 18,21-35

   En vez de responder con violencia que genera más violencia,
los cristianos debemos perdonar siempre y sin condiciones.
   Al respecto, el texto de Mateo nos presenta dos personajes:
-el señor que perdona a su empleado una deuda imposible de pagar, y
-el empleado que no perdona a su compañero una pequeñísima deuda.
   Si nos amamos mutuamente como Jesús nos ama (Jn 13,34),
viviremos en una sociedad fraterna…y ya no en un valle de lágrimas...

El perdón no tiene límites
   Entre los discípulos de Jesús hay problemas, tensiones, rivalidades.
Así por ejemplo, Santiago y Juan -hijos del trueno-
no solo pretenden destruir un pueblo en Samaria (Lc 9,54),
sino que buscan puestos de honor…poder…dominio… (Mt 20,20-28).
   Pedro se acerca a Jesús y le pregunta de una manera personal:
Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces debo perdonarle?,
¿hasta siete veces? Entre los judíos, siete es el número de la plenitud.
   Jesús le responde con esta novedad: No te digo hasta siete veces,
sino hasta setenta veces siete. Es decir, debemos perdonar siempre.
Todo esto es posible, si escuchamos y practicamos sus enseñanzas,
y si seguimos su ejemplo… pues Él muere perdonando (Lc 23,33).
*Han oído que se dijo: ama a tu prójimo y odia a tu enemigo.
Pero yo les digo: amen a sus enemigos, recen por sus perseguidores.
Así serán hijos del Padre de ustedes que está en el cielo,
que hace brillar el sol y manda la lluvia sobre malos y buenos…
Sean perfectos, como el Padre de ustedes es perfecto (Mt 5,43ss).
*Padre nuestro… perdona nuestras ofensas, como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden… Pues si perdonan a los demás
las ofensas, el Padre del cielo les perdonará a ustedes (Mt 6,9-14).
*Jesús desenmascara la hipocresía de escribas y fariseos, diciéndoles:
El que no tenga pecado, tire la primera piedra…Luego, dice a la mujer:
Yo tampoco te condeno, vete en paz y no vuelvas a pecar (Jn 8,1ss).

El señor tiene lástima y le perdona la deuda
   Esta parte de la parábola se refiere a Dios, Padre misericordioso,
que perdona a un empleado una inmensa deuda, imposible de pagar.
Dios nos ama y nos perdona siempre, sin que nosotros lo merezcamos.
Al tomar conciencia del perdón divino, debemos aceptarlo y vivirlo,
solo así, seremos capaces de perdonar a los demás, para que ellos
reconozcan sus errores, reparen, se conviertan y perdonen.
   Muchos de nosotros tenemos la falsa idea de “un Dios castigador”,
por una deficiente educación religiosa y por una predicación tradicional.
Jesús, en cambio, lo experimenta como un Padre increíblemente bueno,
que se preocupa únicamente por la felicidad de sus hijos e hijas:
   Cuando el hijo menor todavía estaba lejos, su padre lo ve,
siente compasión, corre a su encuentro y le abraza…
Luego el padre dice a sus servidores: traigan el mejor vestido
y vístanle, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies.
Traigan el ternero engordado y mátenlo. Porque este hijo mío…
se había perdido y ha sido encontrado (Lc 15,20-24).

¡Malvado! ¿No debías tú también tener compasión?
   Ciertas autoridades que viven de rodillas ante el capitalismo salvaje,
autorizan a dueños de empresas transnacionales para que exploten
nuestros recursos naturales: petróleo, gas, minerales, pesca… Luego,
esos dueños se llevan el dinero. Y algo más, tienen lujosas residencias
dentro y fuera el país. Muchos de ellos dicen que son “creyentes”,
y para quedar tranquilos con sus conciencias, dan dinero para algún
proyecto; y siguen explotando a los pobres y exprimiendo los bienes
del planeta como si fuera una naranja (Papa Francisco, 31 agt. 2020).
¡Empresario malvado! Toda la riqueza que tienes, te la dieron ciertas
autoridades… ¿No debías tú también compadecerte de la madre tierra,
y de los pobres golpeados por un despiadado liberalismo económico?
   Ojalá dichos empresarios sigan el ejemplo del rico Zaqueo que dice
a Jesús: Mira, Señor, doy la mitad de mis bienes a los pobres,
y si he robado a alguien, le devuelvo cuatro veces más (Lc 19,8).
Solo en base al amor, construiremos una sociedad humana y fraterna:
Amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios.
El que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama,
no conoce a Dios, porque Dios es amor. Él envió a su Hijo único
a este mundo para darnos vida por medio de Él (1Jn 4,7-9).
J. Castillo A.

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