miércoles, 19 de agosto de 2020

Para nosotros, ¿quién es Jesús?

21º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo A
Is 22,19-23  -  Rom 11,33-36  -  Mt 16,13-20

¿Las enseñanzas y obras de Jesús son el centro de nuestra vida diaria?
¿Imitamos a Jesús en su amor por los insignificantes y marginados?
¿Podemos seguir a Jesús sin haberle conocido y sin dar testimonio?
¿En qué sentido nuestra Iglesia es santa y pecadora?

Jesús es el Profeta
   Jesús pregunta: ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?
Sus discípulos responden: Unos dicen que eres Juan Bautista…
otros que eres Elías… Jeremías… o algún otro profeta
*La gente sencilla que oye sus enseñanzas y ve sus obras,
identifica a Jesús como un Profeta del amor, la justicia, la paz…
comprometido con los pobres y no con el poder y prestigio externo.
*Juan Bautista, profeta que renuncia a muchas cosas superfluas,
vive… viste… y se alimenta… de una manera muy sencilla (Mt 3,4).
También Jesús, el Profeta de Nazaret, desde su experiencia dice:
Las zorras tienen madrigueras, las aves del cielo sus nidos,
pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza (Mt 8,20).
¿Renunciamos al consumismo, al poder y a la fama mundana?
*El profeta Elías, por su parte, denuncia al rey Ajab de Samaría
por haber asesinado a Nabot para robarle sus tierras (1Re 21).
Varias veces, Jesús denuncia a las autoridades religiosas porque:
-Observan el descanso sabático a costa de la vida de los enfermos…
-Devoran los bienes de las viudas haciendo largas oraciones…
-Han convertido el templo en una cueva de ladrones…
¿Denunciamos a los creyentes que valoran el dinero y no la vida? 
*El profeta Jeremías es consagrado profeta desde el seno materno,
para arrancar y derribar… para edificar y plantar (Jer 1,10).
Jesús, desde Galilea, anuncia que está cerca el Reinado de Dios… y,
viviendo pobre entre los pobres, tiene autoridad moral para proclamar:
Felices ustedes los pobres… Felices ustedes que me dan de comer
¿Anunciamos la Buena Noticia de Jesús con palabras y obras?

Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios vivo
   A continuación Jesús pregunta: Y según ustedes, ¿quién soy yo?
Simón, hijo de Jonás, responde: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.
*En aquella época, los judíos esperaban un Mesías triunfalista,
un rey poderoso que los libraría de la dominación del imperio romano.
Esta esperanza dista mucho de lo que había dicho  el profeta Isaías:
-Miren a mi servidor, a mi elegido… Sobre él, he puesto mi Espíritu,
para que promueva la justicia entre todas las naciones (42,1).
-Mi servidor los liberará, al cargar la maldad de todos ellos (53,11).
Por eso, el Hijo del Hombre vino a servir y a dar su vida (Mt 20,28),
y se hizo obediente hasta la muerte y muerte en una cruz (Flp 2,8);
*Si queremos ver a Jesús, el Hijo de Dios, no miremos a las nubes;
miremos a los niños, jóvenes, adultos y ancianos excluidos…
En estos rostros sufrientes está Jesús, el Hijo de Dios (DP 31ss),
pues, lo que hacemos a uno de sus hermanos: hambrientos,
sedientos, enfermos… es a Él que lo estamos haciendo (Mt 25,40).
En este contexto, Jesús nos da a conocer el verdadero rostro de Dios:
Padre bueno… misericordioso… compasivo… amigo de la vida…
para  que vivamos como hijos del Padre y hermanos entre nosotros.

Iglesia santa y pecadora
   Pedro como cualquiera de nosotros, tiene cualidades y limitaciones.
Ahora bien, si Jesús le dice: -Feliz eres Simón, hijo de Jonás
-Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia… no es por
méritos de Pedro, sino porque Jesús reza por él para que
no falle su fe y, ya convertido, fortalezca a sus hermanos (Lc 22,31).
   Lo mismo sucede con la Iglesia, es santa pero también pecadora.
Al respecto, escuchemos al papa Francisco (Audiencia, 2 oct. 2013):
¿Pero en qué sentido la Iglesia es santa si vemos que la Iglesia…
en su camino a lo largo de los siglos, ha tenido tantas dificultades,
problemas, momentos oscuros? ¿Cómo puede ser santa una Iglesia
formada por seres humanos, por pecadores? ¿Hombres pecadores,
mujeres pecadoras, sacerdotes pecadores, religiosas pecadoras,
obispos pecadores, cardenales pecadores, Papa pecador?...
Luego, añade: No es santa por nuestros méritos, sino porque Dios
la hace santa, es fruto del Espíritu Santo y de sus dones…
¿Somos una Iglesia que llama y acoge con los brazos abiertos
a los pecadores, o somos una Iglesia cerrada en sí misma?
J. Castillo A.

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