20º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo A
Is 56,1.6-7 - Rom
11,13-15. 29-32 - Mt 15,21-28
Aquella madre es rechazada por los
judíos, porque es pagana,
sin
embargo, no deja de amar a la hija de sus
entrañas (Is 49,15).
Por
eso, con una fe sencilla y firme, va al encuentro de Jesús
y le suplica: Señor, ten compasión de mí… Señor, socórreme.
Jesús
-que es el rostro humano de Dios y rostro
divino del hombre-
(Juan
Pablo II, 12 enero 2004), le dice: Mujer,
¡qué grande es tu fe!
Despídela, que viene detrás gritando
Jesús y sus discípulos están en el país
fronterizo de Tiro y Sidón.
Allí, una madre pagana, sola, angustiada
y desamparada,
pide a Jesús que tenga compasión, porque
su hija está enferma.
Jesús
guarda silencio y espera la reacción de sus discípulos. Luego,
ellos
se acercan y le dicen: despídela, que
viene detrás gritando.
El
Profeta de Nazaret no actúa así. Habiendo sufrido el rechazo
de
sus familiares… paisanos… y autoridades políticas y religiosas…
acoge a los rechazados, leprosos,
hambrientos, pecadores;
y si una persona cree en Él, aunque sea
pagana, no la rechaza.
En
aquella ocasión, a partir de un diálogo aparentemente muy duro,
Jesús
busca liberar a sus discípulos/as de los muros que separan:
a
los hijos de Abraham de los paganos, a los judíos de los extranjeros.
*Inicialmente, el anuncio del Evangelio
está destinado a buscar
las ovejas perdidas de Israel (Mt 10,6); pero la
respuesta fue negativa.
Si
Tiro y Sidón hubieran escuchado, se habrían convertido (Mt 11,21).
En
adelante, todos los pueblos serán evangelizados (Mt 28,19).
*Para acabar con el desprecio de llamar
perros a los paganos,
Jesús
dice a la mujer: No es bueno dar a los
perros el pan de los hijos.
Ante esta dura comparación: hijos-israelitas…
perros-paganos…
ella no quita el pan a los hijos, se
contenta con migajas y
responde:
También los perros comen las migajas que
caen de la mesa del amo.
Por
ahora, aquella madre angustiada se contenta con muy poco,
pero
llegará el día en que todos comerán hasta saciarse (Mt 15,37).
Señor,
¡ten compasión de mí!
Los textos bíblicos de este domingo
hablan de: extranjeros…
paganos… enemigos… ovejas perdidas…
hijos… perros…
que -hoy-
se
relacionan con problemas graves, por ejemplo: los migrantes.
*¿Por qué se da carta abierta a las
multinacionales de los países ricos,
para
que exploten: minerales… gas… petróleo…de los países pobres;
en complicidad con las autoridades
locales corruptas y coimeras?
*¿Es justo que los migrantes mueran al
huir del hambre o guerra?
*Con el Papa Francisco: Digamos NO a una
economía que: -mata…
-excluye
a los indefensos... -destruye la Madre Tierra (Bolivia, 2015).
Jesús
que acoge y come con pecadores y cobradores de impuestos,
nos
dice: Misericordia quiero y no
sacrificios (Mt 9,12s).
Cuántas
cosas cambiarían, si practicáramos este sabio principio:
Tratar
a los demás como queremos que ellos nos traten (Lc 6,31).
¿Hemos
pensado alguna vez estar en la situación de los despreciados?
Frente
a estos y otros problemas, escuchemos a Dios que nos dice:
Cuando un extranjero se establezca en el
país de ustedes,
no lo opriman será como uno nacido allí,
lo amarás como a ti mismo
porque
también ustedes fueron extranjeros en Egipto (Lev
19,33s).
Mujer,
¡qué grande es tu fe!
Jesús, a través de aquel diálogo, en
presencia de sus discípulos,
hizo
aflorar lo más valioso que hay en el corazón de aquella madre.
Es
un diálogo ejemplar para que sus seguidores/as hagan lo mismo.
Luego,
reconociendo su fe sencilla pero firme, Jesús le dice:
Mujer,
¡qué grande es tu fe! Que se cumpla tus deseos.
Ella
que rogó sin cesar ve cumplido su deseo, su hija queda sana.
Algo
semejante sucede con el centurión romano, de él dice Jesús:
No
encontré una fe tan grande en el pueblo de Israel (Mt 8,10).
Sin
embargo a sus discípulos y a Pedro en particular, Jesús les dice:
¿Por
qué tienen miedo, hombres de poca fe? (Mt 8,26; 14,31).
Después
de veinte siglos, los cristianos/as necesitamos:
*Dejarnos evangelizar, incluso por
personas pobres y paganas; pues,
muchos
que están “fuera de la Iglesia” tienen una grande fe en Dios.
*Apoyar la esperanza de hombres y
mujeres que, sin desanimarse,
se
enfrentan a los problemas y sufrimientos de cada día.
*Animar a quienes se solidarizan y
sirven a las personas necesitadas,
movidos
por un verdadero amor a Dios y al prójimo.
J. Castillo A.
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