miércoles, 24 de julio de 2019

Señor, enséñanos a orar

17º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo C
Gen 18,20-32  -  Col 2,12-14  -  Lc 11,1-13

   En la vida de Jesús, la oración ocupa un lugar fundamental,
recordemos que en medio de tantas actividades, Jesús se retira a orar.
   Por eso, cuando sus discípulos le dicen: Señor, enséñanos a orar,
Jesús responde enseñándoles la oración del Padre Nuestro,
que se puede resumir en dos frases: Amar a Dios y amar al prójimo.

Cuando oren digan: Padre
   El alimento de Jesús es hacer la voluntad del Padre (Jn 4,34).
Recordemos que la primera palabra del joven Jesús es Padre:
Debo de estar en la casa de mi Padre (Lc 2,49).
Y antes de morir crucificado, invoca al Padre diciéndole:
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu (Lc 23,46).
Desde esta experiencia, Jesús nos enseña: amar a Dios nuestro Padre,
y a imitarlo en su bondad, en su misericordia, en su compasión: 
Sean compasivos como es compasivo el Padre de ustedes (Lc 6,36).
   Para invocar a Dios no necesitamos: dinero, templos, ceremonias...
cualquier lugar y cualquier momento son buenos para orar.
Supliquemos a Dios, como hacen los pobres que se acercan a Jesús:
-Señor, si quieres puedes sanarme… (Lc 5,12-16).
-Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros… (Lc 17,11-19).
-Jesús, hijo de David, ten piedad de mí…Haz que vea…(Lc 18,35-43).
   Ahora bien, si somos hijos de un mismo Padre (filiación),
debemos vivir y amarnos como verdaderos hermanos (fraternidad).
Sin embargo, ¿seguimos al Profeta de Nazaret que se preocupa:
por sanar a los enfermosy alimentar a los hambrientos…?
¿Por qué damos más importancia a nuestras tradiciones y costumbres,
dejando de lado el llamado de Jesús que nos dice: Ven y sígueme?
   Ante los graves problemas que tenemos: corrupción, narcotráfico,
contaminación de la tierra, explotación de los nativos y campesinos…
al invocar: Padre, venga a nosotros tu Reino, comprometámonos:
por la verdad y la libertad, la justicia y la paz, el amor y la vida.

Danos cada día el pan que necesitamos
   Jesús no vive indiferente ante el grave problema del hambre.
Es por eso que nos enseña a orar: Padre, danos el pan de cada día.
Al respecto, sigamos reflexionando en los siguientes textos:
*María, la madre de Jesús, alaba a Dios diciendo:
Su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles (…).
Derriba del trono a los poderosos y eleva a los humildes.
Colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos (Lc 1).
*Jesús, al proclamar las bienaventuranzas, exclama:
Felices los que ahora tienen hambre, porque serán saciados (Lc 6,21).
*Al ver a más de cinco mil personas, Jesús dice a sus discípulos:
Denles ustedes de comer. Todos comieron hasta saciarse (Lc 9,10ss).
*A un jefe de los fariseos que le ha invitado a comer, Jesús le dice:
Cuando des una comida, invita a los pobres, mancos, cojos, ciegos;
y tú serás feliz porque ellos no pueden pagarte (Lc 14,13s).
*La situación del hijo menor, la encontramos actualmente
en aquellas personas que buscan en la basura algo que tenga valor:
Deseaba llenarse el estómago con lo que daban a los cerdos,
pero nadie le daba nada (Lc 15,16).
*Sobre el abismo que hay entre ricos y pobres, Jesús nos dice:
Había un hombre rico que vestía con ropa fina y ofrecía banquetes.
Echado a la puerta del rico estaba un pobre llamado Lázaro,
cubierto de llagas, quería saciarse con lo que caía de la mesa del rico
y hasta los perros iban para lamerle sus heridas (Lc 16,19ss).
*Habiendo anunciado el Reino de Dios, Jesús celebra una cena y dice:
Cuánto he deseado comer con ustedes esta cena Pascual (Lc 22,15).
   Para vivir dignamente, todos necesitamos el pan de cada día,
y -en lugar de acaparar- movidos por el consumismo egoísta,
hace falta compartir lo nuestro con las personas necesitadas.
*Si ves a un hambriento falto del alimento indispensable
y, sin preocuparte de su hambre, lo llevas a contemplar
una mesa adornada con vajilla de oro, ¿te dará las gracias por ello?,
¿no se indignará más bien contigo? (S. Juan Crisóstomo, 350-407).
*¿Puede una madre olvidarse del hijo de sus entrañas? (Is 49,15).
*¿Puede un padre dar una piedra cuando su hijo le pide pan?
¿O darle un alacrán cuando le pide un huevo?
Si ustedes siendo malos, dan cosas buenas a sus hijos,
cuánto más el Padre les dará el Espíritu Santo a quienes se lo piden.
J. Castillo A.

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