miércoles, 17 de julio de 2019

Acoger y escuchar a Jesús

16º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo C
Gen 18,1-10  -  Col 1,24-28  -  Lc 10,38-42

   Cuando la indiferencia se va generalizando en nuestra sociedad,
hacen falta personas que acogen a los forasteros, a los migrantes
como Marta: Acoge en su casa a Jesús que va de viaje a Jerusalén.
   También, cuando vivimos prisioneros de un activismo agotador,
necesitamos detenernos y -en el silencio- dar sentido a nuestra vida.
Eso hace María: Sentada a los pies de Jesús, escucha sus palabras.
   Se trata de escuchar y practicar el mensaje de Jesús, unidos a Él.

Marta acoge a Jesús en su casa
   Con este gesto de acogida, Marta -igual que el samaritano-
hace de Jesús su prójimo, le da hospitalidad, se preocupa de Él;
y, como buena ama de casa, realiza muchas tareas. 
   En aquel tiempo, la situación de las mujeres era muy lamentable.
Viven como esclavas de sus esposos. Ignoran las Sagradas Escrituras.
Constantemente son sospechosas de impureza ritual
y, por eso mismo, son marginadas por la religión y por la sociedad.
Además de ser valoradas solo como instrumento de fecundidad,
están obligadas a realizar todas las tareas del hogar.
   Marta, agotada por tanto trabajo, se acerca a Jesús y le dice:
Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola para atender?
Dile que me ayude.
¿Pedir ayuda para someter al prójimo a vivir de prisa y sin tiempo?
¿Quiénes sacan provecho de tantas propagandas superfluas?
¿No será mejor vivir de una manera más sencilla?
   La respuesta de Jesús es sorprendente: No critica su acogida,
tampoco pone en duda la importancia de las tareas que hace.
Pero Jesús no quiere ver personas esclavas, nerviosas, inquietas.
Por eso, repitiendo cariñosamente su nombre, le dice con simpatía:
Marta, Marta: andas inquieta y nerviosa con tantas cosas
   Necesitamos ordenar nuestra vida, como hace su hermana María:
postergar lo secundario, elegir lo importante, buscar la paz interior.

María escucha las palabras de Jesús
   Jesús busca liberar a las mujeres esclavizadas por el trabajo diario,
y acepta que María, sentada a sus pies, escuche sus enseñanzas;
de esta manera, rompe los esquemas machistas de escribas y fariseos.
Sentarse a los pies, es el gesto del discípulo con relación a su maestro,
así lo dice Pablo: He sido educado a los pies de Gamaliel (Hch 22,3).
   Examinemos el lugar que ocupa la Buena Noticia y obras de Jesús
en nuestra vida personal, en la familia y en nuestras comunidades.
No vaya suceder que damos más importancia a ceremonias religiosas,
dejando de lado la voz del Padre que nos sigue diciendo:
Éste es mi Hijo amado. Escúchenle (Lc 9,35).
   Examinemos también si formamos discípulos/as como hace Jesús:
Mientras camina por ciudades y pueblos,
anuncia la Buena Noticia del Reinado de Dios.
Le acompañan los Doce apóstoles, y también varias mujeres (…),
que les atienden con sus bienes (Lc 8,1-3). Ciertamente,
se trata de las mujeres discípulas en la vida pública de Jesús.

Escuchar las palabras de Jesús y ponerlas en práctica
   Para nosotros, escuchar las palabras de Jesús es fundamental,
siempre y cuando las practiquemos, como dice el mismo Jesús:
Quien escucha mis palabras y las pone en práctica,
se parece a uno que construye su casa (…) sobre la roca.
En cambio, el que escucha mis palabras y no las pone en práctica,
se parece a uno que construye su casa sobre la arena (Lc 6,46ss).
   Sigamos reflexionando en el mensaje del Evangelio de hoy,
teniendo presente el ejemplo de las primeras comunidades cristianas:
Los Doce apóstoles reúnen a todos los discípulos y les dicen:
No es justo que descuidemos el anuncio de la Palabra de Dios,
para servir a la mesa (distribución diaria de alimentos a las viudas).
Hermanos, elijan entre ustedes a siete hombres de buena fama,
llenos del Espíritu Santo y de prudencia, para encargarles esa tarea.
Nosotros seguiremos orando y anunciando la Palabra de Dios.
Todos aprueban la propuesta y eligen a siete diáconos (Hch 6,1ss).
   Por su parte, San Juan Crisóstomo (349-407) nos dice:
Al volver a tu casa prepara dos mesas: una la de los alimentos,
la otra de la Sagrada Escritura (…) para que tus hijos la escuchen.
Así harás de tu casa una Iglesia (Homilía sobre Gen 6,2).
J. Castillo A.

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