miércoles, 10 de julio de 2019

Anda y haz tú lo mismo

15º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo C
Dt 30,10-14  -  Col 1,15-20  -  Lc 10,25-37

   Mientras un doctor de la ley le pregunta para ponerlo a prueba,
Jesús de Nazaret aprovecha esta ocasión para: narrar una parábola,
denunciar: a los ricos, a los poderosos, a los funcionarios del templo,
y anunciar un camino de solidaridad: hacernos prójimo del enfermo.

Asaltan a un hombre y lo dejan medio muerto
   Aquel hombre, asaltado y abandonado, es un desconocido.
Dada la gravedad de sus heridas, no puede valerse por sí mismo.
A medida que pasa el tiempo siente que la vida se le escapa.
Solo la compasión de alguien de buena voluntad podrá salvarlo.
   Hoy, ¿quiénes roban, hieren y abandonan a sus víctimas?
¿Es justo que un alto funcionario estatal gane en un día,
lo que un pobre trabajador o una trabajadora gana durante un mes?
¿Los ricos perciben que son responsables de tantos emigrantes?
   Ante estas y otras interrogantes, escuchemos a nuestros obispos:
América Latina se encuentra (…), en una situación de injusticia
que puede llamarse violencia institucionalizada (…).
No hay que abusar de la paciencia de un pueblo
que soporta durante años una condición
que difícilmente aceptarían quienes tienen una mayor conciencia
de los derechos humanos (Doc. de Medellín, 1968, 2 La paz, n.16).
   Sobre los funcionarios del templo que no hacen nada por el herido,
el Papa Francisco (en Lampedusa, sur de Italia) dice lo siguiente:
Hoy nadie en el mundo se siente responsable de esto:
-Hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraterna.
-Hemos caído en la actitud hipócrita del sacerdote y del levita,
de los que habla Jesús en la parábola del Buen Samaritano (…).
En este mundo de la globalización
hemos caído en la globalización de la indiferencia.
Nos hemos habituado al sufrimiento del otro: -no nos concierne,
-no nos importa, -no es asunto nuestro (Homilía, 8 julio 2013).

¿Quién se hace prójimo del hombre herido y abandonado?
Sigamos el ejemplo de Jesús, el Buen Samaritano, que -hoy- nos pide:
   *Salir a los caminos para encontrar a la persona necesitada:
Cuando los sabios de Oriente ven la estrella, se alegran.
Luego, entran en la casa y ven al niño con María, su madre;
y arrodillándose le rinden homenaje.
Abren sus cofres y le ofrecen: oro… incienso… mirra… (Mt 2,1-12).
   *Sentir compasión hasta que se remuevan nuestras entrañas:
Cuando el hijo menor todavía está lejos, su padre lo ve,
se le remueven las entrañas y corre a abrazarlo (Lc 15,20).
   *Aproximarnos, hacernos prójimo del que sufre:
Un enfermo de lepra se acerca a Jesús, se arrodilla y le suplica:
Señor, si quieres, puedes sanarme. Jesús le toca con la mano y dice:
Quiero, queda sano. Al instante aquel hombre queda sano (Mt 8,2s).
   *Visitar y sanar a la persona enferma:
Jairo, jefe de la sinagoga, se arrodilla a los pies de Jesús,
y le ruega para que vaya a su casa,
porque su hija única de doce años, se está muriendo (…).
Al llegar a la casa, Jesús exclama: Muchacha, levántate (Lc 8,40ss).
   *Detenernos para ayudar al herido abandonado:
Mira mis manos y toca mis heridas.
Extiende tu mano y palpa mi costado.
En adelante, no seas incrédulo, sino persona de fe (Jn 20, 27).
   *Compartir lo que tenemos con la persona que tiene problemas:
Padre nuestro (…). Danos hoy el pan que necesitamos (Mt 6,9-13).
   *Tener la capacidad de ver al que tiene hambre de Dios y de pan:
Al desembarcar y ver a tanta gente, Jesús se compadece, les enseña,
y dice a sus discípulos: Denles ustedes de comer (Mc 6, 30-44).
   *Acoger a los insignificantes que sufren injustamente:
Tengo hambre y me das de comer. Tengo sed y me das de beber.
Soy forastero y me acoges. Estoy desnudo y me das ropa.
Estoy enfermo y me sanas. Estoy encarcelado y me liberas (Mt 25).
   *Transformar nuestra realidad junto con otros:
Ustedes no me eligieron a mí, soy yo quien les elegí a ustedes,
y les he encargado para que vayan y den mucho fruto (Jn 15,16).
   *Liberar al oprimido y al opresor, para vivir como hermanos:
Amen a sus enemigos, y hagan el bien sin esperar nada a cambio…
Sean compasivos como es compasivo el Padre (Lc 6,35s).
J. Castillo A.

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