miércoles, 5 de diciembre de 2018

Una voz grita en el desierto

2º Domingo de Adviento, ciclo C
Baruc 5,1-9  -  Flp, 1,4-11  -  Lc 3,1-6

   Desde el siglo sexto a.C. el pueblo de Israel no tiene profetas:
Ya no tenemos profetas y nadie sabe hasta cuándo (Sal 74,9).
   Siglos después Dios habla, pero no en Romani en Jerusalén
sino en el desierto donde está el profeta Juan, quien:
predica un bautismo de conversión… prepara el camino del Señor…
anuncia que todos verán la salvación de Dios (cf. Is 40,3ss).

Bautismo de conversión
   Juan el Bautista, sacerdote rural como su padre Zacarías,
deja sus labores del templo y va al desierto a orillas del río Jordán.
Es allí donde vive con sencillez, oye y practica la voz de Dios.
   Desde el desierto, Juan predica un bautismo de conversión,
que no se reduce a un rito (sumergirse en las aguas del río Jordán),
sino mostrar los frutos de una sincera conversión (Lc 3,7).
   El bautismo no es una ceremonia donde se obtiene un “documento”
que se “usa” para: -matricular al hijo/a en un colegio católico,
-hacer la primera comunión, -realizar un matrimonio religioso… etc.
El bautismo es vida nueva, es conversión a Dios y a nuestro prójimo.
   Por eso, reconociendo que todos somos pecadores,
la conversión es un proceso permanente que abarca toda la vida.
*Consiste en volver a Dios, a quien le hemos abandonado,
como el hijo menor que deja la casa de su padre (Lc 15,12s).
*También consiste en convertirnos al prójimo (cercano o lejano),
rezar por ellos, acogerlos, amarlos con entrañas de misericordia.
Esto supone abandonar la violencia, la venganza, la indiferencia,
y, en una sociedad injusta, dejar de explotar a las personas pobres.
   Durante su juventud, Agustín de Hipona (354-430) busca a Dios,
y esta búsqueda sincera -entre luces y sombras- lo lleva a exclamar:
¿Hasta cuándo, Señor, hasta cuándo? ¿Mañana? ¿Por qué no hoy?
¿Por qué no poner fin a mis torpezas en esta misma hora?
Su bautismo (a los 33 años) significa conversión, cambio de vida.

Preparen el camino del Señor
   Cuando nace Juan, su padre Zacarías lleno del Espíritu Santo dice:
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo.
Caminarás delante del Señor, preparándole el camino.
Anunciarás al pueblo: salvación y perdón de sus pecados (Lc 1,76s).
   Ahora que el tiempo se ha cumplido, Lucas citando al profeta Isaías
escribe: Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor.
Se trata del camino donde hay: amor, compasión, conversión, perdón.
Busquen al Señor… y llámenlo mientras está cerca.
Que el malvado y el criminal dejen sus caminos y sus planes.
Vuélvanse al Señor y Él tendrá compasión de ustedes (Is 55,6s).
   Siendo Jesús el Camino que nos conduce a Dios, digamos con fe:
Señor, que todos los miembros de la Iglesia sepamos discernir
los signos de los tiempos y crezcamos en la fidelidad al Evangelio.
Que nos preocupemos de compartir -en la caridad- las angustias
y las tristezas, las alegrías y las esperanzas de los hombres y mujeres,
y así les mostremos el camino de la salvación (Plegaria eucarística V/c).

Todos verán la salvación de Dios
  Dios Padre ha enviado a Jesús, su Hijo querido, para salvar a todos:
*No teman… Hoy, ha nacido para ustedes el Salvador (Lc 2,11).
*Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz,
porque mis ojos han visto a tu Salvador
Luz que ilumina a todas las naciones (Lc 2,29ss).
*A Zaqueo que acoge a Jesús y se compromete con los pobres…
el Señor le dice: Hoy ha llegado la salvación a esta casa… porque
el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo perdido (Lc 19,8ss).
*Después que crucificaron a Jesús, los jefes se burlan de Él diciendo:
Ha salvado a otros, que se salve a sí mismo,
para ver si de veras es el Mesías, el predilecto de Dios (Lc 23,35ss).
*Hay muchas personas que llevan el peso intolerable de la miseria.
Como cristianos -antes que sea demasiado tarde- salvemos sus vidas,
haciendo algo concreto por los hermanos/as de Jesús que necesitan:
alimento, agua, vestido, vivienda, salud, libertad, educación (Mt 25).
*Dios ha mostrado su bondad, al ofrecer la salvación a todos,
enseñándonos a renunciar a la maldad y a los deseos mundanos,
y a vivir en el tiempo presente con templanza, justicia y piedad…
esperando la manifestación gloriosa de Cristo (Tito 2,11ss).
J. Castillo A.

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