miércoles, 12 de diciembre de 2018

Qué debemos hacer

3º Domingo de Adviento, ciclo C
Sof 3,14-18  -  Flp 4,4-7  -  Lc 3,10-18

   Las personas que han ido para que el profeta Juan les bautice,
-al oír sus enseñanzas- preguntan: ¿Qué debemos hacer?
   Un joven rico llega corriendo, se arrodilla ante Jesús y le pregunta:
¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna? (Mc 10,17ss).
   Cuando Pedro y los Once anuncian que Jesús resucitó, los que oyen
-muy conmovidos- preguntan: ¿Qué debemos hacer? (Hch 2,36s).
   No basta decir… debemos hacer la voluntad de Dios (Mt 7,21).

Compartir tu pan con el hambriento
   Los que se van a bautizar, preguntan: ¿Qué debemos hacer?
Juan el Bautista, siguiendo lo dicho por el profeta Isaías (58,7),
responde: El que tenga dos abrigos, dé una al que no tiene,
y el que tenga para comer haga lo mismo.
   El hambre, la sed, la desnudez, la enfermedad… no se solucionan,
con discursos, promesas, reuniones, ni con proyectos tranquilizantes,
porque no van a las causas de tanta injusticia, violencia, corrupción.
Hacen falta acciones concretas y gestos de verdadera solidaridad.
   Tanto en el campo como en la ciudad, hay devotos del Niño Jesús,
que en vez de ayudar a las personas necesitadas,
prefieren echar la casa por la ventana: alquilar costosos disfraces…
bailar al compás de orquestas y bandas… comerembriagarse
¿Quiénes son los que se benefician con tantos gastos superfluos?
   Ojalá tengamos la capacidad de oír el mensaje del profeta Isaías:      
Esto dice el Señor: Aborrezco sus solemnidades y fiestas.
Cuando ustedes levantan las manos para orar, yo cierro los ojos.
Por más que multipliquen sus oraciones, yo no las escucho.
Sus manos están manchadas de sangre, lávense, purifíquense.
Aparten de mi vista sus malas acciones. Dejen de hacer el mal.
Aprendan a hacer el bien. Esfuércense en hacer lo que es justo.
Ayuden al oprimido. Hagan justicia al huérfano.
Defiendan los derechos de la viuda (Is 1,14ss;  cf. Amós 5,21ss).

No cobren más de lo debido
   Los publicanos, cobradores de impuestos para el imperio romano,
eran despreciados -en aquella época- por ser explotadores y ladrones,
pues exigían sumas superiores a las establecidas. Sin embargo,
los que piden ser bautizados, preguntan: ¿Qué debemos hacer?
A todos ellos, Juan les dice: No cobren más de lo debido.
   Muchos de ellos vivirán un cambio radical al lado de Jesús.
Ejemplo. Al ver a un hombre llamado Mateo, cobrador de impuestos,
Jesús le dice: Sígueme. Mateo se levanta y le sigue.
Después, muchos publicanos, pecadores y gente de mala vida,
llegan a la casa y se sientan a la mesa con Jesús y sus discípulos.
Cuando los fariseos empiezan a murmurar, Jesús les dice:
Misericordia quiero, y no que ofrezcan sacrificios.
No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores (Mt 9,9ss).
   La salvación de Dios no está reservada solo a “los elegidos”,
se ofrece a todos, incluso a los que consideramos personas “indignas”:
los alcohólicos, los drogadictos, los vagabundos, las prostitutas…

No maltraten a nadie, ni hagan denuncias falsas
   También algunos militares le preguntan: ¿Qué debemos hacer?
Juan les responde: No maltraten a nadie, no hagan denuncias falsas.
   Al respecto, ¿se puede olvidar casos dolorosos como el siguiente?
El 13 de diciembre de 1984, un grupo de malos y cobardes militares
ingresan a la comunidad campesina de Putis (Ayacucho-Perú).
Convocan con engaños a los campesinos, refugiados en los cerros,
por miedo a las incursiones del grupo terrorista Sendero Luminoso.
Con el pretexto de construir un criadero de truchas,
los militares obligan a unos 123 comuneros, cavar una enorme fosa.
Quién se iba a imaginar que esa fosa iba a ser su propia tumba.
Mientras los campesinos cavan, los militares violan a las mujeres;
luego, asesinan a todos de seis en seis y los entierran en la fosa.
Ese día, hombres y mujeres, niños y jóvenes, adultos y ancianos,
fueron “llevados al matadero como corderos y ovejas (Is 53,7).
(Revista SIGNOS, Lima, nº 6, sept 2009;  cf. CVR, VII, 2.14).
   Ante estas y otras injusticias que claman al cielo, los responsables:
¿Reconocen sus culpas?... ¿Se arrepienten?... ¿Piden perdón?...
¿Son capaces de reparar en algo a los familiares de tantas víctimas?...
La verdadera reconciliación se basa en la verdad y la justicia.
J. Castillo A.

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