5º Domingo de Cuaresma (ciclo B
Jer 31,31-34 - Heb
5,7-9 -
Jn 12,20-33
Algunos griegos van a Jerusalén para la
fiesta de Pascua,
pero,
en vez de ir al templo -convertido en una
cueva de ladrones-,
se
acercan a Felipe y le dicen: Queremos ver a Jesús.
Fue
entonces cuando Jesús anuncia que va a morir
y resucitar:
*Si el
grano de trigo que cae en tierra muere, da mucho fruto…
*Donde
yo estoy, allí estará mi servidor…
*Cuando
yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí…
Si
el grano de trigo que cae en tierra muere, da mucho fruto
Al enterarse que algunos griegos quieren
verle, Jesús dice:
Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado.
Con
estas palabras Jesús anuncia su muerte y resurrección…y añade:
-Si el grano de trigo que cae en la tierra muere, da mucho fruto…
-El que entrega
su vida, la conserva para la vida eterna…
Ciertamente:
Hay siempre una oscura noche, para cada
amanecer.
Jesús
vino a este mundo no para buscar sufrimientos…
sino
para salvarnos, para que tengamos
Vida plena (Jn 10,10).
Y,
si muere clavado en una cruz
(instrumento de tortura),
es
por amar y servir a todos, en
particular a los pobres oprimidos;
pues,
el
amor más grande es dar la vida por sus amigos (Jn 15,13).
Por
eso, si queremos ver a Jesús, no lo
busquemos en las nubes…
ni
en los adornos lujosos… ni en los títulos de poder y grandeza…
Vayamos
al Calvario, allí vamos a encontrar al “Rey de los judíos”,
condenado
a morir por los sumos sacerdotes del templo:
Nosotros tenemos una ley, y según esa
ley debe morir;
porque se ha hecho pasar por Hijo de
Dios
(Jn 19,7).
Si
queremos ver a Jesús, busquémoslo: en los seres afligidos…
en
las personas de buena voluntad que dan
vida, entregando su vida…
en
los que oyen el grito de los
pobres y el grito de la madre tierra…
en
los que son odiados y perseguidos:
por practicar sus enseñanzas…
por
seguir su ejemplo… por buscar el Reino de Dios y su justicia.
Donde
yo estoy, allí estará mi servidor
Jesús, el Buen Pastor, entrega su vida y
nos sigue diciendo:
El que quiera servirme, que me siga,
y donde yo estoy allí también estará mi
servidor.
En
la historia de la Iglesia, encontramos hermanos mayores en la fe,
que
fueron servidores buenos y fieles hasta derramar su propia sangre.
Entre
ellos está el obispo salvadoreño Oscar
Romero (1917-1980).
Dos
semanas antes de ser asesinado, en una entrevista dijo:
Como pastor estoy obligado por mandato
divino a dar la vida
por quienes amo, que son todos los salvadoreños,
aun por aquellos que vayan a asesinarme.
Si llegaran a cumplirse las amenazas,
desde ya ofrezco a Dios
mi sangre por la redención de El
Salvador.
El martirio es una gracia de Dios que no
creo merecer,
pero, si Dios acepta el sacrificio de mi
vida,
que mi
sangre entonces sea semilla de libertad
y señal de que la esperanza será pronto
una realidad (…).
Un obispo morirá, pero la Iglesia de
Dios… no perecerá jamás.
El
24 de marzo de 1980, mientras celebraba la Eucaristía,
un
disparo mortal acabó con su vida, eran las 6.30 pm.
Cuando
yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí
Una vez más, Jesús anuncia que será
crucificado para darnos Vida.
Pero,
actualmente, hay autoridades que usan
la Biblia y el Crucifijo,
para
cometer injusticias… condenar al inocente… librar al corrupto.
Los
caminos de esos “creyentes” no son los
caminos de Dios (Is 55,8).
Cuánta
falta nos hace ver y seguir a Jesús,
el Servidor sufriente:
Miren a mi Servidor, a mi elegido, a
quien prefiero.
Pongo mi Espíritu en Él para que anuncie la justicia a las naciones.
No discutirá ni llenará las plazas con
el ruido de sus discursos.
No
quebrará la caña débil ni apagará la vela que todavía alumbra,
hasta que finalmente haga triunfar la justicia en la tierra.
De Él las naciones esperan la salvación (Mt
12,14-21; cf. Is 42,1ss).
Por
su parte, San Pablo (1Cor 1,23ss) nos ofrece su testimonio:
Nosotros anunciamos a Cristo crucificado,
escándalo para los judíos y locura para los paganos (…).
La
locura de Dios es más sabia
que la sabiduría de los hombres,
y la
debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza humana.
J. Castillo A.
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