Domingo de Ramos, ciclo B
Is 50,4-7 - Flp
2,6-11 -
Mc 11,1-10 - Mc 14,1-15,47
Los cuatro
evangelios nos presentan a Jesús pobre y humilde,
desde
su
nacimiento en Belén… hasta su muerte en el Calvario…
Sin
embargo -hoy- personas y grupos interesados por el dinero,
hacen
de Navidad
y de Semana
Santa días de consumo y turismo.
No
nos dejemos arrastrar por esa corriente ajena al Evangelio,
que
nos impide celebrar el triunfo de la
Vida sobre la muerte.
El
Señor lo necesita y pronto lo devolverá
Jesús después de anunciar el Reino de Dios y su justicia, en
Galilea,
decide ir a la ciudad de
Jerusalén, donde las autoridades religiosas:
matan a los profetas y apedrean a los enviados de Dios (Mt 23,37ss).
Mientras
camina, Jesús -que es Luz del mundo-
sana a Bartimeo,
un
ciego mendigo que vive marginado a la salida de Jericó.
Bartimeo
recobra la vista y, luego, sigue a Jesús (Mc 10,46ss).
Cerca
de Jerusalén, Jesús manda que le traigan un burrito prestado,
y
que digan al dueño: El Señor lo necesita y pronto lo devolverá;
también
celebrará la Cena Pascual en una sala prestada (Mc 14,12ss).
Jesús
que vive pobre entre los pobres
tiene autoridad para decir:
*Hay personas que oyen la Palabra de Dios,
pero las preocupaciones
por sus negocios y riquezas ahogan el Mensaje de Dios (Mc 4,18s).
*¡Qué
difícil es para los ricos entrar en
el Reino de Dios! (Mc 10,23).
*Les aseguro que esta pobre viuda ha dado más que todos los otros,
ella, en su pobreza, dio todo lo que
tenía para vivir
(Mc 12,43s).
Al
respecto, pongamos en práctica lo que dicen nuestros obispos:
*Que nuestra Iglesia esté libre de ataduras temporales,
de complicidad y de prestigio ambiguo.
*Que la Iglesia libre de espíritu respecto a los vínculos de la riqueza,
sea más transparente y fuerte su misión de servicio.
*Que la Iglesia esté presente en la vida y tareas temporales,
reflejando la luz de Cristo (Medellín, La pobreza de la Iglesia,
n.18).
¡Hosanna!
- ¡Señor, sálvanos!
Mientras Jesús ingresa a Jerusalén, los que le acompañan
exclaman:
¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en
nombre del Señor!
(Sal 118,25s).
Hosanna es una palabra
hebrea que significa: Señor, sálvanos.
Salvar
con palabras y obras, empezando por los marginados,
como
hace Jesús, tiene un precio: insulto, amenaza, muerte…
Sus
familiares dicen que está loco… Sus paisanos lo
desprecian…
Los
escribas y fariseos le calumnian diciendo que es bebedor,
comilón,
amigo de pecadores… y, algo peor, buscan arrestarlo…
Por
eso, ante el sufrimiento de quienes exclaman: ¡Señor, sálvanos!;
sigamos
el ejemplo de Jesús que jamás permaneció indiferente,
ante
las personas que tienen hambre y están enfermas. Y digamos:
Padre, danos entrañas de misericordia ante toda miseria humana.
Inspíranos gestos y palabras oportunas
ante el hermano abandonado.
Ayúdanos a mostrarnos disponibles ante los explotados y deprimidos.
Que tu Iglesia, Señor, sea un recinto de verdad, de amor, de
libertad,
de justicia y de paz; para que todos encuentren en ella
un motivo para seguir esperando (Plegaria Eucarística, V/b).
¡Bendito
el que viene en nombre del Señor!
En nuestros días, los criterios de
quienes tienen poder económico,
no
coinciden con las enseñanzas de Jesús
a quien debemos seguir.
En
consecuencia, la celebración de la muerte y resurrección de Jesús,
debemos
relacionarla con el sufrimiento de sus hermanos (Mt 25,40).
*No podemos ni debemos dar prioridad a
los adornos superfluos…
sabiendo
que la gloria de Dios consiste en que
todos tengamos vida.
*No podemos decir que somos seguidores del Profeta de Nazaret…
si
no introducimos verdad y justicia
donde hay mentira y corrupción.
*No podemos separar los latigazos que
Jesús padece al ser torturado…
de
las balas que reciben quienes exigen
respeto por sus derechos.
*¿Y qué diremos de los países
“desarrollados” que nos explotan?
Por
ello, sean benditos los que -en nombre del Señor- dan vida:
-cuando tantos pueblos y hogares sufren
hambre y miseria,
-cuando tantos hombres viven sumergidos
en la ignorancia,
-cuando aún quedan por construir tantas
escuelas, hospitales,
viviendas dignas de este nombre… (Pablo VI, PP,
1975, n.53).
Si
permanecemos indiferentes ante el
sufrimiento de los excluidos,
¿podemos
decir que somos “cristianos”,
seguidores de Jesús?
J. Castillo A.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu comentario puede ayudar a mejorar este blog