miércoles, 21 de marzo de 2018

Jesús entra en Jerusalén

Domingo de Ramos, ciclo B
Is 50,4-7  -  Flp 2,6-11  -  Mc 11,1-10  -  Mc 14,1-15,47

   Los cuatro evangelios nos presentan a Jesús pobre y humilde,
desde su nacimiento en Belén… hasta su muerte en el Calvario… 
   Sin embargo -hoy- personas y grupos interesados por el dinero,
hacen de Navidad y de Semana Santa días de consumo y turismo.
   No nos dejemos arrastrar por esa corriente ajena al Evangelio,
que nos impide celebrar el triunfo de la Vida sobre la muerte.

El Señor lo necesita y pronto lo devolverá
   Jesús después de anunciar el Reino de Dios y su justicia, en Galilea,
decide ir a la ciudad de Jerusalén, donde las autoridades religiosas:
matan a los profetas y apedrean a los enviados de Dios (Mt 23,37ss).
   Mientras camina, Jesús -que es Luz del mundo- sana a Bartimeo,
un ciego mendigo que vive marginado a la salida de Jericó.
Bartimeo recobra la vista y, luego, sigue a Jesús (Mc 10,46ss).
   Cerca de Jerusalén, Jesús manda que le traigan un burrito prestado,
y que digan al dueño: El Señor lo necesita y pronto lo devolverá;
también celebrará la Cena Pascual en una sala prestada (Mc 14,12ss).
   Jesús que vive pobre entre los pobres tiene autoridad para decir:
*Hay personas que oyen la Palabra de Dios, pero las preocupaciones
por sus negocios y riquezas ahogan el Mensaje de Dios (Mc 4,18s).
*¡Qué difícil es para los ricos entrar en el Reino de Dios! (Mc 10,23).
*Les aseguro que esta pobre viuda ha dado más que todos los otros,
ella, en su pobreza, dio todo lo que tenía para vivir (Mc 12,43s).
   Al respecto, pongamos en práctica lo que dicen nuestros obispos:
*Que nuestra Iglesia esté libre de ataduras temporales,
de complicidad y de prestigio ambiguo.
*Que la Iglesia libre de espíritu respecto a los vínculos de la riqueza,
sea más transparente y fuerte su misión de servicio.
*Que la Iglesia esté presente en la vida y tareas temporales,
reflejando la luz de Cristo (Medellín, La pobreza de la Iglesia, n.18).

¡Hosanna! - ¡Señor, sálvanos!
   Mientras Jesús ingresa a Jerusalén, los que le acompañan exclaman:
¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! (Sal 118,25s).
Hosanna es una palabra hebrea que significa: Señor, sálvanos.
   Salvar con palabras y obras, empezando por los marginados,
como hace Jesús, tiene un precio: insulto, amenaza, muerte
Sus familiares dicen que está loco… Sus paisanos lo desprecian
Los escribas y fariseos le calumnian diciendo que es bebedor,
comilón, amigo de pecadores… y, algo peor, buscan arrestarlo
  Por eso, ante el sufrimiento de quienes exclaman: ¡Señor, sálvanos!;
sigamos el ejemplo de Jesús que jamás permaneció indiferente,
ante las personas que tienen hambre y están enfermas. Y digamos:
Padre, danos entrañas de misericordia ante toda miseria humana.
Inspíranos gestos y palabras oportunas ante el hermano abandonado.
Ayúdanos a mostrarnos disponibles ante los explotados y deprimidos.
Que tu Iglesia, Señor, sea un recinto de verdad, de amor, de libertad,
de justicia y de paz; para que todos encuentren en ella
un motivo para seguir esperando (Plegaria Eucarística, V/b).

¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
   En nuestros días, los criterios de quienes tienen poder económico,
no coinciden con las enseñanzas de Jesús a quien debemos seguir.
En consecuencia, la celebración de la muerte y resurrección de Jesús,
debemos relacionarla con el sufrimiento de sus hermanos (Mt 25,40).
*No podemos ni debemos dar prioridad a los adornos superfluos
sabiendo que la gloria de Dios consiste en que todos tengamos vida.
*No podemos decir que somos seguidores del Profeta de Nazaret…
si no introducimos verdad y justicia donde hay mentira y corrupción.
*No podemos separar los latigazos que Jesús padece al ser torturado…
de las balas que reciben quienes exigen respeto por sus derechos.
*¿Y qué diremos de los países “desarrollados” que nos explotan?
   Por ello, sean benditos los que -en nombre del Señor- dan vida:
-cuando tantos pueblos y hogares sufren hambre y miseria,
-cuando tantos hombres viven sumergidos en la ignorancia,
-cuando aún quedan por construir tantas escuelas, hospitales,
viviendas dignas de este nombre… (Pablo VI, PP, 1975, n.53).
   Si permanecemos indiferentes ante el sufrimiento de los excluidos,
¿podemos decir que somos “cristianos”, seguidores de Jesús?  
J. Castillo A.

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