2º Domingo de Adviento, ciclo B: 10
Is 40,1-5. 9-11 - 2Pe
3,8-14 -
Mc 1,1-8
Han pasado varios siglos… y solo se
escucha este lamento:
Oh Dios, ¿por qué nos abandonaste? Ya no
tenemos profeta
(Sal 74).
De
repente se oye una voz, pero no en
los palacios de los opresores,
ni
en el templo de Jerusalén, convertido en una cueva de ladrones,
tampoco
en el barrio residencial donde viven los sumos sacerdotes.
Esa voz grita en el desierto, lugar
para oír a Dios y convertirse.
Es
la voz del profeta Juan Bautista, hijo de Zacarías e Isabel.
Preparen
el camino al Señor
Muchos somos insensibles ante los rostros humanos que sufren:
-niños y niñas abandonados o víctimas de
la prostitución sexual…
-jóvenes desorientados por falta de
capacitación y trabajo…
-campesinos e indígenas expulsados de la
tierra donde nacieron…
-personas ancianas que andan mendigando
para poder sobrevivir…
También
somos cómplices del consumismo que:
-destruye la tierra,
-agota
los recursos naturales, -aumenta el cambio climático,
-pone
en peligro la vida de las próximas generaciones…
Los
creyentes y personas de buena voluntad, ¿qué debemos hacer?
*El profeta Isaías nos dice: Preparen
el camino al Señor. Y añade:
Que los valles se levanten… los montes y
las colinas se abajen…
lo torcido se enderece… las quebradas se
igualen
(1ª lectura).
*Juan Bautista enviado
por Dios para dar testimonio de la luz (Jn 1),
vive
con mucha sencillez en su manera de vestir
y en sus alimentos;
allí
está el camino para: alimentar, vestir,
acoger… a los necesitados.
A
quienes acuden para ser bautizados, el profeta Juan les anuncia:
Detrás de mí viene Aquel que es más fuerte que yo… Ciertamente,
Jesús
es más fuerte, pues viene a servir y a dar su vida (Mc
10,42ss).
Actuando
así, tiene sentido agradecer a Dios, porque su Hijo Jesús:
-es el
Camino que nos conduce al Padre,
-es la
Verdad que nos hace libres,
-es la
Vida que nos colma de alegría (Plegaria eucarística V/b).
Jesús
es Buena Noticia
Reflexionemos en
la primera frase del texto de Marcos:
Origen
de la Buena Noticia de Jesús, el Mesías,
el Hijo de Dios.
*Sabiendo
que la palabra Evangelio significa Buena
Noticia,
tengamos
presente que la misma persona de Jesús es Buena Noticia.
-Es Buena Noticia para las personas
sencillas:
La gente estaba asombrada por su manera
de enseñar,
lo hacía con autoridad y no como los
maestros de la ley
(Mc 1,22).
-Es Buena Noticia porque sana a los
enfermos (Mc 1,32ss; 6,55ss),
a
la hija de una mujer pagana (Mc 7,24ss), a un ciego (Mc 10,46ss)…
-Es Buena Noticia, pues Él -con el
testimonio de su vida-
nos
revela el verdadero rostro de Dios, misericordioso y compasivo:
Jesús al ver aquella multitud siente
compasión…
(Mc 6,34).
*Jesús
es el Mesías (Cristo, Ungido).
No
se trata de un Mesías poderoso… sino de un Mesías
servidor.
Cuando
Pedro confiesa que Jesús es el Mesías…
Jesús anuncia
que
morirá crucificado, pero resucitará al tercer día (Mc 8,29ss).
Mientras
los poderosos asesinan… Dios Padre resucita a su Hijo.
*Jesús
es el Hijo de Dios. -Cuando
Jesús es bautizado por Juan,
Dios
Padre le dice: Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto (Mc
1,11).
-En la transfiguración: Este es mi
Hijo amado, escúchenlo (Mc 9,7).
-A la pregunta: ¿Eres tú el Mesías, el Hijo de
Dios bendito?,
Jesús
dice: Yo soy. Y verán al Hijo a la
derecha de Dios (Mc 14,61s).
-Un pagano: Realmente este Hombre era Hijo
de Dios (Mc 15,39).
Busquemos a Jesús -el Hijo de Dios- en sus hermanos pobres:
-Este santo sínodo ruega y encarga, por las
entrañas de Cristo,
que los
pastores sean: moderados, benignos, fervientes…
y como
padres siempre de los pobres (Santo Toribio, 1583).
-Aquella familia que comulgó volvió a su casa
cantando…
La humilde choza del indio se ha
convertido en un templo,
que tiene por sagrario el pecho de cada
uno de sus moradores.
¡Cuántas oraciones mezcladas con
lágrimas se elevan a Dios!
¡Cuán
grandes y hermosas almas se ocultan
bajo
los harapos del pobre! (Mons. Rubén
Berroa, 1934).
-Una de las principales obligaciones del
párroco es socorrer
y hacer socorrer a los necesitados de su parroquia,
El
párroco debe considerarse como el padre de los pobres…
y jamás humillar al necesitado (Mons. Daniel
Figueroa, 1952).
J. Castillo A.
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