3º Domingo de Adviento, ciclo B
Is 61,1-11 - 1Tes
5,16-24 - Jn 1,6-8. 19-28
Juan Bautista no es el Mesías… ni Elías…
ni el Profeta esperado.
Para
predicar y bautizar no tiene autorización de los sacerdotes,
ni
de los escribas y fariseos que han puesto pesadas cargas al pueblo.
Juan
tiene un título: es un hombre enviado por
Dios (Jn 1,6), para:
-Dar
testimonio de la luz… -Ser
la voz que grita en el desierto…
-Bautizar con agua… -Anunciar que Jesús está entre nosotros…
Yo
soy la voz que grita en el desierto
El profeta Juan -voz que grita en el desierto-
al
final de su vida sigue dando testimonio de Jesús, cuando proclama:
Mi alegría es perfecta, que Él crezca y yo disminuya (Jn 3,29s).
Más
tarde, con la fuerza del Espíritu Santo, Pedro y los Doce dicen:
No
podemos callar lo que hemos
visto y oído
(Hch 4,20).
En
nuestra historia encontramos intrépidos misioneros y laicos,
quienes
-con voz profética- defendieron a
los Indios. Por ejemplo:
*En 1511, Fr. Antonio de Montesinos
predica a los colonizadores
diciendo:
Yo
que soy la voz de Cristo en el desierto de esta Isla.
¿Con qué derecho y justicia tienen en tan cruel y horrible
servidumbre a estos indios?... ¿Éstos, no son personas humanas?...
*En 1550, Fr. Domingo de Santo Tomás
escribe al Rey informándole:
Se ha descubierto una boca del infierno (minas de Potosí, Bolivia),
por la cual entra -cada año- gran
cantidad de indios pobres,
que la codicia de los españoles
sacrifica a su dios.
*En 1559, Fr. Bartolomé de Las Casas
hace esta profética denuncia:
Dejo en las Indias a Jesucristo, nuestro Dios, azotado y
afligido,
abofeteado y crucificado, no una vez, sino millares de veces.
*Mons. Oscar Romero, en su última
homilía (23/III/1980), proclama:
Que el Señor me dé la palabra oportuna
para consolar, para denunciar, para
llamar al arrepentimiento,
y aunque siga siendo una voz que clama en el desierto,
sé que la Iglesia está haciendo el
esfuerzo por cumplir con su misión.
En
medio de ustedes hay uno a quien no conocen
En el desierto, el profeta Juan predica
un bautismo de conversión.
La
gente que acude a bautizarse le pregunta: ¿Qué debemos hacer?
Su
respuesta va a lo esencial, practicar la justicia y el amor:
-Vestir:
El que tenga dos túnicas, dé una al que
no tiene.
-Dar de comer: Quien tenga qué comer haga lo mismo (Lc 3,10s).
Recordemos
una vez más las palabras que Jesús dirá “aquel día”:
Vengan, bendecidos por mi Padre, reciban
el Reino… Porque:
tuve hambre y me dieron de comer…estaba
desnudo y me vistieron…
Sin
embargo, Con nosotros está y no le conocemos.
Con nosotros está. Su nombre es “El Señor”.
Su nombre es el Señor y pasa hambre,
y clama por la boca del hambriento,
y muchos que lo ven pasan de largo,
acaso por llegar temprano al templo.
Actualmente,
se realizan bautismos para todos los
gustos:
particular
o comunitario… con Misa o sin ella… todo depende
del arancel, del estipendio (cantidad de
dinero que se da).
Qué diferente el bautismo de Jesús: No pide
una ceremonia especial,
ni
alquila un vestido o busca adornos superfluos, como hacemos hoy.
Él
es pobre, vive pobre y se bautiza con el pueblo pobre (Lc 3,21).
Ciertamente, en medio de nosotros hay uno a
quien no conocemos.
En
nuestras comunidades cristianas, encontramos creyentes que:
-repiten de memoria algunas frases o
verdades del Credo…
-observan algunos mandamientos… -practican ciertas devociones…
No se esfuerzan por conocer la persona de Jesús, su mensaje y obras;
en
otras palabras, para ellos Jesús es un
perfecto desconocido.
Si queremos encontrar a Jesús en medio de nosotros,
esforcémonos
por buscarlo entre sus hermanos y hermanas,
que
soportan el peso intolerable de la pobreza y de la miseria.
Para ello, una comunidad cristiana,
auténticamente profética,
debe:
-renunciar a las ataduras del poder
temporal y económico,
-denunciar las injusticias y
desigualdades sociales, y
-anunciar la liberación integral que, según
Pablo VI, es el paso
de una vida menos humana, a una vida más
humana
(PP, 20s).
Solo
así, guiados por el Espíritu Santo (1ª lectura), anunciaremos:
Buena
Noticia a los que
sufren… Alivio a las personas
afligidas…
Liberación a los cautivos… Libertad a los prisioneros…
J. Castillo A.
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