miércoles, 13 de diciembre de 2017

Testimonio de Juan Bautista

3º Domingo de Adviento, ciclo B
Is 61,1-11  -  1Tes 5,16-24  -  Jn 1,6-8. 19-28

   Juan Bautista no es el Mesías… ni Elías… ni el Profeta esperado.
Para predicar y bautizar no tiene autorización de los sacerdotes,
ni de los escribas y fariseos que han puesto pesadas cargas al pueblo.
   Juan tiene un título: es un hombre enviado por Dios (Jn 1,6), para:
-Dar testimonio de la luz… -Ser la voz que grita en el desierto
-Bautizar con agua… -Anunciar que Jesús está entre nosotros

Yo soy la voz que grita en el desierto
   El profeta Juan -voz que grita en el desierto-
al final de su vida sigue dando testimonio de Jesús, cuando proclama:
Mi alegría es perfecta, que Él crezca y yo disminuya (Jn 3,29s).
   Más tarde, con la fuerza del Espíritu Santo, Pedro y los Doce dicen:
No podemos callar lo que hemos visto y oído (Hch 4,20).
   En nuestra historia encontramos intrépidos misioneros y laicos,
quienes -con voz profética- defendieron a los Indios. Por ejemplo:
*En 1511, Fr. Antonio de Montesinos predica a los colonizadores
diciendo: Yo que soy la voz de Cristo en el desierto de esta Isla.
¿Con qué derecho y justicia tienen en tan cruel y horrible
servidumbre a estos indios?... ¿Éstos, no son personas humanas?...
*En 1550, Fr. Domingo de Santo Tomás escribe al Rey informándole:
Se ha descubierto una boca del infierno (minas de Potosí, Bolivia),
por la cual entra -cada año- gran cantidad de indios pobres,
que la codicia de los españoles sacrifica a su dios.
*En 1559, Fr. Bartolomé de Las Casas hace esta profética denuncia:
Dejo en las Indias a Jesucristo, nuestro Dios, azotado y afligido,
abofeteado y crucificado, no una vez, sino millares de veces.
*Mons. Oscar Romero, en su última homilía (23/III/1980), proclama:
Que el Señor me dé la palabra oportuna
para consolar, para denunciar, para llamar al arrepentimiento,
y aunque siga siendo una voz que clama en el desierto,
sé que la Iglesia está haciendo el esfuerzo por cumplir con su misión.

En medio de ustedes hay uno a quien no conocen
   En el desierto, el profeta Juan predica un bautismo de conversión.
La gente que acude a bautizarse le pregunta: ¿Qué debemos hacer?
Su respuesta va a lo esencial, practicar la justicia y el amor:
-Vestir: El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene.
-Dar de comer: Quien tenga qué comer haga lo mismo (Lc 3,10s).
Recordemos una vez más las palabras que Jesús dirá “aquel día”:
Vengan, bendecidos por mi Padre, reciban el Reino… Porque:
tuve hambre y me dieron de comer…estaba desnudo y me vistieron
Sin embargo, Con nosotros está y no le conocemos.
                      Con nosotros está. Su nombre es “El Señor”.
Su nombre es el Señor y pasa hambre,
y clama por la boca del hambriento,
y muchos que lo ven pasan de largo,
acaso por llegar temprano al templo.
   Actualmente, se realizan bautismos para todos los gustos:
particular o comunitario… con Misa o sin ella… todo depende
del arancel, del estipendio (cantidad de dinero que se da).
Qué diferente el bautismo de Jesús: No pide una ceremonia especial,
ni alquila un vestido o busca adornos superfluos, como hacemos hoy.
Él es pobre, vive pobre y se bautiza con el pueblo pobre (Lc 3,21).
Ciertamente, en medio de nosotros hay uno a quien no conocemos.
   En nuestras comunidades cristianas, encontramos creyentes que:
-repiten de memoria algunas frases o verdades del Credo…
-observan algunos mandamientos… -practican ciertas devociones…
No se esfuerzan por conocer la persona de Jesús, su mensaje y obras;
en otras palabras, para ellos Jesús es un perfecto desconocido.
   Si queremos encontrar a Jesús en medio de nosotros,
esforcémonos por buscarlo entre sus hermanos y hermanas,
que soportan el peso intolerable de la pobreza y de la miseria.
Para ello, una comunidad cristiana, auténticamente profética,
debe: -renunciar a las ataduras del poder temporal y económico,
-denunciar las injusticias y desigualdades sociales, y
-anunciar la liberación integral que, según Pablo VI, es el paso
de una vida menos humana, a una vida más humana (PP, 20s).
Solo así, guiados por el Espíritu Santo (1ª lectura), anunciaremos:
Buena Noticia a los que sufren… Alivio a las personas afligidas…
Liberación a los cautivos… Libertad a los prisioneros
J. Castillo A.

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