II Domingo de
Adviento, ciclo B:
Is 40,1-5. 9-11 - 2Pe
3,8-14 -
Mc 1,1-8
Habían pasado tres siglos en los que no se oía la voz de
un profeta.
De repente suena una voz, pero no el barrio residencial
de Jerusalén,
donde viven los sumos sacerdotes… tampoco en el templo
convertido
en cueva de ladrones… y menos en los palacios de los
opresores…
Esa voz grita en el
desierto, lugar para acoger a Dios y convertirnos.
Es la voz del profeta Juan Bautista, hijo de Zacarías e
Isabel.
Preparen el camino
a Jesús
Para preparar el camino a Jesús… Juan Bautista renuncia:
Lleva un vestido de
piel de camello, con una correa de cuero
a la cintura; y se
alimenta de langostas y miel silvestre.
Desde esta vida austera, Juan tiene autoridad moral para
predicar.
Hoy, para que nuestra homilía no sea
una campana que resuena
(1Cor 13,1), necesitamos renunciar a muchas cosas
superfluas…
¿Se puede hablar a los pobres desde las riquezas de un
palacio?
Al ver que muchos fariseos y saduceos acuden para ser
bautizados,
Juan los denuncia:
¡Raza de víboras! Muestren frutos de una
sincera
conversión. No
basta decir: Somos hijos de Abraham. Yo les digo:
de estas piedras
Dios puede sacar hijos de Abraham (Mt 3,7ss).
En nuestros días, ante tantas
autoridades y personas particulares
que tienen las manos manchadas de sangre por la ambición
de dinero,
no podemos ser guardianes
ciegos, mudos, dormidos… (Is 56,10).
Lo más importante en la vida del profeta Juan es anunciar a Jesús.
A las personas que van al desierto para escucharle…
reconocer
sus pecados… recibir el bautismo de agua… Juan les
anuncia:
-Detrás de mí viene
Aquel… Se refiere a Jesús que viene recorriendo
un camino nuevo de salvación que parte de Dios y conduce
a Dios.
-Él es más fuerte
que yo… Jesús es el más fuerte,
porque viene
a servir y a dar su
vida para liberar a todos (Mc 10,42-45).
-Yo les bautizo con
agua, pero Él les bautizará con el Espíritu Santo;
por este bautismo somos hijos de Dios y hermanos entre
nosotros.
Jesús es Buena
Noticia
El Evangelio (Buena Noticia) de Marcos empieza con esta
frase:
Buena Noticia de Jesús, el Cristo (Ungido, Mesías), Hijo de Dios.
Jesús es Buena
Noticia porque como leemos en Evangelio de Juan:
Tanto amó Dios al
mundo que entregó a su Hijo único, para que
no perezcan los que
creen en Él, sino que tengan vida eterna (Jn 3).
Jesús es Buena
Noticia pues vino al mundo a dar vida plena a todos,
preferentemente a los pobres, enfermos, endemoniados (Mc
1,32ss).
Jesús es Buena
Noticia porque Él mismo -con palabras y obras-
revela el rostro de Dios: Padre bueno, misericordioso,
compasivo:
Jesús al ver
aquella multitud se compadece, porque andaban
como ovejas sin
pastor; y se puso a enseñarles con calma (Mc 6,34).
Jesús es Buena
Noticia porque tiene autoridad moral para anunciar
un mensaje de esperanza y liberación a las personas
explotadas:
La gente estaba
asombrada por su manera de enseñar, porque
lo hacía con
autoridad y no como los maestros de la ley (Mc 1,22).
Jesús es Buena
Noticia… y también ‘mala
noticia’ para los ricos…
que no cesan de vigilarlo para acusarlo y condenarlo a
muerte.
Sin embargo, su
pasión, muerte y resurrección es Buena Noticia:
Este paralítico ha
sido sanado en nombre de Jesucristo, el Nazareno,
a quien ustedes
crucificaron y a quien Dios resucitó (Hch 4).
Hoy los cristianos debemos anunciar la Buena Noticia que
es Jesús
y ayudados por su gracia, ser también buena noticia desde los pobres.
Es la petición que hacen nuestros hermanos mayores en la fe:
*Este santo sínodo
ruega y encarga, por las entrañas de Cristo,
que los pastores
sean moderados, benignos, fervientes en el celo
de la fe y como padres siempre de los pobres (Santo Toribio, 1583).
*Aquella familia
que comulgó volvió a su casa cantando: “Kaymi
Dios canqui, yúrak
Hostia santa”. La humilde choza del indio se ha
convertido en un
templo, que tiene por sagrario el pecho de cada
uno de sus
moradores. ¡Cuántas oraciones mezcladas con lágrimas
de contrición se
elevan a Dios! ¡Cuán grandes y hermosas
almas
se ocultan bajo los harapos del pobre! (Mons. Rubén Berroa, 1934).
*Una de las
principales obligaciones del párroco
es socorrer y hacer
socorrer a los
necesitados de su parroquia, él debe
considerarse
como el padre de los pobres… Y jamás humillar al
necesitado
al
ejercer con él la caridad
(Mons. Daniel Figueroa, 1952).J. Castillo A.
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