miércoles, 3 de diciembre de 2014

Hacen falta profetas

II Domingo de Adviento, ciclo B:
Is 40,1-5. 9-11  -  2Pe 3,8-14  -  Mc 1,1-8

   Habían pasado tres siglos en los que no se oía la voz de un profeta.
De repente suena una voz, pero no el barrio residencial de Jerusalén,
donde viven los sumos sacerdotes… tampoco en el templo convertido
en cueva de ladrones… y menos en los palacios de los opresores…
Esa voz grita en el desierto, lugar para acoger a Dios y convertirnos.
Es la voz del profeta Juan Bautista, hijo de Zacarías e Isabel.

Preparen el camino a Jesús
   Para preparar el camino a Jesús… Juan Bautista renuncia:
Lleva un vestido de piel de camello, con una correa de cuero
a la cintura; y se alimenta de langostas y miel silvestre.
Desde esta vida austera, Juan tiene autoridad moral para predicar.
   Hoy, para que nuestra homilía no sea una campana que resuena
(1Cor 13,1), necesitamos renunciar a muchas cosas superfluas…
¿Se puede hablar a los pobres desde las riquezas de un palacio?
   Al ver que muchos fariseos y saduceos acuden para ser bautizados,
Juan los denuncia: ¡Raza de víboras! Muestren frutos de una sincera
conversión. No basta decir: Somos hijos de Abraham. Yo les digo:
de estas piedras Dios puede sacar hijos de Abraham (Mt 3,7ss).
   En nuestros días, ante tantas autoridades y personas particulares
que tienen las manos manchadas de sangre por la ambición de dinero,
no podemos ser guardianes ciegos, mudos, dormidos… (Is 56,10).
   Lo más importante en la vida del profeta Juan es anunciar a Jesús.
A las personas que van al desierto para escucharle… reconocer
sus pecados… recibir el bautismo de agua… Juan les anuncia:
-Detrás de mí viene Aquel… Se refiere a Jesús que viene recorriendo
un camino nuevo de salvación que parte de Dios y conduce a Dios.
-Él es más fuerte que yo… Jesús es el más fuerte, porque viene
a servir y a dar su vida para liberar a todos (Mc 10,42-45).
-Yo les bautizo con agua, pero Él les bautizará con el Espíritu Santo;
por este bautismo somos hijos de Dios y hermanos entre nosotros.

Jesús es Buena Noticia
   El Evangelio (Buena Noticia) de Marcos empieza con esta frase:
Buena  Noticia de Jesús, el Cristo (Ungido, Mesías), Hijo de Dios.
Jesús es Buena Noticia porque como leemos en Evangelio de Juan:
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que
no perezcan los que creen en Él, sino que tengan vida eterna (Jn 3).
Jesús es Buena Noticia pues vino al mundo a dar vida plena a todos,
preferentemente a los pobres, enfermos, endemoniados (Mc 1,32ss).
Jesús es Buena Noticia porque Él mismo -con palabras y obras-
revela el rostro de Dios: Padre bueno, misericordioso, compasivo:
Jesús al ver aquella multitud se compadece, porque andaban
como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma (Mc 6,34).
Jesús es Buena Noticia porque tiene autoridad moral para anunciar
un mensaje de esperanza y liberación a las personas explotadas:
La gente estaba asombrada por su manera de enseñar, porque 
lo hacía con autoridad y no como los maestros de la ley (Mc 1,22).
Jesús es Buena Noticia… y también ‘mala noticia’ para los ricos…
que no cesan de vigilarlo para acusarlo y condenarlo a muerte.
Sin embargo, su pasión, muerte y resurrección es Buena Noticia:
Este paralítico ha sido sanado en nombre de Jesucristo, el Nazareno,
a quien ustedes crucificaron y a quien Dios resucitó (Hch 4).
   Hoy los cristianos debemos anunciar la Buena Noticia que es Jesús
y ayudados por su gracia, ser también buena noticia desde los pobres.
Es la petición que hacen nuestros hermanos mayores en la fe:
*Este santo sínodo ruega y encarga, por las entrañas de Cristo,
que los pastores sean moderados, benignos, fervientes en el celo
de la fe y como padres siempre de los pobres (Santo Toribio, 1583).
*Aquella familia que comulgó volvió a su casa cantando: “Kaymi
Dios canqui, yúrak Hostia santa”. La humilde choza del indio se ha
convertido en un templo, que tiene por sagrario el pecho de cada
uno de sus moradores. ¡Cuántas oraciones mezcladas con lágrimas
de contrición se elevan a Dios! ¡Cuán grandes y hermosas almas
se ocultan bajo los harapos del pobre! (Mons. Rubén Berroa, 1934).
*Una de las principales obligaciones del párroco es socorrer y hacer
socorrer a los necesitados de su parroquia, él debe considerarse
como el padre de los pobres… Y jamás humillar al necesitado
al ejercer con él la caridad (Mons. Daniel Figueroa, 1952).
J. Castillo A.    

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