Natividad del
Señor, ciclo B
Is 52,7-10 - Heb
1,1-6 -
Lc 2,1-14
Es bueno pero no basta hablar de: Iglesia pobre entre los pobres…
Opción preferencial
por los pobres, no exclusiva ni excluyente… etc.
Hacen falta, sobre todo, testimonio… obras… gestos audaces….
El Niño Jesús, que nació en Belén,
crecerá… y un día anunciará:
Felices ustedes los
que tienen hambre y sed de justicia (Mt 5,6).
No puede haber Navidad cristiana sin que haya justicia y paz (Sal 85).
No había lugar para ellos en la ciudad
El mismo día de Navidad, el párroco vuelve al barrio para
visitar
a quienes no pudo hacerlo durante la noche anterior.
Uno de los jóvenes, se acerca, le mira
largamente y le dice:
Anoche, en el
grupo, te seguí muy bien.
Había pensado irme
al bar, pero preferí quedarme para escucharte.
Es verdad lo que
dices, y me parece muy bonito.
Puedes decirnos
esas cosas a nosotros sin dificultad.
Nosotros, los
pobres, sabemos lo que significa: pobreza y desprecio.
Pero ahora te pago
el taxi y nos vamos al Gran Hotel.
A ver si allí te atreves a decir esas mismas cosas a los
ricos.
¡Son ellos los que
tienen que cambiar el corazón!
Lo dijo con voz clara y segura, sin
sombra alguna de agresividad.
El párroco se quedó mudo, luego medio a tropezones, le
contestó:
Yo vivo con
ustedes, quiero quedarme en medio de ustedes.
¿Es que tenía miedo de que le tomaran por loco en el Gran
Hotel?
(Charles Lepetit: La
perla del pobre, 1984, n.38).
Todos tenemos que convertirnos… cambiar
nuestros corazones…
Pero también debemos ir
a las raíces de tantas situaciones dolorosas.
Por eso, ante el sufrimiento de una persona que tiene
hambre (Mt 25),
debemos preocuparnos no solamente de solucionarlo en el acto,
sino también de destruir
sus causas; porque nadie es bueno y justo,
mientras no soluciona -según sus posibilidades- ambos
compromisos.
Solo así, Navidad
será una Buena Noticia para las personas pobres.
Les anuncio una Buena Noticia
Los
relatos del nacimiento e infancia de Jesús (Lc 1-2; Mt 1-2),
debemos meditarlos a la luz de su ministerio público.
María envuelve al Niño en pañales y lo acuesta en un
establo,
porque no había lugar para ellos en la posada.
Jesús vino a los suyos pero los suyos no le recibieron (Jn 1,11).
Incluso sus propios paisanos decían: ¿De dónde saca esa sabiduría
y ese poder
milagroso? ¿No es éste el hijo del carpintero? (Mc 6).
Sin embargo, desde esta experiencia de marginación y
desprecio,
Jesús nos muestra el camino de la misericordia: acoger y
comer
con todos, preferentemente, con publicanos, pecadores (Mt
9,9ss).
Tiempo después, José de Arimatea
-hombre bueno y justo-
pedirá a Pilato el
cuerpo de Jesús, lo envolverá en una sábana
y lo
depositará en un sepulcro cavado en una
roca (Lc 23,50-53).
El ángel del Señor se aparece a los pastores de aquella
región
y les dice: No tengan miedo, hoy ha nacido para ustedes
el Salvador.
El ángel del Señor se aparece no a los
poderosos de este mundo,
sino a unos pastores que sufren: desprecio, explotación,
exclusión.
Más tarde, el Profeta de Nazaret
anunciará esta Buena Noticia:
Felices ustedes,
los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece.
Felices ustedes,
los que ahora tienen hambre, porque serán saciados.
Felices ustedes,
los que ahora lloran, porque reirán (Lc 6,20ss).
Los ángeles alaban a Dios diciendo: Gloria a Dios en el
cielo
y en la tierra paz a los hombres y mujeres que Dios ama.
La Paz que nos ofrece Jesús no es como
la ‘paz’ del mundo,
que generalmente se basa en amenazas, miedos, ambiciones,
intereses.
Tampoco es la ‘paz’ de quienes han comercializado la
Navidad.
La Paz de Jesús es vida plena, como lo dice San Ireneo
(130-200):
La gloria de Dios
consiste en que los hombres y mujeres tengan vida.
Hace años, en la puerta del templo de
una parroquia de la ciudad,
dejaron abandonado a un niño más o menos de una semana de
nacido.
Es un caso más de tantos niños huérfanos de padres vivos…
Mientras los que habían ‘oído Misa entera’ se van sin hacer nada,
una madre pobre con seis hijos: abraza al niño, se lo
lleva y lo adopta.
Teniendo presente este gesto tan evangélico de acoger y
dar vida,
les deseo a ustedes una Feliz Navidad, comparable con la Felicidad
de aquella humilde madre y de ese niñito que ya tiene un
hogar.
J. Castillo A.
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