III Domingo de
Adviento, ciclo B
Is 61,1-11 - I
Tes 5,16-24 - Jn 1,6-8. 19-28
Juan el Bautista no es el Mesías… ni Elías… ni el Profeta…
Para predicar y bautizar no tiene autorización de los
sacerdotes,
ni de los escribas y fariseos que han puesto pesadas
cargas al pueblo.
El único ‘título’ que tiene es ser un
hombre enviado por Dios:
Da testimonio de la luz: invitando a creer a quienes acuden a él…
Es la voz que grita en el desierto: preparando el camino al Señor…
Bautiza con agua… Y dice: entre
ustedes hay uno que no conocen.
Hoy en día, hacen falta creyentes que den testimonio con
sencillez.
Voz de Cristo en el desierto de esta Isla
Los nativos de La Española (hoy República Dominicana y
Haití),
eran explotados por los conquistadores que solo buscan
oro.
Tres frailes dominicos que viven pobremente no se quedaron
callados.
Juntos elaboran la homilía del IV domingo de Adviento, de
1511,
y encargan anunciarla a fray Antonio Montesino, quien
empezó
diciendo: Yo que soy voz de Cristo en el desierto de
esta Isla.
Luego preguntó: ¿Con
qué derecho y justicia tenéis en tan cruel
y horrible
servidumbre a estos indios? ¿Con qué autoridad
habéis hecho tan
detestables guerras a estas gentes que estaban
en sus tierras
mansas y pacíficas, donde tan infinitas de ellas,
con muertes y
estragos nunca oídos, habéis consumido?
¿Cómo los tenéis
tan opresos y fatigados, sin darles de
comer
ni curarlos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos
que les dais
incurren y se os mueren, y por mejor decir,
los matáis, por sacar y adquirir oro cada día?
¿Y qué cuidado
tenéis de quien los doctrine, y conozcan a su Dios,
sean bautizados,
oigan misa, guarden las fiestas y domingos?
¿Estos, no son hombres? ¿No tienen almas
racionales?
¿No estáis
obligados a amarlos como a vosotros mismos? (…).
Como se ve, fray Antonio ataca de raíz
el injusto sistema colonial.
Su mensaje sigue cuestionando a la sociedad y a la
Iglesia de hoy…
En medio de ustedes hay uno a quien no conocen
En el desierto, el profeta Juan predica un bautismo de
conversión.
La gente que acude a bautizarse le pregunta: ¿Qué debemos hacer?
Su respuesta va a lo esencial, practicar la justicia y el amor:
-Vestir al desnudo: el
que tenga dos túnicas, de una al que no tiene.
-Dar de comer al hambriento: quien tenga qué comer haga lo mismo.
-A los recaudadores de impuestos: no cobren más de lo ordenado.
-A los soldados: no
maltraten ni hagan denuncias falsas (Lc 3,10ss).
Tiempo después, Jesús anunciará esta
Bienaventuranza: Vengan,
benditos de mi
Padre, reciban el Reino, porque tuve hambre
y me dieron de
comer… estaba desnudo y me vistieron…
Cuando los justos le preguntan: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento
y te dimos de
comer… desnudo y te vestimos…? Jesús responde:
Lo que hicieron a
mis hermanos pobres, me lo hicieron a mí (Mt 25).
Jesús, el Hijo de Dios: Con nosotros está y no le conocemos…
Su nombre es el
Señor y pasa hambre…está desnudo…enfermo vive.
Actualmente, en el campo y en la ciudad, se ‘realizan’ bautismos
para todos los
gustos: particular o comunitario, con Misa o sin ella;
todo depende de la cantidad de dinero que se da. Sobre
este comercio,
el papa Francisco se lamenta: Cuántas veces vemos que entrando
en un templo, aún
hoy, está la lista de los precios: bautismo, tanto;
bendición, tanto;
intención de misa, tanto (Homilía, 21 nov. 2014).
Diferente el bautismo de Jesús, no pide
una ceremonia especial,
ni alquila un vestido o busca adornos superfluos, como
hacemos hoy.
Él es pobre, vive pobre y se bautiza con el pueblo pobre
(Lc 3,21).
Ciertamente, en
medio de nosotros hay uno a quien no conocemos.
En nuestras comunidades cristianas, encontramos creyentes
que solo repiten de memoria algunas verdades del
catecismo…
observan ciertos mandamientos… o van al templo a rezar y
cantar…
No se esfuerzan por conocer la persona de Jesús, su
mensaje y obras;
en otras palabras, para ellos Jesús es un perfecto desconocido.
Al respecto, recordemos que algunos
discípulos de Juan el Bautista
no reconocen a Jesús, a estos discípulos les cuesta
renovar su camino.
Por eso, se acercan al Bautista y le dicen: Maestro, el que estaba
contigo en el
Jordán, está bautizando y todo el mundo acude a Él.
Fue entonces cuando Juan da su último testimonio: Ahora mi gozo
es perfecto. Él
tiene que crecer y yo disminuir (Jn 3,22ss).
J. Castillo A.
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