XXXI Domingo,
Tiempo Ordinario, ciclo A
Mal 1,14-2,10 - 1Tes
2,7-13 -
Mt 23,1-12
En Jerusalén, los
sumos sacerdotes, escribas, fariseos, herodianos…
buscan
arrestar a Jesús con preguntas que son verdaderas trampas.
Él,
después de responder, los deja y habla a la gente y a sus discípulos
para
prevenirles contra la hipocresía de las autoridades religiosas.
Que
las advertencias de Jesús nos ayuden a examinarnos, pues
han pasado a
nosotros muchos vicios de los fariseos (San Jerónimo).
Estén
vigilantes
Los maestros de
la ley y los fariseos: *No hacen lo que dicen.
Quienes
anunciamos la Palabra de Dios, tengamos presente que:
El hombre
contemporáneo escucha más a gusto
a los que dan
testimonio que a los que enseñan,
y si escuchan a
los que enseñan es porque dan testimonio (EN, 41).
*Ponen
pesadas cargas sobre las espaldas de la gente.
Si
los pobres supieran de dónde vienen esas ayudas las rehusarían:
A veces el
destinatario de las ayudas (de organismos internacionales
y
de ONGs) resulta útil para quien lo ayuda
y, así, los pobres sirven
para mantener
costosos organismos burocráticos, que destinan
a la propia
conservación un porcentaje demasiado elevado de esos
recursos que
deberían ser destinados al desarrollo (CV, n.47).
*Todo
lo hacen para que la gente los vea.
Renunciamos para
siempre a la apariencia y realidad de la riqueza,
especialmente,
en el vestir y en símbolos de metales preciosos…
Rechazamos a los
nombres y títulos que expresan grandeza y poder…
(Pacto
de las catacumbas, firmado por 40 obispos, 16 nov.1965).
*Buscan ocupar los primeros puestos y asientos.
Cuando entra a
la asamblea un rico con anillos de oro y ropa lujosa,
ustedes le
dicen: Siéntate en el primer lugar. En cambio, al pobre
que entra con
ropas sucias, le dicen: Siéntate en el suelo o quédate
allí de pie. Al
actuar así, ¿no están juzgando con pésimos criterios?
(Stgo
2,1-9). ¿Hasta cuándo los últimos seguirán siendo los últimos?
Todos
ustedes son hermanos
En nuestra Iglesia
‘santa y pecadora’ -con el paso de los siglos-
se
ha acumulado mucho polvo: riquezas,
privilegios, manera de vestir
heredada
de otras épocas, títulos que expresan poder y grandeza,
enormes
edificios y palacios, vehículos propios a veces lujosos,
el
exagerado secreto en que se mantiene el movimiento económico...
Todo
ello, como leemos en el Documento de Medellín, ha llevado
al
convencimiento de que nuestra Iglesia es rica y aliada de los ricos.
Sin
embargo, al principio no fue así. Jesús al enviar a los Doce para
anunciar
el Reino de Dios y sanar a los enfermos, les dice: Den gratis
lo
que gratuitamente han recibido.
No lleven oro ni plata ni cobre
ni provisiones
para el camino; ni dos túnicas ni sandalias ni bastón,
pues el
trabajador tiene derecho a su alimento (Mt 10,5ss).
Jesús no quiere
que entre sus seguidores se usen los
títulos de:
‘maestro’,
‘padre’, ‘jefe’… -como hacían los escribas y fariseos-
por
vanidad, ambición, y para dominar a los demás. Por eso, quienes
se
dejan guiar por la mentalidad de los maestros de la ley y fariseos,
lamentablemente,
harán del Mensaje de Jesús un conjunto de normas,
no
para amar a Dios y al prójimo, sino para controlar las conciencias,
dejando
a los creyentes sin base para actuar como seres libres.
Muy
diferente, cuando los que tienen ciertos dones o talentos,
los
ponen al ‘servicio’ del crecimiento de toda la comunidad:
El que quiera
ser grande, que se haga servidor de los demás,
y el que quiera
ser el primero, deberá ser sirviente de ustedes;
como el Hijo del hombre que no vino para ser
servido, sino
para
servir y dar su vida
como rescate de la humanidad (Mt 20,26ss).
Siendo
hermanos: que los ‘maestros’ enseñen sin esperar beneficios;
que
los ‘profetas’ sean capaces de renunciar… denunciar… anunciar;
que
los ‘sabios’ guíen hacia la verdad y libertad, la justicia y paz;
que
los primeros lugares sean para los pequeños, débiles y pobres;
que
demos más importancia a las pequeñas comunidades reunidas
en
una casa, y no solo a las masivas concentraciones religiosas.
Para
seguir reflexionando: Así como Cristo
Jesús, por nosotros,
se hizo pobre
siendo rico; así también la Iglesia,
aunque necesite
de medios
humanos para cumplir su misión, no fue instituida
para buscar la
gloria de este mundo, sino para anunciar
la humildad
y la abnegación con su propio ejemplo (LG, n.8). J. Castillo A.
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