miércoles, 1 de octubre de 2014

Dar buenos frutos

XXVII Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo A
Is 5,1-7  -  Flp 4,6-9  -  Mt 21,33-43

   
Quienes levantan su voz para defender a los pobres oprimidos,corren el peligro de ser calumniados, encarcelados, asesinados
Al respecto, Jesús nos dice: Cuídense de los falsos profetas que se acercan a ustedes disfrazados de ovejas, pero por dentro  son lobos rapaces. Por sus frutos los reconocerán (Mt 7,15s).

Con las manos manchadas de sangre
   Jesús, dirigiéndose a los sumos sacerdotes y autoridades del pueblo, les habla del propietario de una viña. Llegado el tiempo de la cosecha, el dueño envía a sus servidores para recoger los frutos. Sin embargo,
aquellos trabajadores ambiciosos, para apropiarse de la viña, golpean, apedrean y asesinan no solo a los servidores sino al hijo del dueño.
   Esta parábola de los viñadores asesinos es una denuncia contra
los malos pastores (malas autoridades) que se apacientan a sí mismos:
Dios esperaba de ellos la práctica del derecho y solo hay asesinatos,
esperaba justicia y solo hay gritos de angustia (primera lectura).
   Mons. Enrique Angelelli (1923-1976), obispo de La Rioja, Argentina,
denuncia -5 julio de 1976- que la cárcel está repleta de detenidos…
por el solo ‘delito’ de ser miembros fieles y conscientes de la Iglesia.
Y una novedad para La Rioja es que se tortura asquerosamente.
   El 18 de julio 1976, los sacerdotes Carlos Murias y Gabriel Longueville
fueron secuestrados y encerrados en una base de la Fuerza Aérea.
Dos días después sus cadáveres fueron encontrados en el campo,
antes de dispararles les habían sacado los ojos y cortado las manos.
   El 4 de agosto 1976, Mons. Angelelli fue asesinado, a los 53 años;
aunque oficialmente la dictadura militar decía que fue un accidente.
   Desde el 13 de junio 2014, se sabe la verdad sobre estos sangrientos
hechos, pues el papa Francisco ordenó abrir los archivos del Vaticano.
Pero, ¿quiénes dieron la orden y, luego, amnistiaron a los criminales?
¿Quiénes entrenaron a los oficiales de ese país para torturar y matar?
¿Quiénes apoyan a los dictadores para consolidar el neocolonialismo?

El Reino de Dios se dará a un pueblo que produzca sus frutos
   A continuación, Jesús pregunta a los líderes religiosos:
¿Qué hará el propietario con aquellos viñadores asesinos?
Responden: Los matará y arrendará la viña a otros trabajadores.
Entonces Jesús les dice: A ustedes se les quitará el Reino de Dios
para ser entregado al pueblo que produzca frutos.
Las autoridades hubieran querido arrestar a Jesús en ese momento,
pero temían al pueblo que consideraba a Jesús como un Profeta.
   Siguiendo las enseñanzas y obras de Jesús, los herederos de la viña
son: -Los marginados, excluidos y despreciados por la clase dirigente.
-Los que llevan sobre sus débiles espaldas la injusticia y la exclusión,
-Los perseguidos por reclamar algo justo: vivir dignamente.
Es por eso que en el sermón del monte Jesús llama bienaventurados
a los pobres… a los perseguidos por causa de la justicia…
porque de ellos es el Reino de los cielos (Mt 5,1-12).
   Refiriéndose a los pobres, el papa Francisco -obispo de Roma- dice:
El corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres,
tanto que hasta el mismo “se hizo pobre”.
El Salvador nació en un pesebre, entre animales, como lo hacían
los hijos de los más pobres… Creció en un hogar de sencillos
trabajadores y trabajó con sus manos para ganarse el pan.
Cuando comenzó a anunciar el Reino, le seguían multitudes
de desposeídos, y así manifestó lo que Él mismo dijo:
“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido.
Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres”.
A los que estaban cargados de dolor, agobiados de pobreza,
les aseguró que Dios los tenía en el centro de su corazón:
“Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece”.
Con ellos se identificó: “Tuve hambre y me diste de comer”, y enseñó
que la misericordia hacia ellos es la llave del cielo.
   Más adelante, el papa dice: Por eso quiero una Iglesia pobre
para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos…
Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos…
Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos,
a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos,
a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría
que Dios quiere comunicarnos a través de ellos (EG, n.197-198).  
J. Castillo A.

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