miércoles, 15 de octubre de 2014

Enseñar el camino de Dios

XXIX Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo A
Is 45,1.4-6  -  1Tes 1,1-5  -  Mt 22,15-21

A pesar del elogio malicioso, sus enemigos reconocen que Jesús: Es el Maestro que dice la verdad… Enseña el camino de Dios… No se deja influenciar por nadie… No se fija en las apariencias…  Sin embargo, tienen una mala intención: acusarlo y matarlo. También hoy, podemos ‘decir’… y ‘no hacer’ la voluntad de Dios: Este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí.

Maestro, ¿es lícito pagar impuestos?
   No es la primera vez que los fariseos le ponen a Jesús una trampa,
ya lo hicieron en otras oportunidades: Mt 12,9-14;  Jn 8,1-11.
Ahora, para acusar a Jesús, se han unido dos grupos enemigos:
-los fariseos (fanáticos religiosos que se consideran nacionalistas), y
-los herodianos (serviles al imperio romano y traidores a su pueblo).
Ellos han elaborado la siguiente pregunta que es una trampa:
Maestro, ¿es lícito pagar impuestos al César, o no?
Si dice ‘no’, Jesús puede ser acusado como subversivo (Lc 23,2),
si responde ‘sí’, está en contra del pueblo pobre y del señorío de Dios.
   Jesús no se deja engañar, los desenmascara y les dice: ¡Hipócritas!
Luego, les pide que le muestren la moneda del impuesto, donde se lee:
Tiberio César, Augusto, hijo del divino Augusto. Pontífice Máximo.
Es un dinero divinizado que como el ‘becerro de oro’ busca víctimas.
Si los fariseos odian al emperador que usurpa el lugar que solo a Dios
le corresponde, ¿qué hacen con la moneda del César en el bolsillo?
Por eso mientras los hipócritas de siempre piensan que todo es dinero,
Jesús, desde su pobreza, exige una conversión radical frente al dinero:
¿Es posible servir al mismo tiempo a Dios y al dinero? (Mt 6,24).
¿Por qué el joven rico no es capaz de vender lo que tiene,
  repartirlo entre los pobres y, luego, seguir a Jesús? (Mt 19,16-22).
¿Se puede hablar sobre el compromiso con el pobre desde un palacio?
   Hoy, debemos denunciar proféticamente a los que amontonan oro,
explotando a los pobres… y destruyendo el medio ambiente.

Lo del César devuélvanselo al César, y den a Dios lo que es de Dios
   Mientras los fariseos hablan de ‘pagar’, Jesús responde ‘devolver’:
Lo del César devuélvanselo al César, y den a Dios lo que es de Dios.
Desde entonces, esta respuesta de Jesús ha sido muy manipulada.
   Muchas personas e instituciones se han servido de esta frase
para levantar un muro de separación entre: fe cristiana y política.
De esta manera nuestra fe quedaría encerrada en la sacristía,
como algo privado, individual, sin voz ni voto en lo social y político.
   La respuesta de Jesús que no la esperaban, va a la raíz del problema:
Dios y el emperador romano no están en el mismo nivel.
Dios tiene exigencias que superan las de cualquier autoridad terrenal.
El emperador no puede atribuirse competencias que son de Dios, pues 
la gloria de Dios consiste en que el hombre y la mujer tengan vida.
Por eso, devolver al César su moneda no es para permanecer sumisos,
sino para rechazar toda opresión, injusticia, corrupción, violencia…
   Al respecto, los Santos Padres han hablado con meridiana claridad:
*¿Es que se va a llamar ladrón a quien desnuda al que está vestido
y habrá que darle otro nombre al que no viste al desnudo pudiendo
hacerlo? Del hambriento es el pan que tú tienes; del desnudo es el
abrigo que tienes guardado en el armario; del descalzo es el calzado
que se está pudriendo en tu poder; del necesitado es el dinero que
tienes enterrado (S. Basilio Magno, 330-379).
*No sacies mi sed con las lágrimas de mis hermanos. No des al pobre
el pan que amasaste con la sangre de mis hermanos de miseria.
Devuelve a tu semejante lo que injustamente le has pedido y nosotros
estaremos muy reconocidos. ¿De qué sirve consolar a un pobre
cuando tú mismo, por otro lado, vas creando cien pobres más?
Sin esa muchedumbre de usureros, no habría esta multitud de pobres.
Disuelve tu pandilla de usureros, y nosotros -los pobres-
sabremos desenvolvernos muy bien (S. Gregorio de Nisa, 335-394).
*Me parece a mí que es muy verdadero aquel proverbio común:
el rico o es injusto o es heredero de injustos (S. Jerónimo, 340-420).
*El cuerpo del rico ha sido enterrado. Pero los que contemplan
su palacio no dejarán de decir: Con cuántas lágrimas se ha edificado
esta mansión. Cuántos huérfanos se han quedado desnudos.
Cuántas viudas han sufrido el abandono. Cuántos obreros han sido
privados de su salario (S. Juan Crisóstomo, 349-407).
J. Castillo A.     

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