miércoles, 5 de noviembre de 2014

Estén preparados

XXXII Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo A
Sab 6,12-16  -  1Tes 4,13-18  -  Mt 25,1-13

   
Cierto día, el filósofo griego Diógenes de Sínope (412-323 a.C.), se aparece -en pleno día- caminando por las calles de Atenas.  Lleva una lámpara encendida y dice: Busco una persona honestaDiógenes va apartando a todos los que se cruzan en su camino,  pues solo encuentra personas corruptas… 

Con las lámparas encendidas
   Mirando con los ojos de Jesús, en nuestras comunidades cristianas:
hay personas prudentes… pero también hay personas necias
Todos, como peregrinos en esta tierra, esperamos la venida de Jesús.
Sin embargo, unos: participan en el banquete del Reino, porque oyen
el mensaje de Jesús y lo practican; tienen las lámparas encendidas.
Los otros: oyen pero no hacen; a éstos Jesús les dice: No los conozco.
   La parábola nos recuerda lo que Jesús dijo en el sermón del monte:
No  se enciende una lámpara para meterla en un cajón,
sino que se la pone en el candelero para que alumbre a todos.
Así debe brillar la luz de ustedes ante los demás, para que viendo
sus buenas obras, glorifiquen al Padre del cielo (Mt 5,15s).
   Durante la celebración del bautismo de niños, el celebrante dice:
A ustedes, padres y padrinos, se les confía acrecentar esta luz.
Que sus hijos, iluminados por Cristo, caminen como hijos de la luz.
Y, perseverando en la fe, puedan salir al encuentro del Señor.
¿Sigue ardiendo en nosotros el fuego que trajo Cristo? (Lc 12,49). 
   Jesús que es la luz del mundo (Jn 8,12), le dice a Nicodemo:
La luz vino al mundo, y los hombres prefieren las tinieblas a la luz,
porque sus acciones son malas. Quien obra el mal odia la luz,
y no se acerca a ella, para que no se descubra su maldad (Jn 8,19ss).
   Ahora bien, mientras en el Imperio Incaico se condenaba: el robo,
la pereza, la mentira. Hoy en una sociedad mayoritariamente cristiana,
hay autoridades que juran por Dios y los Santos Evangelios y, luego,
como sepulcros blanqueados: hacen obras pero roban y mienten…

El testimonio de las obras
   En nuestras comunidades cristianas hacen falta profetas de Dios,
que con palabras y obras, defienden los derechos de los pobres,
de las viudas, de los huérfanos, de los emigrantes, de los excluidos.
   Así lo hizo el profeta Amós que predicó en el siglo VIII a.C.,
denunciando a los necios, responsables de tantas injusticias:
¡Ay de los que convierten la justicia en veneno y pisotean el derecho,
odian al que juzga rectamente y aborrecen al que dice la verdad!
Ustedes, que han pisoteado al pobre exigiéndole parte de su cosecha,
si construyen casas lujosas con piedras talladas, no las habitarán;
si plantan viñas selectas, no beberán de su vino. Yo conozco
sus crímenes y sus innumerables pecados: oprimen al inocente,
aceptan sobornos, atropellan al pobre en el tribunal (5, 7.10-12).
   Sin el testimonio de las obras, nuestra labor pastoral pierde su sabor:
Si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se le devolverá su sabor? Solo
sirve para arrojarla a la basura y que la pise la gente (Mt 5,13ss).
   Diferente el camino de las personas sencillas, prudentes, sabias:
Cuando todavía no había luz eléctrica, un hombre camina de noche.
Mientras va caminando un amigo lo reconoce, se acerca y le dice:
¿Qué haces Guno? Tú eres ciego y no ves,
sin embargo, caminas llevando una lámpara encendida.
El ciego le responde: Conozco de memoria las calles de este pueblo,
si llevo esta lámpara encendida, no es para ver mi camino, soy ciego;
sino para que otros encuentren su camino cuando me ven a mí.
Cuánta falta nos hace servir a los demás sin esperar recompensa,
como hacen muchos pobres que dan y comparten desde su pobreza.
   Alumbrar a los demás, no es tarea fácil (Cf. Jn 9). Es necesario:
-Seguir a Jesús, pues Él es el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14,6).
-Hacer realidad el mensaje de las Bienaventuranzas y del Juicio final.
-Buscar primero el Reino de Dios y su justicia (Mt 6) y no los adornos
  superfluos de los templos y de las imágenes; pues todos nosotros
  somos imágenes de Dios y templos del Espíritu Santo (1Cor 3,16).
-Defender los derechos de todas las personas y de la madre tierra,
  dejando de lado las ambiciones de poder político y económico.
-Arriesgarse, como Jesús, entregando la vida por los demás; porque,
la piedra despreciada por los arquitectos es ahora piedra principal;
esa es la obra del Señor que nos deja maravillados (Mt 21,42).  
J. Castillo A. 

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