XXXIII Domingo,
Tiempo Ordinario
Prov 31,10-31 - 1Tes
5,1-6 -
Mt 25,14-30
Hoy en día, hay jóvenes y adultos que son como ‘peces muertos’, viven arrastrados por la corriente del consumo, la moda,
el bienestar, el placer, la fama… Llevan una vida mediocre, estéril,
sin horizonte.
Muy diferente, los que comparten lo
poco o lo mucho que tienen, se arriesgan para dar vida a los que sufren, a los que no
tienen nada; son como ‘peces
vivos’ que luchan contra la corriente del egoísmo.
Tuve miedo y escondí el talento
El servidor, que había recibido un talento, se acerca y le
dice:
Señor, tuve miedo y
escondí tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo.
Este servidor en
vez de desarrollar sus cualidades para servir mejor,
prefiere instalarse en un bienestar superficial, no se
complica la vida,
no asume responsabilidades, es incapaz de crecer como
persona libre.
Pero hay algo más, aquel servidor tiene una falsa idea de
su señor,
piensa que es un patrón ‘exigente’, a quien se le debe
tener ‘miedo’…
Actualmente, muchos cristianos creemos
que Dios es ‘castigador’,
y para aplacar su ira multiplicamos ceremonias religiosas
rutinarias.
Además, nos hace falta reconocer el gran pecado de ‘omisión’:
no nos arriesgamos en dar de comer a los innumerables
‘Lázaros’,
ni en curar las heridas de los enfermos abandonados en el
camino.
Preferimos ‘conservar’: tradiciones, títulos,
vestimentas, lenguaje…
Estos sectores
‘conservadores’ que viven fuera del tiempo:
Hablan en lenguajes
que nadie entiende… Responden a preguntas
que nadie se hace…
Pretenden resolver problemas que nadie tiene…
Se dirigen a
auditorios que ya no existen (P. Francisco
Merlos, 2012).
También el ‘capitalismo salvaje’ busca adormecernos, para que
el 1% de multimillonarios tengan casi la mitad de la
riqueza mundial;
quedando la otra mitad para el 99% de la población
mundial.
En este contexto, las nuevas
generaciones necesitan encontrar
personas que, con
el testimonio de sus obras, logren transmitir
y compartir
caminos de vida por los que vale la pena luchar y morir.
Talentos para amar… servir… compartir…
Talentos son dones que Dios nos da para producir buenos
frutos.
Un ejemplo concreto está en la primera lectura de hoy. Se
trata
de una esposa y
madre ejemplar que: -Hace el bien y
nunca el mal…
-Se levanta cuando
aún es de noche, para dar comida a su familia…
-Abre su mano al
desvalido y extiende sus brazos al necesitado…
-Es fuerte y digna,
y mira confiada el porvenir…
-Habla con
sabiduría y enseña la piedad…
-Se preocupa por la
buena marcha de su casa y nunca está ociosa…
Arriesguémonos, como Jesús, para
anunciar la verdadera Felicidad
del Sermón de la montaña (Mt 5): Felices ustedes los pobres…
y del Juicio final (Mt 25): Felices ustedes que me dieron de comer…
Solo así, comprometiéndonos
cada día con los valores del Reino,
Jesús nos dirá: Muy
bien, servidor honrado y cumplidor,
como has sido fiel
en lo poco, yo te voy a confiar mucho más.
Entra a compartir
el banquete de tu Señor.
Para hacer un mundo más justo, humano y fraterno; hacen
falta
personas de buena voluntad que pongan sus capacidades
para:
-que no haya niños
desnutridos, sin educación, sin instrucción;
-que no haya campesinos
sin tierra para vivir dignamente;
-que no haya obreros
maltratados ni disminuidos en sus derechos;
-que no haya sistemas
que permitan la explotación
del hombre por el
hombre o por el Estado;
-que no haya corrupción;
-que no haya a quien le
sobra mucho,
mientras a otros,
inculpablemente, les falte todo;
-que no haya tanta
familia mal constituida, rota, desunida,
insuficientemente
atendida;
-que no haya injusticia
y desigualdad
en la
administración de la justicia;
-que no haya nadie sin amparo de la ley
y que la ley ampare a todos por igual;
-que no prevalezca la fuerza sobre la verdad y el
derecho,
sino la verdad y el derecho sobre la fuerza;
-y que no prevalezca jamás lo económico ni lo político
sobre lo humano (Juan Pablo II, en Santo Domingo: 25 ene.1979).J. Castillo A.
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