miércoles, 3 de octubre de 2012

Al principio no fue así


Domingo XXVII, Tiempo Ordinario, ciclo B
Génesis 2,18-24  -  Hebreos 2,9-11  -  Marcos 10,2-16


Jesús y el matrimonio
En Israel, las parejas se casaban -generalmente- no por amor,
sino por un ‘acuerdo social’ de los padres de ambos contrayentes.
Un ejemplo: Abraham, siendo ya de edad avanzada llamó a su criado 
y le dijo: Cuando busques mujer para mi hijo Isaac no la escoges 
entre los cananeos, donde yo vivo, sino que irás a mi tierra natal 
y allí le buscarás esposa entre las mujeres de mi familia (Gen 24,1-53).
Ahora bien, una vez casados el marido podía despedir a su esposa:
Si un hombre se casa con una mujer y luego no le agrada,
porque descubre en ella algún defecto notable; le escribirá el acta
de divorcio, se la entregará y la echará de casa (Deut 24,1).
Según estas costumbres, lo que más hacía sufrir a la esposa,
no era el vivir al servicio de su esposo y de sus hijos,
sino saber que su esposo la podía echar de casa y abandonarla.
Mientras Jesús camina hacia Jerusalén, llegan algunos fariseos
y le preguntan de mala fe: ¿Puede el marido divorciarse de su mujer?
La respuesta de Jesús sorprende a todos. Si el divorcio está en la Ley,
es porque ustedes son duros de corazón… por su actitud machista.
Sin embargo -dice Jesús- el proyecto original de Dios no fue así,  
pues Dios creó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza.
El matrimonio no es un encuentro de ‘objetos’… sino el encuentro
de dos ‘personas’ que se hacen un solo ser. Entonces sí: Lo que Dios 
ha unido que no lo separe el hombre (Gen 1,27;  2,24).
Dios no quiere superioridad del hombre, ni sumisión de la mujer.
¿Por qué, en nuestros días, son pocos los que se casan por la Iglesia?
Y entre esos pocos, ¿se aman y respetan después durante toda la vida?
¿Bastará cumplir los requisitos y recibir unas charlas de preparación?
¿De qué habrá servido dar prioridad a tantos adornos superfluos?
Terminada la ceremonia, ¿los esposos tienen acompañamiento de la
comunidad cristiana, o viven abandonados como ovejas sin pastor?
Cuando la familia es objeto, en nuestros días, de tantas amenazas…
ojalá atendamos a este campo tan importante, teniendo en cuenta
que la evangelización depende, en gran parte, de la Iglesia doméstica.
Esto nos obliga también a formar a los jóvenes que optan por la vida
matrimonial, para que asuman responsablemente la noble misión
de ser, en su ambiente, familias evangelizadas y evangelizadoras.
Y sobre el divorcio, releamos el encuentro de Jesús con la samaritana,
mujer cinco veces divorciada y, además, vivía en concubinato (Jn 4).
¿Qué haría Jesús, hoy, con los divorciados/as vueltos a casar?

Jesús y los niños
Después que Sara dio a luz a Isaac, pidió a su esposo Abraham
que despidiera a su sierva egipcia Agar y a su hijo Ismael.
Abraham se puso muy triste, pues Ismael era también su hijo.
Un día, muy de madrugada, Abraham tomó pan y un odre de agua,
lo puso en los hombros de Agar y la despidió con el niño.
Mientras caminaba sin rumbo por el desierto, se le acabó el agua.
Entonces Agar dejó al niño debajo de un arbusto, se apartó,
se sentó a cierta distancia y exclamó: no puedo ver morir a mi hijo.
Dios oyó el llanto del niño, llamó a Agar y le dijo: No tengas miedo,
toma al niño, pues yo sacaré de él un gran pueblo (Gen 16 y 21,9-21).
Como buenos judíos, es muy probable que los discípulos de Jesús
conocían la historia de la sierva Agar y de su hijo Ismael.
Sin embargo, cuando unas madres trajeron a sus niños para que Jesús
los tocara y bendijera, los discípulos comenzaron a reprenderlas.
Jesús, al ver esto, se enojó y dijo: Dejen que los niños vengan a mí,
porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos.
Luego, los abrazaba y ponía sus manos sobre ellos para bendecirlos.
Hoy, Jesús nos pide acoger a sus hermanos pequeños y excluidos:
-niños con hambre que, frecuentemente, se van a dormir sin comer.
-niños con sed, porque pasan el día caminando y mendigando.
-niños sin hogar, huérfanos de padres vivos que se han divorciado.
-niños mal vestidos y con frío: buscan el calor de una mano generosa.
-niños enfermos, abandonados y condenados a morir antes de tiempo.
-niños prisioneros de la prostitución, pornografía, violencia… (Mt 25)      
Jesús nos pide también denunciar las causas de estas injusticias,
y poner el hombro para construir una sociedad más humana y fraterna.
J. Castillo A.







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